**Diario Personal**
La ambulancia llegó en cuestión de minutos, pero para Ana, esos instantes parecieron una eternidad. Entre la conciencia y el desvanecimiento, la voz firme de Roberto fue el único lazo que la mantenía conectada a la realidad. «Aguanta, señora, todo va a estar bien. Los niños están conmigo, a salvo», le susurró, apretando suavemente la mano de Lucas, que lloraba sin control. Sofía, con los ojos llenos de lágrimas, lo miraba con desconfianza, pero también con una necesidad desesperada de protección.
Los paramédicos la colocaron en la camilla y revisaron sus signos vitales. «Deshidratación severa, agotamiento y probable hipoglucemia», dijo