La anciana confesó que llevaba más de seis años sin ver a su hijo: “¿Desde cuándo no habla usted con él?”, le pregunté a mi vecina… Y en ese momento se me partió el corazón.

¿Desde cuándo no habla su hijo con usted? le pregunté a mi vecina. Y en ese instante, sentí que se me partía el alma.

La última vez que vi a mi hijo fue hace más de seis años me respondió ella. Cuando se fue a vivir con su esposa, al principio al menos me llamaba de vez en cuando pero después, sin más, dejamos de tener contacto. Una vez compré una tarta para su cumpleaños, fui a visitarle y bajó la mirada y rompió a llorar.

¿Y qué sucedió?

Fue mi nuera la que abrió la puerta y me dijo que en su casa no era bienvenida. Mi hijo no le dijo nada, solo me miró como si yo fuera la culpable de algo y apartó la vista. Esa fue la última vez que le vi.

¿Nunca volvió a llamarla él? Yo no podía creer lo que oía.

Una vez fui yo quien le llamó, cuando decidí vender el piso de tres habitaciones para comprarme uno más pequeño. Por supuesto, le di algo de dinero. Vino, firmó los papeles, cogió el dinero y nunca más supe de él.

¿Se siente usted muy sola, o ya se ha acostumbrado? le pregunté a la señora.

Estoy bien me dijo tratando de sonreír. Cuando era joven, me quedé sola con mi hijo porque mi marido se fue con otra. Yo lo crié solo, con todo mi cariño y mi esfuerzo. Mi hijo creció rodeado de amor y cuidados. Luego me dijo que quería alquilar un piso para él solo. Al principio me alegró, pensé que era señal de que había madurado, que ya era hora de independizarse.

Pero no era así, en realidad era por su novia. Fue ella quien insistió en que debían tener su propia vivienda, para que nadie se entrometiera en su vida. Poco después, ella se quedó embarazada.

¿Me lo cuenta así, tan tranquila? ¿No le duele que su hijo le haya dado la espalda a su edad? le dije, sorprendido.

Ya me he acostumbrado me contestó suavemente. Me gusta vivir en mi piso nuevo. Tengo dinero de sobra para mis cosas. Cada mañana me levanto, pongo agua a hervir y salgo a la terraza a tomar mi té mientras veo despertar la ciudad. Cuando era joven soñaba con poder dormir más, porque tenía que trabajar en dos jornadas. Imaginaba que de mayor estaría rodeada de seres queridos, pero por lo visto, mi destino era estar sola.

¿Y por qué no adopta una mascota? Así habría más alegría en casa.

¿Sabes, hijo? Hasta los gatos a veces también abandonan a sus dueños y no puedo adoptar un perro porque no sé si mañana despertaré o no. No puedo cuidar de quien no estoy segura de poder proteger. Ya cometí un error demasiado grande una vez, y eso me basta.

La mujer intentó no venirse abajo, pero al final no pudo más y rompió a llorar.

Hijos, jamás dejéis de lado a vuestros padres. Son parte de vosotros, y cuando se vayan, una parte vuestra también se irá con ellos.

Rate article
MagistrUm
La anciana confesó que llevaba más de seis años sin ver a su hijo: “¿Desde cuándo no habla usted con él?”, le pregunté a mi vecina… Y en ese momento se me partió el corazón.