Hasta hace poco, mi vida parecía un cuento de hadas. Tenía un prometido amoroso, sospechaba que pronto sería madre y preparaba la boda con ilusión. Pero una visita al hospital lo arrasó todo, dejándome vacía y desesperada.
Mi novio, Adrián, y yo alquilamos un piso acogedor en Zaragoza mientras planeábamos el futuro. Las tardes las pasábamos juntos, disfrutando de nuestra complicidad. Un mes antes de la boda, empecé con náuseas matutinas. El corazón me decía: era el milagro que anhelaba. Decidí guardar el secreto para sorprenderle, pero aquel día fui a casa de mis padres para contárselo a mi madre.
En el taxi me mareé, pero lo atribuí al cansancio. En casa, mamá me preparó manzanilla y mejoré, aunque por la noche la fiebre me consumió como lava. Mi madre, sin escuchar mis protestas, llamó a urgencias. El médico me examinó y palideció:
—Ingreso inmediato. Sospecha de embarazo ectópico.
Las palabras me atravesaron como un cuchillo. Quería darle un hijo a Adrián, y ahora ese sueño se convertía en cenizas.
Desperté tras la operación. El médico me miró con pena:
—Lo siento, chiquilla. Estuviste al límite.
Al alta comprendí su disculpa: me salvaron la vida, pero arrebataron mi fertilidad. No me atreví a decírselo a Adrián, temiendo que me rechazara al saber que nunca tendríamos hijos. Mentí diciendo que era un chequeo rutinario. No sé si él me creyó, pero su madre, Carmen Rodríguez, sospechó algo.
Una semana antes de la boda, Adrián propuso tomarse unos días libres. Yo estaba inmersa en un proyecto laboral, así que él se quedó en casa. Al volver antes de lo esperado, escuché una conversación que me paralizó. La voz de Carmen retumbaba:
—¡Te dije que sigue viendo a ese Iván! ¡Una semana en ginecología y tú ni te inmutas!
—Mamá, solo eran pruebas… —intentó objetar él.
—¡Despierta! ¡Abortó en secreto! Y mal, por lo visto. Soy mujer, sé por qué ingresan ahí. ¡Eres un ingenuo! Hay que cancelar la boda. ¡Será un escándalo!
El mundo giró y perdí el conocimiento. Al despertar, ambos estaban allí. Carmen forzó una sonrisa:
—¿Mejor, cariño? Toma un té. Hablad vosotros.
Adrián evitaba mi mirada:
—Laura, pospongamos la boda. Estás débil. Nos casaremos cuando te recuperes.
—¿En serio? No es por mi salud…
—¡Oí todo! ¿Crees que aborté por infidelidad?
Él bajó la vista, y eso lo confirmó.
—Te amo y te perdonaré. Pero necesito tiempo.
—¿Perdonar? ¡No te he traicionado! ¡Tuve un embarazo ectópico, casi muero! Lo oculté para protegerte. ¿Y me abandonas por los delirios de tu madre?
—Sé que Iván aún te escribe. Quizá reviviste algo…
—¡Nunca!
—¿Por qué ocultaste el diagnóstico entonces?
—¡Temía perderte! ¡Ahora no podré darte un heredero!
—Laura… No sé qué creer. Posponemos la boda. Me quedo en casa de mis padres.
Salió sin mirarme. Mi dolor le importaba menos que sus sospechas absurdas. Era el fin.
Mientras él está allí, Carmen envenenará sus pensamientos. Me quedo sola: sin futuro, sin amor, sin consuelo. ¿Cómo seguir cuando tu vida entera se reduce a escombros? No lo sé.