La abuela echó a su nieto y a su esposa, y decidió vivir sola a los 80 años

Diario,
Mi abuela tiene ya ochenta años. Hace justo una semana decidió echar a mi hermano mayor y a su esposa de casa. Desde entonces apenas habla con nadie. Cuando le digo que queremos pasar a verla, cuelga el teléfono de inmediato. Ni siquiera abre la puerta a nadie.

Mi hermano nunca quiso dar razones claras de por qué se mudó a un piso de alquiler. Tampoco me ha sorprendido tanto que abuela lo echara, porque siempre ha sido muy despreocupado y bastante comodón, siempre tirando hacia el gasto.

En cuanto abuela empezó a vivir sola y quedó espacio en su piso, la familia se reunió para hablar del futuro. Ella no quiso ni aparecer. Sólo había un tema: ¿Cómo iba a vivir sola con esa edad tan avanzada?

La hermana de mi padre sugirió que su hija, que ya tiene treinta años y está en paro, podría cuidar de la abuela. Todos sabíamos que la chica siempre había sido bastante despreocupada y poco atenta.

Otra de las tías propuso buscarle un pequeño estudio a abuela, diciendo que así se ahorrarían gastos:
Ahora que los jóvenes tienen casa, ¿cómo va a poder pagar el alquiler de un piso tan grande ella sola?

Mi tío se ofreció a llevarse a la abuela a su casa, y que su hijo se mudase al piso de ella. Tenía sentido: no es nada fácil vivir sola a los ochenta años. Que los jóvenes se lo busquen por su cuenta. Todos esos ofrecimientos venían disfrazados bajo un manto de preocupación y cariño por abuela.

Me preocupa mucho mamá. ¡Así estará en buenas manos! decía mi tío con toda la cara.

Pero abuela ya había vivido con uno de sus nietos, y ahora mi tío quería enchufar allí al otro. Mi padre sugirió, muy sensato, que dejásemos que abuela decidiera por sí misma, pero todos pusieron el grito en el cielo.

La tía que más insistía fue la que consiguió que todos votaran a favor de su hija. Así que la chica empezó a hacer las maletas, y comunicaron por teléfono a la abuela la decisión del consejo familiar. Ella, entendiendo perfectamente el asunto, colgó de inmediato.

Cuando llegó la nieta a la casa de la abuela, venía pensando ya en las reformas que podría hacer. Pero las cosas no salieron como ella esperaba. Abuela no quiso abrirle, aunque sí le dejó en la puerta un tarro de tomate en conserva como regalo.

¿Cómo puede vivir así, sola? se quejaba mi prima, frustrada. Dice que después de ochenta años, por fin va a vivir como nunca. ¡Y ahora le da por disfrutar! ¿Y si pasa algo? ¿Y si enferma? ¡La soledad es muy peligrosa!

La abuela ni se lo plantea. Vivió con sus padres, luego con mi abuelo, con sus hijos, con los nietos, y hasta con la familia política de su nieto. Ahora, de pronto, quiere vivir sola y tranquila, y nada menos que en un piso de tres habitaciones. ¡Eso sí que es el colmo! Parece que ya va siendo hora de hacer sitio a la siguiente generación.

Sólo mi padre lo vio desde la calma. A él no le gustaba la idea de la mudanza. Así que propuso una solución: abuela no debía quedarse desatendida, las tías tenían razón en que podía pasar cualquier cosa. Para colmo, ni sus hijos tenían copia de las llaves: abuela cambió la cerradura cuando echó a mi hermano.

Con el permiso de mi madre, instaló una cámara de seguridad en la entrada del piso. Así todos los familiares preocupados podían ver en vídeo que abuela seguía bien. Y ella, cada vez que pasaba frente a la cámara, hacía una mueca o una sonrisa divertida.

Insistió en que pagaría sus gastos de luz y agua, además de que, estando sola, apenas iba a consumir. Rechazó cualquier tipo de ayuda con tal de que la dejasen tranquila. Ahora todos están en paz. Así, la tecnología logró que abuela pudiese librarse de aquellos familiares indeseados.

Al final, todo ha salido bien, salvo que abuela sigue sin dejar entrar a nadie en casa, ni siquiera para tomar un café. Ayer fui a verla y tuve que recoger en el rellano un tarro de mermelada que me había dejado. Aún teme perder su independencia y libertad. Ojalá pronto vuelva a sentirse tranquila y se anime a abrir la puerta a las visitas.

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La abuela echó a su nieto y a su esposa, y decidió vivir sola a los 80 años