La cuñada cree que somos responsables de mimar a sus hijos.

La hermana de mi marido siempre usa frases súper ambiguas. Cuando dice “Habría que llevar a los niños a ver esa película nueva”, en realidad significa que mi marido tiene que salir corriendo para llevar a sus sobrinos al cine. Y si suelta “Qué buen día hace, y vosotros en casa”, es su manera de pedir que nosotres les llevemos al parque de atracciones con los críos. Claro, pagando nosotres.

Yo nunca pillo los indirectas. Y cuando ya son demasiado obvias, finjo que no me entero. Si quieres pedir algo, dilo claro. Y no te hagas la interesante. Pero mi marido siempre cae al instante con lo que quiere su hermana.

Él quiere mucho a sus sobrinos. Y los mima demasiado, en mi opinión. Los sentimientos de Lorena se entienden, su deseo de que los niños hagan planes chulos también. Pero, para mí, eso es cosa de los padres. Los abuelos, tíos o tías no están obligados.

Claro, de vez en cuando está bien hacerles un detalle. Son familia, al fin y al cabo. ¡Pero no es una obligación! Hace poco fue el santo de nuestro sobrino, Adrián. Su cumple ya había pasado y le habíamos regalado una bici bastante buena. Pero Lorena, como siempre, vino a tirar indirectas. Parece que una bici de calidad no le pareció suficiente, aunque nos costó un buen pico. Ella decidió que al niño le venía mejor un fin de semana por Europa. Y ella con él, claro, porque un niño tan pequeño no puede viajar solo.

Su indirecta fue así: “Adrián siempre ha soñado con conocer Europa”. Y nos lo tradujeron el día del santo, cuando mi cuñado le dio a Lorena una tarta en vez de un billete de avión. Yo no fui, estaba trabajando. Mi marido fue solo. Le regaló al niño unas almohadas que formaban su nombre. Buscamos mucho por internet algo original para la ocasión. Normalmente en su casa no celebraban el santo.

Cada año, Lorena pide más. Ya me tiene harta. Pero mi marido adora a sus sobrinos y no puedo hacer nada. Él siempre quiso tener hijos propios, pero no llegaban. Así que se volcó con los de su hermana. A ella le bastaba con pedirles que pusieran carita de pena y mendigaran con voz dulce. Y mi marido salía corriendo a complacerlos. Yo lo veía clarísimo, pero él no creía que su hermana fuera capaz de usar así a los niños. Hasta que, de repente, me quedé embarazada.

Se lo dije enseguida. Se puso como loco de alegría, bailando alrededor de mi tripa. Cuando Lorena pidió lo del viaje, él le dijo que no y le soltó que pronto tendría su propio hijo. Su hermana se enfadó y le echó. Luego me llamó a mí, histérica. Que cómo me atrevía a quedarme embarazada. Que lo había hecho a propósito para que sus hijos sufrieran. No escuché sus gritos y colgué.

Después, los sobrinos aparecieron con unas cartas hechas a mano. Decían: “Tío, por favor, no nos abandones” y “¿Para qué quieres hijos si ya nos tienes a nosotros?”. Le tendieron una emboscada cerca del trabajo. Me pregunto quién les habría metido esa idea en la cabeza. Difícil que se les ocurriera solos. Pero Lorena calculó mal, porque el efecto fue el contrario.

Mi marido llegó a casa con las cartas, enfadadísimo consigo mismo por no haber visto antes lo tonto que había sido.

—¡Soy un auténtico idiota! “Tío, se nos rompió el microondas, tenemos miedo de usar el gas y mamá no tiene dinero para uno nuevo, ¿nos lo compras?” —imitó la voz de los niños—. ¡Siempre ha sido igual! Les decía lo que tenían que pedir, y yo, como un pardillo, caía.

Cambió de actitud en un segundo. Antes daba hasta su último euro por los sobrinos. Ahora anotó en un cuaderno todo lo que había gastado en ellos.

Lorena tuvo el descaro de venir a casa a negociar.

—Como pronto tendréis vuestro bebé, ¿no me harías un último favor, hermanito? Prometo no volver a pedirte nada. Necesito un coche para llevar a los niños —soltó en la puerta.

Mi marido le puso sus cuentas delante y le exigió que devolviera todo el dinero en seis meses. Luego la echó.

—Vete. Tienes que buscar trabajo —le dijo al cerrarle la puerta.

Ahora las amigas de Lorena me acosan en redes. Dicen que por mi culpa los niños pasan hambre y no tienen figura masculina. Las mando a paseo. Lorena ya está bien apañada: mi marido renunció a la herencia de sus padres, así que ella se quedó con todo, incluido el piso. Y su ex le dejó otro apartamento para los críos. Vive en uno, alquila el otro y encima cobra la pensión.

No creo que pase necesidad. Y nosotres tampoco.

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MagistrUm
La cuñada cree que somos responsables de mimar a sus hijos.