Huyendo de su marido en un pueblo remoto, cayó en una trampa para osos y pensó que era el fin, perdiendo la conciencia…

Huyendo de su marido desde un pueblo abandonado, cayó en una trampa para osos y pensó que era el fin, perdiendo la conciencia
Al despertar en una habitación desconocida, Lucía gimió suavemente. La cabeza le daba vueltas como si le hubieran golpeado la nuca, y su memoria era un vacíono lograba recordar qué había pasado ni cómo había llegado allí. El cuerpo le dolía como si hubiera estado inmóvil durante días, negándose a obedecer. Al intentar levantarse, descubrió con horror que estaba atadamanos y pies fuertemente sujetos. La invadió el pánico y se retorció en la cama, provocando un chirrido desagradable.
Por fin despiertas dijo una voz fría. No pasa nada. Quédate un poco más. Así entenderás lo equivocada que estuviste, y luego te dejaré ir. Volveremos a casa.
En ese momento, Lucía lo recordó todo. Había acordado el divorcio con su marido, Luis. Él había aceptado, pero luegoel golpe. No tenía intención de soltarla. «Eres mía le decía, y si no lo entiendes, te lo haré entender». Pero Lucía ya no podía soportar sus continuas infidelidades. Tras la primera, lo perdonó, le dio otra oportunidad. Tras la segunda, no. El amor se había apagado, solo quedaban el miedo y el asco hacia una relación tóxica, donde uno sufría de obsesión y el otro, de soledad.
Suéltame susurró ella, temblando. No cambiará nada. No puedes obligarme a quererte. Luis, por favor
Resígnate. Ahora estás en la etapa de negación, pero entenderás que estamos hechos el uno para el otro. Me darás otra oportunidad. Y no tienes adónde huir. ¿Recuerdas lo que te conté del pueblo abandonado donde vivían mis abuelos? Aquí no viene nadie. Nadie te ayudará. Y no me hagas enfadarsabes a qué puede llevar eso.
Lucía se estremeció. En los ojos de Luis veía locuray eso era lo que más la aterraba.
Once días¿o más?había pasado en aquella casa. Luis solo la soltaba unas horas al día, vigilando cada movimiento como un depredador a su presa. Lucía sabía que no estaba ante un hombre, sino ante un enfermo que necesitaba ayuda psiquiátrica. Pero fingió. Interpretó sumisión, esperanza de reconciliación, solo para volver a la civilización. En el trabajo nadie la echaría de menossu jefa quería deshacerse de ella desde que la pilló con su marido. Sus padres habían muerto, y sus amigas estaban acostumbradas a sus largas ausencias«marido celoso», suspiraban, sin profundizar.
Un día, cuando Luis se distrajo, lo golpeó con una pesada figura de cerámica. Cayó inconsciente, pero respiraba. Lucía no tuvo tiempo para comprobar si despertaría. Sabía que si lo hacía, no tendría otra oportunidad. Él había dicho que se quedarían allí mucho tiempo, y ella no podía seguir viviendo con un hombre cuya furia era como una bomba a punto de estallar.
Se puso toda la ropa que encontró y salió al frío. El aire helado le quemó los pulmones, pero corrió. Los coches, las carreterastodo estaba lejos. Temía que Luis la siguiera por las huellas, pero tenía que huir. El bosque, los aullidos de lobos a lo lejostodo la asustaba, pero prefería ser presa de una bestia que de un loco.
Las fuerzas la abandonaban. No sabía cuánto tiempo llevaba corriendo ni hacia dónde. La idea de congelarse o perderse la torturaba y entonces, un dolor agudo, un grito. Su pierna había quedado atrapada en una trampa para osos. La sangre tiñó la nieve. Cayó, intentando liberarse, pero las cuchillas no cedían. El dolor era insoportable. La conciencia se desvanecía.
Y entonces, una voz:
No te rindas, Blancanieves
Volvió a despertar en un lugar desconocido. El aire olía a té de hierbasalguien se lo había estado dando a sorbos mientras ella flotaba entre la inconsciencia.
¿Dónde estoy? susurró, incorporándose.
¿Ya estás mejor? dijo una voz desde la puerta.
Frente a ella había un hombresereno, de ojos amables, con un jersey de lana y pantalones cálidos.
¿Me salvó?
Tú te salvaste. Luchaste. Yo solo ayudé.
Se presentóMiguel. Le contó que la encontró en la trampa, la llevó a su casa, la curó, le puso antibióticos. Había estado delirando casi una semana. La trampa no había tocado el hueso, pero las heridas eran graves. «Sobreviviste. Eso es lo importante», dijo.
Vivía en la casa de su abuelo, el guardabosques. Había venido para descansar de la ciudad y continuar su laborretirar trampas de cazadores furtivos.
Así que hice bien al echar a ese hombre que vino aquí añadió. Un día después de encontrarte. Estaba como una fierabuscaba a alguien. No temas. Si vuelve, no entrará.
Lucía tembló. Luis había estado cerca. Pero ahora se sentía a salvo.
Pasaron los días. Le contó todo a Miguelel matrimonio, las infidelidades, su huida. Él escuchó en silencio. Ella esperaba temer a todos los hombres después de lo vivido, pero con él era distinto. Se sentía en paz. Cómoda. Él no presionaba, no exigía, no la culpaba. Solo estaba ahí.
A los diez días ya podía caminaraunque cojeando ligeramente. Miguel salió al bosque, y ella decidió cocinar la cenasu forma de agradecerle.
Cuando él regresó, la vio junto al fogón.
Te dije que descansaras frunció el ceño, quitándose la nieve de la ropa.
Lo siento Quería ayudar. No soporto sentirme inútil. Una carga.
Se suavizó.
Bueno. Ayuda, si quieres. ¿Qué hacemos?
En la conversación, por primera vez, él compartió algo personal: hacía dos años perdió a su prometida en un accidente. Cada aniversario venía a ese lugar tranquilo para enfrentar el dolor.
Lo siento dijo Lucía en voz baja. Pero la vida sigue. Estoy segura de que ella querría que fueras feliz. Después de lo que hizo mi marido, podría temer a todos los hombres. Pero tú no eres él. No puedes esconderse eternamente tras el miedo. Hay que seguir adelante.
Miguel asintió, y juntos prepararon una cena sencillapatatas guisadas, abrieron una botella de vino tinto semidulce. Durante la comida, Lucía finalmente preguntó lo que llevaba tiempo rondándole la cabeza: ¿de dónde salían los víveres en ese lugar perdido? Llegar era difícil, y salir, aún más. No sabía cómo volver.
Los trae mi ayudante cada dos semanas respondió Miguel. Esta vez se terminaron, y la nieve bloqueó los caminos. Vendrá mañana. Y tú irás con élvolverás a la ciudad.
El corazón de Lucía se encogió. Volver a casa. Al lugar donde no solo estaba su pasado, sino también la necesidad de enfrentarse a Luispresentar la denuncia, exigir justicia, divorciarse definitivamente. La idea de verlo le helaba la sangre. Pero con Miguel se sentía segura, como si su presencia fuera un escudo. Aun así, sabía que huir no era la solución. Debía regresar y cerrar ese capítulo.
No temas dijo Miguel en voz baja, tomándole la mano. Lo lograrás. Y ese cabrón no volverá a asustarte.
Lucía sonrió a través de

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MagistrUm
Huyendo de su marido en un pueblo remoto, cayó en una trampa para osos y pensó que era el fin, perdiendo la conciencia…