La madre y la hermana del esposo siempre son la prioridad

Mira, ya basta de hacerse la víctima, vamos a hablar tranquilo y aclarar todo. No ha pasado nada grave, y tampoco somos niños de cinco años para seguir con esos dramas.

La voz de Vicente, que estaba justo al otro lado de la puerta del cuarto de los niños, hizo que Dolores y su hijo de diez años, Luis, se miraran y asintieran al mismo tiempo.

Sabes, lo odio porque siempre gira las cosas de modo que parece que nos preocupamos en vano dijo, sin querer, lo que en realidad pensaba Luis, como si fuera la voz de Dolores.

Dolores, cansada, se acomodó en el sofá, se puso los auriculares para no escuchar el tono suavemente reprochador que venía de la puerta. Ese mismo tono, años atrás, le había enamorado de Vicente. Creía que él podía resolver cualquier conflicto con diplomacia.

Resulta que, para él, diplomacia era simplemente doblar todo a su favor, tachando al otro de histérico o inmaduro. Dolores había aguantado esos trucos por el bien del hijo, pero no iba a permitirlo con su propio chico. El cumpleaños de Luis demostró que Vicente no valora ni a su propio hijo.

Sí, a veces dejaba a Dolores de lado por la madre y la hermana, como si fuera una regla: la madre antes que la esposa. Pero tratar así al hijo era imperdonable, incluso para una mujer tan paciente como ella.

Habían planeado la fiesta de Luis con un mes de antelación: reservaron mesa en su restaurante favorito de la calle Alcalá, que tiene una zona de juegos, invitaron a los tres mejores amigos del chico con sus familias, acordaron menú y pastel a medida. ¿Qué podía salir mal? En el peor de los casos, algún invitado se enfermaba y llegaba tarde, cosa molesta pero comprensible. O Luis enfermaba y perdían la reserva y el pastel, pero él siempre ha sido saludable y los amigos confirmaron su asistencia a primera hora.

Cuando todo el mundo se estaba poniendo su ropa para la ocasión, el móvil de Vicente sonó. Contestó a su hermana y, sin pensarlo, se cambió de ropa no adecuada para la fiesta.

¿Y a dónde te vas con esa actitud? le espetó Dolores, sabiendo bien toda la historia familiar.

Vicente siempre ha tenido tres mujeres en su vida: su madre, su hermana y Dolores, en ese orden de prioridad. No es la primera vez que lo ve ayudando a su madre en el huerto o yendo de compras con ella. Si la madre no necesita nada, la hermana aparece pidiéndole que le eche una mano con alguna tarea doméstica.

Cuando Dolores conoció a Vicente, pensó que su dedicación a la familia era una señal positiva. Si trata bien a la madre, así será contigo, se dijo. Pero resultó ser todo lo contrario. Mientras él corría de un lado a otro atendiendo a sus parientes, en casa se acumulaban tuberías que goteaban, puertas que chirriaban y otras averías. Al final, Dolores, cansada de los eternos lo haré mañana, empezó a contratar profesionales.

Vicente parecía respirar más tranquilo al darse cuenta de que ya no le agobiaban las peticiones. Dolores se había acostumbrado a estar sola, incluso a disfrutarla. Últimamente él se quejaba de que ella le había enfriado, que parecía indiferente a su presencia o ausencia. Pero ella ya no sentía la necesidad de reaccionar cada vez que él aparecía brevemente. Mejor ponerse una bufanda o ver su serie favorita que intentar una conversación matrimonial.

Sin embargo, el día del cumpleaños del hijo, cuando Vicente decidió irse a ayudar a su hermana con una mudanza, Dolores no aguantó más. La excusa de que la hermana tenía urgencia y que el cumpleaños podía celebrarse otro día la enfureció.

¡Basta ya! exclamó con todo el orgullo de una madre. Tienes una semana para reconocer tus errores y buscar cómo reparar el daño.

Esa semana la dedicó a pensar y a prepararse mentalmente para lo que vendría. El divorcio le parecía una carga pesada, casi inconcebible. Si hubiera sido más impulsiva, lo habría anulado después de la primera noche de boda, cuando él pasó la madrugada al teléfono con su madre porque ella se sentía sola.

Al final, la falta de presencia de Vicente y el resentimiento de Luis la llevaron a presentar la demanda. Le dio la vivienda que compartían a la madre de Vicente y se fue.

Durante ocho años apenas volvió a ver al exmarido. Él pagaba la pensión, pero solo aparecía una o dos veces al año, y nunca exactamente en el cumpleaños de Luis. El niño, con el tiempo, dejó de esperar sus visitas y perdió el interés. Cuando Luis cumplió dieciocho, el deseo de volver a ver a su padre despertó, y Vicente aprovechó para lanzar una larga serie de quejas.

Podrías haber suavizado las cosas entre nosotros, explicarle que ambos padres son importantes, que aunque sea el padre, merece ser amado y no solo escuchar palabras cuando apareces de vez en cuando le escupió Vicente en una conversación frente a la puerta de Dolores.

¿Y a mí qué? ¿Tengo que hacer el trabajo de conciliación con mi propio hijo? repuso Dolores, ya sin la paciencia de antes, con la seguridad de quien ha aprendido a defenderse.

Yo tenía otras cosas que hacer, lo sabes. Además, tengo a mi madre y a mi hermana…

Pues a ellas que vayan, que se encarguen de Luis. A mí déjame en paz le dio la espalda y cerró la puerta con fuerza.

Esa noche, Luis volvió a casa y le contó a su madre:

Mamá, ya cerré ese asunto.

¿Cuál?

Pues el padre me ha invitado a pasar su cumpleaños una semana después. Yo le dije que ya tenía un concierto con Yolanda. Ya sabes, la que siempre lleva esos tatuajes azules.

¿Y qué ha dicho él?

Se ha enfadado porque le pongo a Yolanda por encima del padre. Yo le dije que se puede celebrar otro día, incluso dentro de dos semanas o al mes, cuando acabe la universidad. Pero él no lo ve así, siempre quiere que todo sea a su modo.

¡Qué rencoroso, chico!

No es rencor, es buena memoria y un poco de maldad donde hace falta. Mamá, solo una pregunta: ¿por qué lo aguantaste hasta que tuve diez años? Podrías haber pedido el divorcio antes y todo habría sido más fácil.

Pues dijo Dolores, encogiéndose de hombros. Ahora todas esas razones parecen absurdas.

Con el paso de los años, se dio cuenta de que seguir con un matrimonio que la relegaba a segundo plano era una pesadilla. Gracias a la indiferencia de Vicente con su propio hijo, finalmente tomó la decisión de romper ese círculo y buscar una vida sin la madre y la hermana de él metiéndose en la suya.

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