La ironía de la fortuna

El jefe de ventas, Gonzalo, soltero y de buena posición, se enamoró al instante al ver a la joven y hermosa Lola en su primer día de trabajo. Se acercó a ella con una sonrisa cálida.

—Buenos días, compañera— dijo con tal dulzura que Lola no pudo evitar sostener su mirada.

—Buenos días— respondió ella con voz suave, devolviéndole el gesto.

—Muy bien, empieza con tus tareas. Carmen, la más antigua aquí, te explicará todo— señaló hacia una mujer madura—. Lee las instrucciones. Buena suerte, espero que trabajemos bien juntos.

Las compañeras, en su mayoría mujeres, intercambiaron miradas cuando Gonzalo salió. Carmen susurró a su vecina Vera:

—¿Desde cuándo nuestro Gonzalo se interesa por las nuevas?— Ambas rieron.

Lola, aunque joven, ya tenía experiencia en romper corazones. A los veintidós años, había deshecho varios matrimonios, incluso uno con un profesor durante sus estudios. Ella nunca fue tímida, pero en este nuevo ambiente adoptó el papel de observadora.

Tiempo después, Gonzalo la invitó a un café tras el trabajo.

—¿Por qué no? Eres mi jefe, y conviene llevarse bien— respondió ella con una sonrisa que parecía inocente.

Al principio, él pensó que bromeaba, pero se alegró al ver que aceptaba. A sus treinta años, nunca se había casado, aunque había tenido relaciones. Todo avanzó rápido: se enamoraron, salieron y, para sorpresa de todos, anunciaron su boda.

Gonzalo cumplía cada capricho de Lola, incluso aceptó su condición:

—Nada de hijos por ahora. Quiero vivir para mí. Cuando esté lista, te lo diré.

Él creyó que con el tiempo cambiaría de opinión, pero ella siempre cortaba el tema. Hasta que un día la vio salir del baño con una prueba de embarazo.

—¿Estás embarazada?— asintió, llorando.

—No quiero ser una vaca gorda. Haz algo— gritó, pero él la abrazó, feliz.

—Es una bendición, Lolita. ¡Tendremos un bebé!

Ella, decidida, pidió una interrupción, pero Gonzalo llegó a tiempo al hospital y la convenció de seguir adelante, prometiéndole ayudarla en todo. Nació una niña sana, Alba, pero al día siguiente, Lola había huido, dejando solo una nota.

No respondió llamadas ni apareció. Meses después, contactó para pedirle que enviara sus cosas. Nunca mencionó a Alba. Gonzalo se convirtió en padre y madre, con la ayuda de su propia madre.

### Sofía

El timbre del teléfono interrumpió su jornada. Era la profesora de Dani, su hijo de segundo curso.

—Venga ahora mismo al colegio. Su hijo ha armado un lío— colgó sin explicar.

Sofía corrió, preguntándose qué habría hecho su tranquilo niño. Dani nació contra todo pronóstico. Su marido, Enrique, le había advertido antes de casarse:

—Soy estéril— incluso tenía un informe médico. Tras dos matrimonios fallidos, se lo dijo con crudeza.

Pero Sofía quedó embarazada. Cuando le mostró la prueba, él la golpeó, acusándola de infidelidad. Aunque Dani se parecía a él, Enrique nunca lo aceptó. La vida se volvió insoportable, hasta que Sofía huyó con su hijo a otra ciudad.

En el colegio, encontró a Dani con un rasguño y a Alba, su compañera, mirándolo con resentimiento.

—Mamá, ella empezó— dijo Dani—. Me llamó huérfano y me arañó.

Los padres, Gonzalo y Sofía, se miraron y rieron al uníssono.

—Celebrémoslo con una pizza— propuso él.

Los niños se reconciliaron, y con el tiempo, las familias se unieron. Años después, recordaban con humor cómo todo empezó con una pelea infantil. Sofía esperaba un niño, y Dani y Alba ya habían elegido su nombre: Esteban.

*No hay mal que por bien no venga.*

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