Mi ex suegra no me deja vivir
Mi ex marido sigue con su vida, criando a su nuevo hijo, pero su madre aún no me da tregua. Según ella, es por el cariño que le tiene a su nieta. ¡Como si no tuviera cosas más importantes que vigilar, como que su querido hijo pague la pensión a tiempo!
Viví seis años con Iván, y fue un infierno. Hasta huí de él sin miedo a quedarme sola con mi hija. Por mucho que mi familia me repitiera que una niña necesita padre, yo sabía que no aguantaría ni una borrachera más ni sus salidas de juerga.
Doña Remedios nunca me respetó. Pero después del divorcio, empezó a fijarse en mí… siempre con la excusa de la nieta. Seguro temía quedarse sin nadie que le llevara un vaso de agua en su vejez.
—¿Por qué te quejas? Si no te pega, trae su sueldo a casa. Es un hombre normal —me soltaba mi ex suegra.
Ah, claro, como si no pegar fuera suficiente para conformarse. Ni me molestaba en discutir; mejor ignorarla. Tampoco reclamé la pensión, para que mi ex no exigiera luego nada a cambio. Eso sí, él prometió ayudar… Y ya ves.
A los seis meses, mi ex se casó de nuevo. Por extraño que parezca, la noticia de otro nieto no la emocionó. En vez de eso, me espiaba y hasta intentó reconciliarme con su hijo. Venía sin avisar, metiéndose en mi vida. “Es mi derecho ver a mi nieta”, decía. ¡Vaya excusa!
¿Y antes? Nunca mostró tanto interés. Estaba claro: solo quería fisgonear.
Después del divorcio, empecé de cero. Antes solo vivía entre fogones y la fregona, sin ver a mis amigas ni salir del parque infantil. Ahora, voy al cine, al zoo, visito a mis padres los fines de semana…
—No lleves a la niña de aquí para allá. Que aprenda a hacer las tareas —me regañó un día la ex suegra.
—Los fines de semana son para descansar. A mi hija le encanta, y tus cacerolas y fregonas pueden esperar.
Ella creía que debía quedarme en casa llorando por su hijo. ¡Y encima enseñar a una niña de ocho años a fregar! ¿Para qué? Que disfrute su infancia; ya tendrá tiempo de aburrirse siendo adulta. Ella recoge sus juguetes, pone la mesa… ¡es suficiente!
—No sabes llevar una casa, y tu hija saldrá igual —comentaba mi ex suegra.
Una vez olvidé tirar un cepillo de dientes viejo y puse uno nuevo. ¡Y ya pensó que traía hombres a casa con mi hija delante! Ni me justifiqué. Soy mayor, y hago lo que me da la gana.
—No tienes derecho a tener vida personal. Eres madre; ocúpate de tu hija, no de hombres —gritó en el portal.
—¿Y tu hijo sí puede? ¡Ya va por el segundo bebé!
—Tú lo dejaste, y los hombres buenos no crecen en los árboles.
Le pedí que no viniera más a amargarme el día. Si quiere ver a su nieta, que sea en el parque. En casa, no. Ahora protesta y amenaza con llamar a servicios sociales. Pero no me da miedo: soy una buena madre, por mucho que mi ex suegra invente.