La madre de mi mujer es una mujer adinerada, nunca tendremos que preocuparnos por trabajar celebra mi amigo.
Conozco a un chico llamado Luis, que siempre ha soñado con vivir cómodamente sin esforzarse demasiado. Se empeñó en conquistar a una muchacha de familia rica. Yo veía que él no la amaba realmente, y que de ese matrimonio no iba a salir nada bueno. Pero él estaba convencido de que una esposa adinerada sería la llave a una vida sin preocupaciones. Tal vez podría haber tenido razón, si es que la chica supiera ella misma ganar dinero. La fortuna de la familia venía de la madre, dueña de varias tiendas grandes en el centro de Madrid.
Intenté hacerle recapacitar:
No pensarás de verdad que van a mantener a alguien que no mueva un dedo. Es mucho mejor ser independiente y tener tu propio trabajo.
¡Bah, déjalo! Vamos a tener un hijo pronto. ¡Confían ciegamente en mí! me respondió, orgulloso.
Yo no terminaba de entenderle. No era justo aprovecharse así de su novia. Eso no está bien. Un hombre debe trabajar y sacar adelante a su familia.
Pasó un tiempo y me entró la curiosidad por saber cómo les iba. Le pregunté en qué estaba trabajando ahora. Resulta que ni él ni su mujer hacían nada más que estar en casa. Se pasaban el día jugando a la consola, viendo la televisión o echando la siesta. Era la madre de ella quien les daba de comer. Incluso llegué a sentir algo de envidia, porque Luis logró lo que buscaba.
La madre de mi mujer tiene dinero, no tendremos que trabajar nunca se vanagloriaba, enseñando una vida cómoda.
Quizá pensaba que aquello duraría para siempre, pero pronto empezaron a ir mal las cosas en la empresa familiar. Los ingresos bajaron drásticamente. La madre no tuvo más remedio que ofrecerles un puesto de trabajo en alguna de sus tiendas.
Pasó más o menos un mes desde la última vez que nos vimos. Entonces, recibí una llamada de Luis. Con voz inquieta, me pidió prestados cinco mil euros para un par de semanas.
Estoy buscando trabajo. En cuanto pase la entrevista y cobre el anticipo, te devuelvo el dinero. Estamos sin un duro me confesó, tristemente.
Así fue como terminó su vida sin preocupaciones. Desde entonces, tanto él como su esposa trabajan. Me devolvió el dinero en cuanto pudo. Así acabó el sueño de vivir de una familia adinerada. No hay que depender de nadie; hay que aprender a ser independiente y auto suficiente. Solo así uno puede sentirse seguro y feliz.







