La historia de una suegra. —No van a creer con quién acabo de conocerme.
Carmencita entró corriendo a casa, se lavó las manos rápidamente y fue directo a la cocina. Sus padres ya estaban sentados a la mesa.
La joven se disculpó por llegar tarde a la comida y comenzó a contar emocionada su gran noticia. «No van a creer con quién acabo de conocerme. Mi hermano tiene novia. Es guapa, alegre y pelirroja, como un rayo de sol. Se llama Lola. Trabaja en el lavadero de coches donde solemos llevar el nuestro. Allí se conocieron. Parece que esto va en serio. ¡Qué bien!», decía Carmencita sin parar.
Alejandro, el padre de Carmen, levantó la vista del plato y, con una sonrisa, comentó que era una buena noticia, pues ya empezaba a dudar de la orientación de su hijo. La madre, Isabel Martínez, se indignó ante el comentario de su marido y se molestó al saber que su hijo había encontrado novia en un lavadero de coches.
«¿Quién trabaja ahí? Solo los que no han podido encontrar otro sitio. Sin estudios, sin modales, sin educación. Y todas son poco agraciadas. En fin, lavacoches. Ninguna está a la altura de nuestro hijo», se quejaba Isabel sin cesar.
Alejandro no estuvo de acuerdo y defendió a las chicas: «No hables así. Cada persona es distinta. Quizá la chica trabaja allí para pagarse los estudios. No está mal que la gente trabaje, así aprecian el valor del dinero. Y no le pedirá dinero a nuestro hijo, ya que ella misma se gana la vida. Tú siempre ves el lado malo sin siquiera conocerla. Tal vez es encantadora. No creo que nuestro hijo elija a cualquiera».
Pero Isabel estaba decidida y no se calmaba: «Mañana mismo iré a ver a esa belleza. A ver con qué ha embaucado a mi hijo. Haré que la despidan, no puede fijarse en chicos de buena familia. Que busque a alguien de su nivel».
Al día siguiente, Isabel fue al lavadero. Nada más entrar, armó un escándalo. Gritó pidiendo que llamaran a Lola, la que se colgaba de su hijo. Exigió que la despidieran por andar de romántica con los clientes. Pero Marina, la chica que la atendió, le dijo que no conocía a nadie con ese nombre, quizá trabajaba en otro turno, y le sugirió volver al día siguiente.
Isabel quería humillar a Lola y echarla del trabajo de inmediato, pero no tuvo más remedio que irse con un palmo de narices. Aun así, juró volver al día siguiente.
Marina se acercó a Lola y le advirtió que no era buena idea tener relaciones con clientes, pues podrían despedirla por eso, tal como decía el contrato. Pero Lola le explicó que llevaba un año saliendo con Carlos. Al principio no quiso aceptar, pero él insistió tanto que no tuvo opción. Ahora quería presentarla a sus padres, pero ella prefería empezar después: terminar la universidad, encontrar un buen trabajo y entonces conocerlos.
Necesitaba ese empleo porque estudiaba y vivía en una residencia, sin pedirle dinero a sus padres. Marina prometió no decir nada al encargado, pero le pidió a Lola que hablara con su novio para que calmara a su madre y evitara más escándalos.
Esa noche, Carlos llegó a casa y, con voz firme, le dijo a su madre: «¿Qué pretendes? ¿Quieres que Lola y yo rompamos? Trabaja en el lavadero temporalmente. Y cualquier trabajo es digno. Ni siquiera la conoces. Es buena e inteligente. La amo, y si vuelves a ir allí, me iré de casa, me mudaré con ella y no nos verás más. No te metas en nuestra relación. Quiero casarme con ella, y esto es lo último que te digo».
Isabel no respondió. Conocía el carácter de su hijo: no hacía amenazas en vano. Sabía que cumpliría su palabra y no quería perderlo, así que decidió no volver al lavadero.
Dos años después, Carlos y Lola se casaron. A los familiares del novio les encantó la boda. Isabel presumió orgullosa de que su nuera Lola había ayudado a organizarla. Resultó ser una chica guapísima y muy lista, graduada con honores, con un buen trabajo y un sueldo igual al de su hijo. Además, esperaban un bebé: Lola ya estaba de tres meses. Carlos tuvo que convencerla para casarse, pues ella prefería vivir juntos primero.
Alejandro se acercó a Isabel y la invitó a bailar. Le susurró al oído que él había tenido suerte con su esposa, igual que su hijo. Se unieron al vals de los recién casados y bailaron juntos.
¿Creen que una madre debe elegir novia para su hijo?