La esposa embarazada de mi hermano exigió que les entregáramos nuestro piso: la sorprendente petición familiar que rompió la relación entre hermanos en Madrid

Recuerdo que aquello sucedió hace ya muchos años, en los tiempos en que mi marido y yo llevábamos una década de casados. Vivíamos en un modesto piso de dos habitaciones en el centro de Madrid, aún pagando la hipoteca, andando siempre con la sensatez que se espera de quienes buscan afianzar su porvenir antes de tomar grandes decisiones, como tener hijos. Mi nombre es Carmen García y mi esposo, Javier López. Los dos soñábamos con poder tener una familia, pero preferíamos esperar a tener algo más de estabilidad.

Mi hermano, Alfonso, también casado con una mujer llamada Marisol nombre tan nuestro como las calles de nuestra ciudad, vivía entonces en un pequeño estudio en Vallecas. Alfonso trabajaba de sol a sol, compaginando dos jornales y todavía se buscaba la vida con algún que otro encargo extra. Marisol, en cambio, no trabajaba fuera de casa, y siempre parecía estar esperando un niño nuevo. Ya tenían tres criaturas, y Marisol estaba otra vez embarazada, deseando, según decía, llegar a cinco hijos.

Además de los niños, arrastraban varios préstamos que pidieron para electrodomésticos y muebles. Javier y yo solíamos echarles una mano, con algunos euros aquí y allá o llevándoles algo de comida de vez en cuando. Pero muchas veces, Marisol mostraba una desvergüenza tremenda, exigiendo las cosas en vez de pedirlas con humildad.

En más de una ocasión, tuvimos que frenarle los pies y negarnos. Lógicamente, Alfonso y ella se ofendían, aunque siempre pasadas unas semanas regresaban con alguna petición nueva.

Como vosotros no tenéis hijos y nosotros ya vamos por el cuarto, deberíais dejarnos vuestro piso me soltó Marisol un día, con toda la tranquilidad del mundo.

¿Y dónde se supone que vayamos nosotros? ¿A tu estudio en Vallecas? le respondí, atónita ante semejante desfachatez.

No, no. Nos quedamos nosotros con vuestro piso y vosotros os vais de alquiler. Ya veréis cómo os apañáis replicó ella, convencidísima, antes de añadir: ¿Cuándo os marcháis?

¿Sabes qué te digo? Lo que necesitas es ir a que te vea un médico de la cabeza. Sal de mi casa, por favor.

Pues que sepas que si pierdo este niño, será tu culpa me dijo antes de marcharse, enfurecida.

Lo peor es que al final, lo hizo. Aquel mismo día, en secreto y estando sólo de tres meses, perdió al bebé.

A las dos de la madrugada, Alfonso apareció dando golpes a la puerta, lanzando reproches y gritos. Javier, sin alterarse, lo serenó como pudo, preguntándole qué demonios pasaba. Cuando le puse al tanto de todo, Javier metió la cabeza de Alfonso varias veces bajo el grifo de agua fría para calmarle y, sin mediar más palabra, lo echó de casa.

Desde aquel entonces, nuestra relación quedó rota. Y así, con el paso de los años, aprendí que la familia, por mucho que duela, a veces hay que dejarla partir para recuperar tu paz.

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La esposa embarazada de mi hermano exigió que les entregáramos nuestro piso: la sorprendente petición familiar que rompió la relación entre hermanos en Madrid