Hogar de Esperanza

**Un Hogar para Esperanza**

Siempre admiré a mi hermano mayor, Víctor, y desde niño quise ser como él. Comía lo mismo que él, aunque no me gustara. Si salía sin gorra, yo también me la quitaba. Mamá le regañaba: “¡Póntela, que tu hermano se va a resfriar!”

Seis años nos separaban, pero para mí era una eternidad. Ojalá hubiera nacido solo dos o tres años después, para que me llevara con él. Pero cuando salía con sus amigos, siempre me dejaba atrás.

“¿Crees que soy tu niñera? Me van a tomar el pelo los chicos”, decía con desdén. Yo empezaba a llorar.

“¡Basta! O no volveré a dibujar contigo”.

Y en ese momento, me callaba, como si me hubieran apagado.

Víctor dibujaba muy bien. Yo miraba embobado cómo su lápiz se deslizaba sobre el papel. Intentaba imitarlo, pero solo salían garabatos. Entonces él se sentaba a mi lado y, con paciencia, me enseñaba a sostener el lápiz, cómo hacer trazos firmes. Esos momentos juntos eran los más felices de mi vida.

Claro que también nos peleábamos. A veces me daba un coscorrón o me llamaba “enano” o “perrito”, algo que odiaba. Yo, frustrado, le escondía los lápices o le pintaba bigotes a sus dibujos.

Un día, por fin, me llevó al parque donde se juntaba con sus amigos. Se escondían tras los arbustos a fumar.

“Si le dices a los padres, te rompo las piernas”, amenazó, escupiendo entre dientes. Y yo sabía que lo haría. Ni siquiera cuando me pegaba, me quejaba.

En el colegio, nadie me molestaba porque sabían que era el hermano de Víctor. No era un matón, pero le tenían respeto. Luchaba hasta sangrar.

Intenté seguir sus pasos, apuntándome a su mismo gimnasio de lucha. Pero, como con el dibujo, no se me daba. No me gustaba pelear. Al final, lo dejé y me centY al final, comprendí que el verdadero legado de mi hermano no era ser como él, sino construir mi propia felicidad con Esperanza y nuestros hijos en el hogar que él soñó.

Rate article
MagistrUm
Hogar de Esperanza