Impactante revelación: cuando se enteró de mi embarazo, me dejó como un cobarde.

¡El shock fue ensordecedor! Descubrió que estaba embarazada y me dejó como un cobarde miserable.

Me llamo Beatriz García, tengo 20 años y vivo en la localidad de Covarrubias, donde la provincia de Burgos esconde sus días grises entre bosques y ríos. Dudé mucho si debía escribirte, pero tras leer las confesiones de otras chicas, me decidí a expresar mi dolor. Mi historia es una herida que no cicatriza, una sombra que me persigue, envenenando cada día de mi juventud.

Todo empezó cuando tenía 15 años. Me enamoré de un chico, Álvaro, que era tan apuesto que parecía sacado de un sueño. Sus ojos, su sonrisa… todas las chicas en el colegio suspiraban secretamente por él. No podía creerme mi suerte cuando una amiga me susurró que él quería verme. “¿De verdad?”, pregunté mientras mi corazón latía como un pájaro enjaulado. Accedí sin pensarlo dos veces. En nuestro primer encuentro me regaló una rosa roja; todavía la guardo, seca entre las páginas de un libro viejo. Aquella noche fue como un cuento: su voz, su calor… me refugié en eso, sin darme cuenta de la caída que me esperaba.

Me entregué a él, y esa fue mi fatal equivocación. Pronto supe que estaba embarazada. Mi mundo se desmoronó. Mis padres, al enterarse, me miraron como si fuera una extraña: mi padre permanecía en silencio con los puños cerrados, mientras mi madre lloraba como si hubiera muerto. Estaba aterrorizada, atrapada sin salida. Y él, Álvaro, mi hermoso príncipe, me dejó como un cobarde. Al oír sobre el bebé, palideció, murmuró algo ininteligible y desapareció, evaporándose como si nunca hubiera existido. Me quedé sola, con este miedo, esta vergüenza y esta carga que aplastó mi juventud.

En casa se hizo un silencio más aterrador que los gritos. Mis padres se apartaron, la herida los ahogaba, y yo no sabía a dónde huir. Finalmente, con el consentimiento de mi madre, decidí abortar. Fue un infierno: dolor, lágrimas, vacío. Después me encerré en mí misma, como en un ataúd. El shock fue tan intenso que no pude mirar a los chicos durante años. Desde entonces no he salido con nadie; ni siquiera he sentido el más mínimo atisbo de amor. El amor se convirtió en un veneno para mí, y el sexo, en una pesadilla de la que despierto sudando frío. Tengo miedo de volver a quedarme embarazada, miedo de tener que dar a luz si sucede de nuevo, y ese miedo me ha congelado.

He perdido mi esencia. Mi alma es como un violín destrozado que sólo toca melodías tristes, en armonía con mi melancolía. Vivo en soledad, en una tristeza perpetua en la que no hay lugar para la alegría. El sol para mí se ha apagado, las sonrisas se han vuelto ajenas, y mi sombra es un espectro que sigue cada uno de mis pasos. Olvidé cómo hablar con los chicos, cómo mirarlos a los ojos sin estremecerme. Mi voz tiembla cuando alguien me habla, y mi corazón se encoje de terror. Me he vuelto una estatua de hielo: fría, frágil, incapaz de sentir el calor.

A veces miro en el espejo y no me reconozco. ¿Dónde está esa niña que reía, soñaba y creía en el amor? Álvaro la robó, la pisoteó, dejándome solo dolor y miedo. Camino por las calles de Covarrubias, veo parejas enamoradas, y algo dentro de mí grita: ¿por qué yo no? ¿Por qué mi vida es oscuridad? Quiero amar, quiero vivir, pero cada vez que lo pienso, su rostro aparece ante mí: hermoso, mentiroso, cobarde. Me dejó en el peor momento, y todavía siento el eco de ese shock en mi pecho.

No sé cómo salir de este infierno. El miedo me ha encadenado: tengo miedo de confiar, miedo de abrirme de nuevo, miedo de repetir esa pesadilla. Mi juventud debería estar llena de luz, pero me ahogo en la tristeza. Mis amigos me invitan a salir, pero yo me escondo en casa, en mi habitación, donde sólo las paredes conocen mi dolor. Mis padres perdonaron hace tiempo, pero yo no puedo perdonarme: por mi ingenuidad, por mi debilidad, por haberle creído. Mi rosa en el libro es un recordatorio de aquel día cuando lo perdí todo.

Te pido, por favor, dime cómo vivir de nuevo. ¿Cómo derretir este hielo que aprieta mi corazón? Quiero liberarme del pasado, pero me tiene atrapada con una fuerza mortal. Tengo solo 20 años, y me siento como una anciana cuya vida terminó justo cuando empezaba. Álvaro se fue, pero me dejó con esta cruz: miedo, soledad, vacío. ¿Cómo encontrar la fuerza para volver a creer en el amor, en las personas, en mí misma? Estoy cansada de llorar sobre la almohada, cansada de tener miedo. Quiero sol en mi alma, pero no sé dónde encontrarlo. Por favor, ayúdame. Me estoy ahogando en esta oscuridad y no veo la luz.

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MagistrUm
Impactante revelación: cuando se enteró de mi embarazo, me dejó como un cobarde.