La enfermera besó en secreto a un apuesto CEO que había estado en coma durante tres años, creyendo que nunca despertaría — pero para su sorpresa, él la abrazó repentinamente después del beso…

El hospital a las dos de la madrugada estaba siempre demasiado callado, sólo el latido regular del monitor y el zumbido tenue de las lámparas fluorescentes acompañaban a Laura Martínez. Durante tres años, la enfermera había velado por él: Andrés delRío, el magnate cuya empresa había alcanzado cientos de millones de euros, atrapado en un coma tras un trágico accidente de carretera. No había familia que lo visitara, ni amigos que le hicieran compañía. Sólo ella.

No sabía por qué sentía una extraña atracción hacia aquel hombre. Tal vez era la serenidad que mostraba su rostro inerte, o la idea de que bajo esa quietud se ocultaba un fuego que había incendiado salas de juntas. Laura se repetía que era sólo compasión, un vínculo profesional que había cruzado límites, pero en el fondo lo sabía mejor.

Aquella noche, tras terminar la revisión rutinaria, se sentó a su cabecera y observó al hombre que, de alguna manera, había pasado a formar parte de su vida. Su cabello había crecido más largo; su piel pálida mostraba la rugosidad de una vida que le había sido arrebatada. Susurró: «Has estado mucho tiempo fuera, Andrés. El mundo siguió, pero creo que yo también lo he hecho».

El silencio se hizo insoportable. Una lágrima resbaló por su mejilla. Impulsada por un impulso irreflexivo, apoyó sus labios suavemente contra los suyos. No era un beso romántico, sólo un gesto humano, una despedida que nunca llegó a pronunciar.

Y entonces sucedió.

Una débil y ronca exhalación escapó de su garganta. Laura se congeló. Sus ojos se dirigieron al monitor: el ritmo había cambiado, el pitido se aceleró. Antes de que pudiera comprender lo que ocurría, un brazo fuerte la rodeó por la cintura.

Se quedó sin aliento.

Andrés delRío, el hombre que no se había movido en tres años, estaba despierto, abrazándola. Su voz, áspera y apenas un susurro, preguntó: «¿Quién eres tú?»

El corazón de Laura se detuvo en seco.

Así fue como el hombre que todos pensaban que jamás despertaría lo hizo, envuelto en los brazos del enfermero que acababa de besarlo.

Los médicos lo calificaron de milagro. La actividad cerebral de Andrés había permanecido dormida durante años, y sin embargo, en cuestión de horas, respiraba, hablaba y recordaba fragmentos de su pasado. Para Laura, sin embargo, el milagro venía acompañado de culpa. Ese beso no había sido para que nadie lo supiera.

Cuando la familia de Andrés apareció finalmente abogados, asistentes y personas más interesadas en su empresa que en su salud Laura trató de pasar desapercibida. No podía olvidar la forma en que sus ojos la seguían durante las sesiones de rehabilitación, la manera en que su voz se suavizaba al pronunciar su nombre.

Los días se convirtieron en semanas. Andrés luchaba por volver a caminar, por recomponer sus recuerdos. Rememoraba el accidente: la disputa con su socio, la lluvia, el choque. Todo lo demás era un borrón hasta que despertó y la vio a ella.

Durante una sesión de fisioterapia, le preguntó en voz baja: «¿Estuviste allí cuando desperté, no?»

Laura vaciló. «Sí».

Él la miró fijamente. «Y me besaste».

Sus manos temblaron. «¿Te recuerdas eso?»

«Recuerdo el calor», respondió él. «Y una voz. La tuya».

Quiso marcharse. «Fue un error, señor delRío. Lo siento».

Pero Andrés sacudió la cabeza. «No te disculpes. Creo que me devolviste la vida».

Laura no podía creerlo. Sonrió débilmente, no con la elegancia del CEO de portada, sino con una vulnerabilidad auténtica.

A medida que se recuperaba, comenzaron a circular rumores: que el enfermero se había enamorado de ella, que había cruzado la línea. Lo citaron a la oficina del director del hospital. «Te van a reasignar», le dijo con frialdad. «Esta historia no puede escaparse».

Laura sintió el corazón romperse. Antes de poder decirle adiós a Andrés, su habitación quedó vacía; él se había dado de alta antes de tiempo, desapareciendo en su mundo de siempre.

Se dijo a sí misma que todo había terminado, pero en lo profundo sabía que su relato aún no había concluido.

Tres meses después, Laura trabajaba en una pequeña clínica de la calle Alcalá cuando lo volvió a ver. Andrés delRío, sentado en la sala de espera, llevaba un traje gris y esa expresión inconfundible.

«Necesito una revisión», dijo con naturalidad. «Y quizás… ver a alguien».

Laura sintió que su pulso se aceleraba. «Señor delRío»

«Andrés», corrigió él. «Te he estado buscando».

Trató de mantener la compostura, pero su voz tembló. «¿Por qué?»

«Porque, después de todo, comprendí algo», respondió suavemente. «Cuando desperté, lo primero que sentí no fue confusión ni dolor, sino paz. Y he estado intentando encontrarla de nuevo desde entonces».

Bajó la mirada. «Estás agradecido. Eso es todo».

«No», replicó él con firmeza. «Estoy vivo gracias a ti. Y vivo porque quiero volver a verte».

El bullicio de la clínica los rodeó, pero todo se volvió tenue. Él se acercó, sus ojos se clavaron en los de ella. «Me diste una razón para regresar. Tal vez ese beso no fue un accidente».

Laura dejó que las lágrimas se posaran en sus mejillas. «No lo fue», susurró. «Pero tampoco estaba destinado a significar nada».

Él esbozó aquella sonrisa silenciosa que ella recordaba. «Entonces hagamos que signifique algo».

Se deslizaron los labios una vez más, no como un robo, sino como el inicio de un nuevo capítulo.

Al separarse, ella rió suavemente. «No deberías estar aquí. La prensa»

«Que hablen», contestó él. «He pasado suficiente tiempo preocupado por titulares. Ahora elijo lo que realmente importa».

Por primera vez en años, Laura le creyó. El hombre que una vez dominó imperios se encontraba ahora frente a ella, en una humilde clínica, eligiendo el amor sobre el legado.

Y así, la enfermera que había roto todas las reglas encontró su propia forma de sanar, latido a latido.

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MagistrUm
La enfermera besó en secreto a un apuesto CEO que había estado en coma durante tres años, creyendo que nunca despertaría — pero para su sorpresa, él la abrazó repentinamente después del beso…