«Historias de un embarazo en el pueblo: Mi encuentro con los chismes»

“Catalina, la que se quedó embarazada sin marido”: cómo me enfrenté a los chismes del pueblo

Cada vez que visito a mis abuelos en el pueblo, escucho los murmullos a mis espaldas mientras empujo el carrito: “Mira, es esa Catalina, la que se quedó embarazada, ¿sabes? La nieta de Rosa y Esteban. Vaya educación le dieron, qué vergüenza, sola y sin marido”. Los rumores corren más rápido que el viento. Me molesta, pero no digo nada. Mi abuela siempre me dice: “No les hagas caso, cariño. Hablan porque envidian que seas valiente y vivas a tu manera”.

La decisión que lo cambió todo

Tenía 24 años cuando supe que estaba embarazada. El padre, mi novio en aquel entonces, dejó claro que “no estaba preparado para esto”. No insistí. Sabía que podía sola. En la ciudad donde vivía y trabajaba, nadie se metía demasiado en mi vida. Pero en el pueblo, adonde fui a descansar y pensar, empezó el escándalo. Las vecinas cuchicheaban, las señoras del banco frente a la tienda se miraban con complicidad, y alguna incluso me preguntó sin rodeos: “Catalina, ¿y tu marido? ¿O esto es sin boda?”.

No quería justificarme. Sí, no estoy casada. Sí, decidí tener a mi hijo sola. Y no, no me avergüenza. Pero en el pueblo las reglas son distintas: todo el mundo sabe todo de todos, y si no encajas en su idea de la “vida correcta”, prepárate para las miradas. Mis abuelos, afortunadamente, me apoyaron. “Un hijo es una alegría, lo demás son tonterías”, decía mi abuelo, mientras mi abuela añadía: “Lo importante es que seas feliz. La gente siempre encontrará algo de qué hablar”.

Una vida nueva, desafíos nuevos

Cuando nació mi hijo, volví a la ciudad. Ser madre soltera no fue fácil: el trabajo, la guardería, las facturas, las noches en vela. Pero nunca me arrepentí. Lucas es mi luz, mi razón de ser. Crece alegre y curioso, y hago todo para que no le falte nada. Ahora voy menos al pueblo, pero cada visita viene con las mismas miradas. Solo que ya aprendí a ignorarlas. A veces hasta sonrío cuando alguien suelta: “Ay, Catalina, ¿sigues sola?”.

Mi abuela me dijo una vez: “En mis tiempos también pasaban estas cosas. Yo tuve a tu madre sin marido, y aquí estamos. Lo importante es no dejar que las palabras ajenas te rompan”. Esas palabras son ahora mi lema. Entendí que no debo demostrarle nada a nadie. Mi vida es mía, y yo elijo cómo vivirla.

Lo que quiero decirles a los demás

Ahora tengo 27 años y soy feliz. Sí, hay días difíciles, y a veces estoy agotada, pero me enorgullezco de criar a mi hijo sola. Si alguien más vive bajo el peso de las críticas, recuerda: las opiniones ajenas son solo ruido. No definen quién eres. Vive por ti y por quienes amas. ¿Los chismes? Se callarán cuando encuentren otro tema del que hablar.

Si tienes una historia parecida, cuéntame cómo lidiaste con las críticas. ¿O quizás tienes algún consejo para responder preguntas indiscretas? Comparte, de verdad me interesa.

Rate article
MagistrUm
«Historias de un embarazo en el pueblo: Mi encuentro con los chismes»