La doble vida de mi pareja

Hoy anotaré esto. Claudia se acercó con los brazos cruzados. “Otra noche fuera, Ignacio”. Mi voz sonaba tranquila, fría incluso. Pero por dentro ardiendo, como si me hubieran echado agua hirviendo.

“Ignacio calló. Desvió la mirada. Luego, como siempre, se frotó el tabique de la nariz, suspiró, empezó a buscar excusas.”
“Claudia soltó: «¿Paciente? Qué curioso… porque tu camisa huele a perfume de mujer, y en el móvil veo que entraste en Instagram a las tres de la madrugada».”
“Guardó silencio. «Te lo explicaré. Solo no empieces. No ahora, ¿vale?»”
“No empecé. Aunque me moría por gritar, por lanzarle la maldita camisa. Pisotear su ridículo orgullo. Pero me contuve.”
“Llevábamos nueve años casados. Lo típico: hipoteca, nuestro hijo Lucas en tercero, cuenta bancaria conjunta, costumbre de hacernos café por las mañanas. Pero desde hacía medio año, ese café solo me lo preparaba yo.”
“Ignacio salía temprano, «al hospital», según él, o volvía tarde. O «hacía guardia». Pero en el alma sentía que no era ningún héroe con bata blanca. Era un mentiroso. Y había alguien más.”
“El hervidor silbaba en la cocina. Observé por la ventana cómo nuestro vecino despedía a su mujer con un beso. Cómo acariciaba a su hija. Y me dió un temblor de rabia: ¿y yo qué?”
“Me perdí las primeras señales. Fue sutil, meticuloso. Primero desactivó la geolocalización: «va lento el móvil». Dejó de dejar cosas en el baño: «esterilidad, soy cirujano». Ni soltaba el teléfono en casa.”
“«Claudia, no te montesmes películas», decía con voz cansina. «Sabes que te quiero. ¿Otra mujer? No me quedan fuerzas ni para ti, mucho menos para otras».”
“Mientras se duchaba, cogí su móvil. Hasta el gato sabía el PIN. Pero los mensajes, vacíos. O borrados o hablaba por otro lado. ¿Instagram? Solo páginas de fútbol y cirujanos.”
“Pero no nací ayer. Y no era tonta.”
“«Si no puedes atrapar la verdad, busca a quien la conozca».”
“Y decidí que esa persona podía ser… su hermano pequeño, Antonio. Con el que últimamente «quedaba» tanto.”
“«Hola, Antonio. Tengo unas preguntas».”
“«¡Claudia! ¿Qué pasa?»”
“«¿Quedaste con Ignacio ayer?»”
“«Eeeh… bueno… algo así…»”
“Claro. Algo así. Ja.”
“«Antonio, sin rollos. Dime: ¿estaba contigo?»”
“«No», soltó al fin. «Lo siento. No puedo cubrirle más».”
“Me paralicé. Ahí estaba, la verdad a punto de salir.”
“«¿Tiene otra mujer?»”
“Antonio bajó los ojos.”
“«No exactamente…»”
“«¿Entonces?»”
“Dudó.”
“«Claudia, ¿seguro que quieres saber?»”
“Sentí la sangre subirme a la cabeza.”
“«Habla. Ahora. Sin rodeos».”
“«No es solo otra… Claudia, lleva una doble vida. Tiene… otra familia. En Vallecas. Una mujer. Y… un niño. Tiene tres años».”
“Me quedé de piedra. Como encerrada al vacío. Enmudecí, ensordecí. Antonio farfullaba disculpas, pero sus palabras sonaban a través de algodón.”
“Un hijo. Ignacio tenía un hijo. Tres años mintiendo. TRES AÑOS. Mientras yo llevaba a Lucas a extraescolares, planchaba sus camisas, hacía su lasaña favorita y creía que era solo una mala racha en el trabajo. Ingenua. La esposa perfecta.”
“«¿Dónde viven?», pregunté sin lágrimas ni estremecerme.”
“«Claudia… no hagas tonterías».”
“«¿Dónde. Viven?», repetí, clavándole la mirada.”
“Cedió.”
“«En Vallecas. Alquilan. Cuando te dice que está conmigo, va allí».”
“«¿Y ella sabe de mí?»”
“«Claro. Pero… le dijo que vivís como vecinos. Que solo seguís juntos por Lucas».”
“Claro que sí, Ignacio. Ya verás cómo seguimos. Sentía un volcán dentro, pura furia contenida. Aguante.”
“Por la noche, preparé la cena como cada viernes. Lucas hacía deberes en la cocina, yo cortaba lechuga. Parecía una postal de felicidad. Solo que yo ya era otra.”
“Cuando Ignacio llegó del trabajo, lo recibí como siempre: beso en la mejilla. Solo que ahora lo hacía para ver la cara del traidor de cerca.”
“«¿Cómo fue la guardia?»”
“«Matadora», refunfuñó, sentándose. «Un chico con perforación gástrica. Caso triste…»”
“«Ignacio… ¿no tendrás que ir luego con tu hijo de tres años?»”
“Se paralizó. La cuchara suspendida sobre la sopa. Cara de piedra. Luego sus párpados temblaron.”
“«¿Qué has dicho?», susurró.”
“«Lo que oíste. Sé todo. Lo de Vallecas, la mujer, el niño. Las mentiras. La traición».”
“Dejó la cuchara. Silencio.”
“«Claudia… iba a decírtelo».”
“«¿Cuándo? ¿En dos martes? ¿O cuando tu hijo me llamara diciendo “tía, mi papá no vino”?»”
“Calló.”
“«Ignacio, dime la verdad: ¿la quieres?»”
“«No lo sé…»”
“«¿Y a mí?»”
“Calló. Miró hacia la ventana. Basta. Con esa mirada a la nada, estaba todo dicho.”
“Esa noche no dormí. Imposible. Él, quizás tampoco. Durmió en el salón; de la habitación lo eché sin contemplaciones. Por la mañana le preparé una bolsa.”
“«¿Te vas?», preguntó él.”
“«No, me quedo. Te vas tú. Con tus cosas y tus engaños».”
“«Claudia, eres fuerte. Lo superarás».”
“«Tú eres débil. Y, por extraño que parezca, esto es liberarse».”
“Dos semanas después. Ignacio llamaba, escribía, pedía vernos.”
“«No puedes impedir que vea a Lucas. Yo no lo he abandonado…», gritó al teléfono.”
“«Ya los abandonaste. Ahora acaba el trabajo. Vete con tu “paciente urgente” llamada Silvia y su “diagnóstico” niño».”
“Contraté un abogado. Supe que reconoció legalmente al otro niño. Dinero de la cuenta común. Le compró un coche. ¿Y yo? Flores el día de la madre y “te qu
Diario:
Ayer fui a la reunión de padres, arreglado y seguro, pintalabios rojo bien puesto. Mientras hablaba la tutora, se me cayó el bolígrafo. El padre sentado a mi lado —nuevo, de la clase paralela— la recogió, me la devolvió con una sonrisa discreta y susurró: “Disculpe el atrevimiento, pero tiene una letra hermosa… soy Antonio, papá de Clara”. “Marco, papá de Sergio”, contesté, devolviéndole la sonrisa. En aquel instante, mientras sosteníamos la mirada un segundo de más, comprendí que la vida, igual que una herida bien suturada, empieza a cicatrizar cuando dejas de rascarla y abres la puerta a nuevos aires. El vacío de Elena se llenaba poco a poco con mi propia paz, y quizá, solo quizá, con el tímido comienzo de algo diferente cuando dejé caer el bolígrafo.

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La doble vida de mi pareja