La alegría de ser madre

**Día tras día en mi diario**

La mañana estaba cálida y tranquila en el pueblo, junto al bosque y al río. Se escuchaba el mugido de las vacas, ya pocas quedaban, y algún ladrido perezoso de los perros. Al otro lado del río, sobre el bosque, se acumulaban nubes oscuras.

Me encanta levantarme temprano en verano, disfruto de esa calma matutina. Aunque no tengo granja, solo unas gallinas y Bruno, mi perro tranquilo. Vivo sola en la casa que heredé de mi madre, que murió hace ya diez años.

Soy una mujer delgada, de unos treinta años, y ahora me encuentro junto al pozo, girando con esfuerzo la manivela para sacar el cubo lleno de agua. Con los dos pesados cubos en las manos, camino hacia mi casa por el sendero.

**El dolor y la pérdida**

Estuve casada con Zacarías solo seis meses. Alto y fuerte, era guardabosques por aquí. Los furtivos de la ciudad, con sus coches caros, lo temían. Al parecer, se cruzó con alguno en el bosque y lo mataron. La investigación duró meses, pero nunca encontraron al culpable. Zacarías fue enterrado, y desde entonces vivo sola.

Algunos pretendientes vinieron de pueblos cercanos, pero no quise formar una familia sin amor. Aunque hay alguien Gregorio, el mecánico del pueblo. Es corpulento, tranquilo, algo en él me recuerda a Zacarías. A veces, siento su mirada cálida sobre mí y bajo la vista rápidamente.

Cuando enviudé, el dolor fue profundo. “Ojalá hubiera tenido un hijo de Zacarías. Ahora tendría un pedazo de él conmigo. Pero no fue así”, pensaba, sintiendo ese instinto maternal sin nadie a quien cuidar.

**El hijo del granjero**

En el pueblo vivía Santi, un tipo arrogante y borracho, que siempre me esperaba cuando volvía del trabajo. Una vez incluso intentó abrazarme, pero lo empujé y agarré la pala que había junto a la puerta.

Si te acercas, te parto la cabeza en dos le dije con firmeza. Él, al verme así, se asustó y se fue.

Vivía con su padre, un granjero adinerado y cruel. La gente decía que su esposa murió por su culpa. Santi era igual que él, solo que tampoco trabajaba. Las chicas del pueblo le tenían miedo. Una vez, golpeó a un joven que defendía a su novia tan fuerte que lo mandó al hospital. Vino la Guardia Civil, lo multaron y se acabó el asunto. Todos sabían que esa multa era solo un soborno.

Una noche, el pueblo se despertó con el resplandor de un incendio. Ardió la casa del granjero, aunque alguien liberó a los animales antes. La investigación no encontró culpables, lo atribuyeron a un cortocircuito. El granjero no salió del incendio, y Santi tampoco estaba en casa esa noche.

Al tiempo, se supo que Santi se había mudado a la ciudad, donde tenía “amigos”. Yo respiré aliviada. “Por fin se fue”, pensé.

**El invitado no deseado**

Un día, subí las escaleras de mi casa y vi la puerta entreabierta. “Debí dejarla sin cerrar”, pensé. Pero al entrar, el olor a tabaco y alcohol me golpeó. Dejé los cubos y vi a un hombre dormido en la cama. Me asusté, pero al mirar mejor, reconocí a Santi.

Al menos no es un ladrón pensé.

Lo empujé con fuerza, y él abrió los ojos.

Lárgate de aquí. ¿Desde cuándo te crees dueño? grité. Si no te vas, llamaré a todo el pueblo.

¿Dónde andabas tan temprano? ¿No dormiste en casa? preguntó él, grogui.

¿Y tú quién eres para pedirme cuentas? ¡Fuera! me enfadé.

No grites, despertarás al niño dijo, señalando hacia la habitación pequeña.

Asomé y vi a un niño pequeño durmiendo en el sofá.

¿Qué niño? ¿De quién es? pregunté, confundida.

Mío, Jorge.

¿Tuyo? ¿Desde cuándo tienes un hijo? no podía creer que alguien como él fuera padre.

**Jorge**

Me acerqué. Era flaco y sucio, como un cachorro abandonado.

Sí, es mío. Su madre murió. Solo lleva dos meses conmigo.

¿Cuántos años tiene?

Cinco creo.

¿No sabes la edad de tu hijo? me sorprendí.

¿Podemos quedarnos un par de días? pidió de pronto. Tengo asuntos que resolver.

Ni lo sueñes respondí firme.

Entonces, una vocecita dijo:

Tía, tengo sed.

Me giré y lo vi. Mis brazos cayeron sin fuerza.

Vamos a la cocina, pequeño dije.

No soy pequeño, soy Jorge respondió él con su voz delicada.

Bueno, Jorge, vale.

Le di agua, lo acosté y volví a la cocina, donde Santi, despeinado y sucio, seguía sentado.

Agustina, por favor no nos eches. Solo unos días. Sé que eres buena, no nos harás daño. Lo juro balbuceó.

No sabía qué negocios tenía en el pueblo, pero por Jorge, accedí. El niño era callado y serio, solo sonreía jugando con Bruno. Santi ayudaba, cortaba leña, traía agua pero algo olía mal.

Tienes piso en la ciudad, dinero intenté hablar.

Lo perdí todo. Hasta el piso. Quizá por eso murió su madre miró a Jorge. Tal vez encuentre trabajo aquí.

No le creí. La gente decía que en la ciudad andaba en cosas turbias. Y luego, el olor a alcohol volvió.

¿Qué hago? pensé. Me encariñaba con Jorge. ¿Qué le enseñaría un padre así?

**Ahora tengo un hijo**

Jorge me miraba con cariño, hacía preguntas infantiles. Una vez, apoyó su cabeza en mis rodillas. Día a día, sentí que ese niño se aferraba a mí. Lo bañé, le compré ropa, le leí cuentos. Lo llevaba a trabajar conmigo. Su padre aparecía y desaparecía, sin importarle el niño.

Hasta que un día, volví a casa y todo estaba revuelto. El dinero, mi abrigo nuevo todo robado. Lloré sin darme cuenta. Jorge me tiró del brazo.

Tía Agustina, no llores. Fue mi padre con sus amigos. Se fue y no volverá. Ahora soy tuyo, ¿verdad? me miró fijamente.

Sí, Jorge. Ahora eres mi hijo.

¿Para siempre?

Para siempre.

Vino la Guardia Civil, pero lo que más me preocupaba era la custodia. Al menos Santi dejó el certificado de nacimiento de Jorge.

El agente me ayudó.

Si tanto te importa, tramitaremos los papeles.

Gracias dije, abrazando a mi hijo.

Y así, Jorge se convirtió en mi alegría. Le di todo el amor que guardaba, y él me llamaba “mamá”. La casa se llenó de risas.

**La felicidad llegó**

Un día, Gregorio pasó por casa. Jorge jugaba en el patio.

¿Tu mamá está? preguntó.

Sí. ¿La llamo?

Pásame, tengo que hablar con ella dijo.

Salí y lo invité a entrar. Se quedó quieto, nervioso.

Agustina, ¿por qué nos miramos sin decir nada? Sé que sientes algo por mí. Quería acercarme antes, pero con lo de Jorge Ahora te quiero más por haberlo adoptado. Criémoslo juntos. Necesita un padreAsí, con el tiempo, nuestra familia creció, llena de amor y risas, y el dolor del pasado quedó atrás como un mal sueño.

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