La futura suegra canceló nuestra boda culpando a mi enfermedad de infidelidad.

Hasta hace poco, mi vida parecía un cuento de hadas. Tenía un prometido amoroso, creía que pronto sería madre y preparaba con ilusión nuestra boda. Pero una visita al hospital lo arrasó todo, dejándome en un vacío desgarrador.

Mi novio, Andrés, y yo alquilamos un piso acogedor en Valencia mientras soñábamos con el futuro. Pasábamos las tardes juntos, disfrutando de nuestra complicidad. Un mes antes de la boda, empecé con náuseas matutinas. Mi corazón intuía el milagro que anhelaba, pero quise guardar el secreto para sorprenderle. Aquel día fui a casa de mis padres para compartir la noticia con mi madre.

En el taxi me mareé, atribuyéndolo al cansancio. En casa, mamá me preparó manzanilla y mejoré, pero por la noche la fiebre me consumió como lava. A pesar de mis protestas, ella llamó a una ambulancia. La médico me examinó y palideció:

—Urgencias. Sospecha de embarazo ectópico.

Las palabras me traspasaron. Desperté tras la cirugía en una habitación blanca, donde una doctora me miró con pena:

—Lo siento, cariño. Estuviste al límite.

Al alta entendí su disculpa: me salvaron la vida, pero arrancaron mi sueño de ser madre. No me atreví a decírselo a Andrés, temiendo que me rechazara al saber que jamás tendríamos hijos. Mentí diciendo que era un chequeo rutinario. No sé si me creyó, pero su madre, Carmen Rodríguez, sospechó algo.

Una semana antes de la boda, planeábamos unas vacaciones, pero el trabajo me retuvo. Al volver antes a casa, escuché una conversación que me heló la sangre. La voz de Carmen retumbaba:

—¡Te dije que sigue viendo a ese Raúl! ¡Una semana en ginecología y tú como si nada!

—Mamá, solo eran pruebas… —intentó Andrés.

—¡Despierta! ¡Abortó! Y mal, por lo visto. Soy mujer, sé por qué ingresan ahí. ¡Cancelad la boda! ¡Será un escándalo!

El mundo giró y caí desvanecida. Al recobrar el sentido, vi a Andrés y a Carmen. Ella forzó una sonrisa:

—¿Mejor, Elena? Hablad vosotros. Yo me voy.

Andrés evitó mi mirada:

—Hay que posponer la boda. Estás débil. Nos casaremos después.

—¿En serio? No es por mi salud…

—¡Oí todo! ¿Crees que aborté por engañarte?

Él bajó la vista.

—Te amo y te perdono. Pero necesito tiempo.

—¿Perdonar?! ¡Nunca te falté! Tuve un embarazo ectópico, ¡casi muero! Lo oculté para no hacerte daño. ¿Y me abandonas por los delirios de tu madre?

—Raúl sigue enamorado de ti. Quizá volviste…

—¡Jamás!

—¿Por qué ocultaste el diagnóstico?

—¡Temía perderte! ¡Ahora no podré darte un hijo!

—Lo siento, Elena. No te creo.

Se marchó sin mirarme. Mi dolor le importaba menos que sus sospechas. Es el fin.

Mientras él está con sus padres, Carmen envenenará sus pensamientos. Me quedo sola: sin futuro, sin amor, sin esperanza. ¿Cómo seguir cuando todo se convierte en ceniza? No lo sé.

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MagistrUm
La futura suegra canceló nuestra boda culpando a mi enfermedad de infidelidad.