**La Espera**
En su último año de universidad, a Jana le propuso matrimonio Maxi, con quien llevaba saliendo casi un año. Soñaban con una vida en común, como cualquier otra pareja de novios. Jana se creía la más afortunada por casarse por amor. Recordaba siempre las palabras de su abuela:
Cariño, el matrimonio debe ser por amor, créeme, he vivido mucho y sé de lo que hablo. No hagas caso a esos refranes como “el roce hace el cariño”. No, no se hace…
Jana amaba a Maxi y estaba segura de que él también la amaba. Por eso, no dudó en aceptar.
Lore, serás mi dama de honor le dijo a su mejor amiga, con quien compartía habitación en la residencia universitaria.
Claro, ¿quién si no? respondió su amiga.
Pero solo tres días después, Jana recibió un golpe del que le costó reponerse. Sorprendió a Maxi y a Lore en un aula de estudio, en una situación vergonzosa.
No pudisteis elegir peor lugar dijo con voz temblorosa antes de salir corriendo, ahogada en lágrimas.
Maxi intentó disculparse, balbuceando:
Jana, no es lo que piensas…
Lo entendí todo, Maxi. No quiero saber nada de ti, y menos casarme. Eres un traidor, y eso lo dice todo. Y mi ex amiga no es mejor que tú. Sois tal para cual. Casáos y felices.
Tras la traición, Jana perdió toda fe en los hombres. Decidió que nunca más confiaría en ellos. A partir de entonces, jugaría con ellos como ellos lo habían hecho con ella.
Puede que sea cínico pensaba, pero no quiero volver a sufrir.
Maxi y Lore se casaron, y ella quedó embarazada enseguida. Jana se quedó en la misma ciudad tras graduarse, encontró trabajo y, para su sorpresa, Maxi trabajaba en la misma empresa, aunque en otro departamento. Se cruzaban de vez en cuando.
Fue Maxi quien habló primero al verla:
Hola, qué casualidad trabajar aquí. ¿Cómo estás?
Genial respondió ella con falsa alegría, decidida a no mostrar su dolor. ¿Y tú?
Pues ya sabes, soy padre. Lore tuvo una niña.
Enhorabuena dijo Jana antes de excusarse y marcharse.
En una fiesta de la empresa, Maxi, algo bebido, no se separó de Jana. Ella lo sedujo sin esfuerzo, pero cuando él confesó que aún la extrañaba, lo rechazó y luego le contó todo a su esposa.
Sabía que era venganza, pero no sentía remordimientos. Jana salía con hombres, pero si alguno mencionaba el matrimonio, cortaba de raíz.
Llegó un nuevo compañero, Arturo, jefe de departamento. Desde el primer día, le mostró interés.
Jana, Arturo está loco por ti se reían sus colegas.
Bueno, veremos qué pasa respondió ella.
Arturo se enamoró y la invitó a salir. Ella aceptó un par de veces, pero mantuvo las distancias.
Jana le advirtió su amiga Nati, ¿sabes que Arturo está casado y tiene cuatro hijos?
¿Cuatro? se sorprendió Jana.
Sí, me lo confirmó Laura, de recursos humanos. Todos en la oficina saben que está obsesionado contigo. No te conviene liarte con él, luego tendrás problemas con su mujer.
Gracias, Nati. No pienso quitárselo, solo le estoy dando un poco de su propia medicina.
Cuando Arturo volvió a invitarla a cenar, ella le dijo:
No, Arturo. Me remuerde la conciencia. Tus hijos no tienen la culpa de tener un padre irresponsable.
Él, sorprendido de que supieran de su vida familiar, no volvió a acercarse.
Así pasaron años. Jana no tomaba en serio a los hombres, desconfiaba de todos. Creía que cada uno intentaba engañarla.
Una vez me traicionó el hombre que amaba, y decidí no ser víctima nunca más. Prefiero ser yo quien cace.
A sus treinta y dos años, era una mujer hermosa, interesante y exitosa, pero soltera. Cuando se topaba con hombres casados, les jugaba sucio, manteniendo siempre las distancias. Observaba con desdén cómo algunos eran cínicos con sus esposas. Pronto se cansaba de ellos.
Tres años después, en otra empresa, conoció a Óscar. Amable, atento, tranquilo. Comían juntos a menudo, y a veces iban juntos en autobús después del trabajo. Sentía que podía confiar en él, pero algo lo mantenía distante.
En una fiesta de la empresa, él la llevó a casa en taxi, pero rechazó su invitación a tomar un café. Aunque notaba que le gustaba, había una barrera invisible entre ellos.
Jana, ¿sabías que Óscar está casado? le preguntó Olga, una compañera.
Sí respondió.
Pues entonces no puede ofrecerte más que amistad.
¿Por qué no?
¿De verdad no lo sabes? Olga parecía incrédula. Él es fiel a su esposa. Vive por ella.
Jana se rio.
No sé ni cómo ser amiga de un hombre.
No me digas que hay algo entre vosotros, porque no te creeré. Óscar jamás le sería infiel.
¿En serio existen hombres así? preguntó Jana, decidida a averiguar más.
En una cena de cumpleaños, bailaron y hablaron. Óscar no ocultaba que llevaba siete años casado.
Tengo un hijo de seis años le contó. Lo adoro.
Óscar, ¿amas a tu esposa? preguntó Jana, mirándolo fijamente.
No supongas cosas. Te lo explicaré. Nos enamoramos a primera vista. Fuimos felices… hasta que ella enfermó.
Es mi cruz, y la llevaré hasta el final.
Confesó que, antes de la enfermedad, había tenido aventuras, pero ahora se sentía culpable.
Mi Sofi cree que nunca se recuperará. Incluso me pide el divorcio. Pero no puedo abandonarla.
Jana quedó impactada.
¿Vas a vivir así toda la vida? Eres joven…
No creo que sea para siempre. Los médicos no dan esperanzas.
Entiendo susurró ella.
Óscar, lo siento mucho. Pero… ¿yo te gusto?
Él la miró con ternura, incapaz de ocultar sus sentimientos.
Sí. Mucho.
Entonces, ¿qué lo impide? Nadie lo sabrá.
Jana, no entiendes… No puedo. Sería como engañar a un niño. Solo deseo que mi Sofi se recupere.
Vio cómo sus ojos brillaban de emoción. Comprendió que hablaba en serio.
Lo entiendo, Óscar. Pero yo te esperaré.
¿Esperar qué?
A ti. Te esperaré a ti.
Pasó un año. Jana no miraba a otros hombres. Solo existía Óscar.
No esperaba la muerte de su esposa. Esperaba a él. Creía firmemente que, algún día, serían felices juntos.
Y así, aprendió que el verdadero amor no se elige, se espera.