La Madre de la Novia Ve al Novio Entrar al Baño con una Dama de Honor
Iris, de 78 años, intenta entregar un regalo especial al prometido de su hija cuando lo ve colándose en el baño con una dama de honor. Iris los sigue y, al presenciar lo inconcebible, corre hacia su hija para cancelar la boda.
Aquel día, Iris estaba radiante. Su hija Lucía, de 50 años, lo tenía todo preparado para casarse con el amor de su vida, Adrián. Con emoción, Iris buscó a su futuro yerno para entregarle los gemelos de diamantes de su difunto esposo antes de la ceremonia.
Pero Adrián caminaba demasiado rápido, obligando a Iris, con sus rodillas doloridas, a apresurarse. Lo vio acercarse a Claudia, una de las damas de honor y su socia, y susurrarle algo al oído. Acto seguido, ambos se dirigieron hacia la parte trasera del restaurante. Intrigada, Iris se acercó sigilosamente y su corazón se heló al verlos entrar juntos al baño.
Con el pulso acelerado, Iris empujó ligeramente la puerta del baño. La escena que encontró la dejó sin aliento.
“No aguanto más, cariño”, murmuró Adrián, atrayendo a Claudia hacia sí. “Ahora no, cielo”, respondió ella con una sonrisa pícara. “Si nos descubren, todo nuestro plan se irá al traste”.
“¿Adrián y Claudia tienen… algo?”, pensó Iris, aferrándose a la pared, aturdida.
“Solo una vez antes de casarme con esa aburrida de Lucía”, añadió Adrián. “Paciencia, mi amor. Solo tienes que aguantar unos meses. Piensa en todo el dinero que obtendremos cuando te divorcies. Millones de euros en bienes… pero solo si te controlas ahora”.
En el espejo del baño, Iris vio cómo se besaban con pasión. “No ahora, para… ¡basta!”, susurró Claudia entre risas. “Tenemos que volver”.
“No hasta que me prometas que nos veremos en mi casa más tarde”, insistió Adrián. “Seguiremos como siempre… a escondidas cuando Lucía vaya al trabajo”.
Iris no pudo soportar más. Corrió hacia el salón dispuesta a abrirle los ojos a su hija: Adrián solo quería su fortuna.
Al llegar, Lucía no estaba. El maestro de ceremonias anunció: “Antes de pasar al banquete, la novia tiene un regalo especial para el novio”.
Lucía subió al escenario y tomó el micrófono. “Sé que es poco convencional—”, comenzó, emocionada. “Pero he esperado toda mi vida para encontrar al hombre con quien compartir mi vida… y quiero dedicarle esto”.
La banda comenzó a tocar una romántica balada. Al terminar, el salón estalló en aplausos. Adrián subió y la abrazó, mientras Lucía lo miraba como si fuera el sol. El corazón de Iris se partió.
“¡Qué momento tan emotivo!”, exclamó el presentador. “Vayamos al salón para el primer baile”.
Iris se abrió paso entre la multitud. “Lucía, debo hablarte… sobre Adrián”.
“¿Sobre Adrián? ¿Pasa algo, mamá?”
“Cariño, es… no sé por dónde empezar. ¿Podemos hablar a solas?”
“Mamá, Adrián me espera. Hablamos luego, ¿vale?”
“¡No, por favor, espera—!”
“¿Estás lista, Lucía?”, intervino Claudia, llevándose a la novia. Iris, desesperada, no se atrevió a arruinar el día de su hija.
Durante la boda, solo pensó en una cosa: tendría que lograr que Lucía los pillara *in fraganti*.
El lunes, Lucía y Adrián llevaron a Iris al aeropuerto. “Id vosotros a facturar—”, les dijo Iris, fingiendo normalidad. “Yo sigo con el equipaje”.
Aprovechando un descuido, Iris tomó un taxi y regresó a la casa de Lucía. Sabía que Claudia iría después de que Lucía saliera al trabajo. Al llegar, vio el sedán plateado de Claudia, el motor aún caliente.
Llamó a Lucía. “Cariño, han cancelado mi vuelto. Me mareo mucho… ¿Puedes venir a casa?”
“¡Dios, mamá! Llamaré a Adrián—”.
“¡No! Ven tú, por favor”, insistió Iris, colgando.
Asomándose por la ventana, vio a Adrián y Claudia besándose en el sofá. Justo entonces, Lucía llegó.
“¿Mamá? ¿Qué pasa?”
“Tu marido y esa Claudia… están ahí dentro”, dijo Iris, señalando.
Lucía palideció. “¿Qué?”
“Oí todo el día de tu boda. Planean quedarse con tu dinero”.
Temblando, Lucía entró y…
“¿Qué diablos hacéis?”, gritó al verlos sentados, conversando.
“¿Lucía?”, Adrián fingió sorpresa. “Claudia y yo hablábamos de trabajo”.
“¡Mentiroso! ¡Los vi besándose!”, acusó Iris.
“¿Que nos qué?”, Claudia se burló. “¿Crees que tendríamos algo? Qué imaginación”.
Adrián sacó unas llaves. “Iba a sorprenderte. Compré nuestra casa soñada… pero si no confías en mí, quizá deba irme”.
Lucía, confundida, lo abrazó. “Perdóname… Te creo”.
Iris, al borde del colapso, sintió un dolor en el pecho. Cayó al suelo, escuchando las sirenas de la ambulancia antes de perder el conocimiento.
Tras un infarto y una cirugía, Lucía no le dirigió la palabra durante semanas. Hasta que, una tarde, llamaron a su puerta.
“¿Lucía?”, Iris lloró al verla. Pero su hija tenía los ojos hinchados.
“Tenías razón, mamá”, sollozó Lucía. “Adrián solo quería mi dinero”.
Iris la abrazó. Por fin, su hija había visto la verdad.