¿De verdad construimos nuestra casa para nada? se indignó la suegra. ¡Entonces devuélvanme la mitad del costo!
Necesito hablar contigo en serio dijo la mujer de pelo corto al sentarse frente a Carmen. Antes de que te cases con mi hijo, hay cosas que debes saber.
La joven rubia, delgada y de mirada inquisitiva, observó a su futura suegra, a quien apenas veía por tercera vez.
En resumen, si quieres entrar en nuestra familia, debes entender que las personas más importantes para Pablo son sus padres declaró con orgullo Antonia. No necesitamos una nuera que gobierne a mi hijo.
¿Acaso lo gobierno? la interrumpió Carmen.
¡Escúchame hasta el final, por favor! Demuestra un poco de paciencia replicó la mujer con brusquedad.
La joven bajó la mirada de inmediato, sintiéndose incómoda. No quería disgustar a la madre de Pablo. Llevaban poco tiempo juntos, y Carmen no deseaba parecer desagradable.
Pues bien continuó Antonia, nuestra familia tiene un plan: cuando Pablo se case, nos mudaremos a la casa que ya está casi terminada. ¡Viviremos todos juntos como una gran familia feliz!
¡Qué bien! exclamó la joven con una sonrisa algo forzada.
La mujer arqueó una ceja, sorprendida por la respuesta. No esperaba que su futura nuera aceptara tan rápido.
Me alegra que estés de acuerdo. Creo que nos llevaremos bien le guiñó un ojo Antonia.
Empezó entonces a elogiar a Carmen ante su hijo, destacando su inteligencia y amabilidad. Viendo esto, y pensando que un poco más de apoyo no le haría daño, Carmen se esforzó por agradarle aún más. Le regalaba pequeños detalles, con o sin motivo, mostrando siempre su consideración.
Un año después, temiendo que su hijo y Carmen no se casaran, Antonia presionó a Pablo para que diera el paso.
¿Cuándo piensas proponerle matrimonio? le preguntaba casi a diario. La muchacha podría marcharse, y luego te arrepentirás
Tras reflexionar, Pablo decidió que tenía razón y le pidió a Carmen que se casara con él. Ella aceptó feliz. Los padres del joven pagaron la boda, lo que convenció a Carmen de que había elegido bien.
Los primeros tres meses, los recién casados vivieron en un piso de alquiler, hasta que Antonia anunció con entusiasmo que la casa estaba lista para mudarse.
¡Vamos, preparen sus cosas, nosotros haremos lo mismo! informó la mujer a su hijo y su nuera.
¿Para qué? Aquí estamos bien refunfuñó Carmen, sin ganas de vivir con sus suegros.
¿Cómo que para qué? se sorprendió la suegra. ¡Quedamos en que, cuando la casa estuviera terminada, nos mudaríamos todos!
¡Múdense ustedes, nadie se los impide! respondió Carmen con altivez, cambiando de actitud de golpe.
Antonia se quedó en silencio, demasiado sorprendida para reaccionar.
Espera, tú me lo prometiste le recordó con calma.
Da igual lo que dije entonces. ¡No quiero vivir con ustedes! declaró Carmen con firmeza. Viviremos por separado. Por cierto, ya que se van, Pablo y yo nos mudaremos a su piso.
¿Qué? ¡No se te ocurra! rugió la suegra. ¡Descarada! añadió furiosa antes de colgar.
Carmen escuchó el tono de llamada unos segundos antes de cerrar la comunicación, perpleja.
Apenas colgó, oyó sonar el teléfono de su marido en la cocina. Escuchó a escondidas y comprendió que Antonia llamaba para quejarse de ella.
Media hora después, cuando Pablo terminó la conversación, Carmen entró en la cocina. Su rostro revelaba enfado y decepción.
¿Qué pasa? preguntó él con severidad.
¿Qué pasa? Carmen cruzó los brazos.
Mi madre ha llamado. Exige dinero
¿Qué dinero? ¿Y para qué? La noticia sorprendió a la joven.
Para la casa. ¿Qué le prometiste antes de casarnos? frunció el ceño Pablo. ¿Que viviríamos juntos?
Nada Carmen fingió inocencia.
Aprobaste su proyecto de casa, ¿verdad? insistió él.
¿Y qué? Lo apoyé entonces, pero ahora no quiero evitó su mirada.
Yo nunca lo apoyé, porque sabía que era una pérdida de tiempo. La casa estuvo sin terminar tres años, pero después de nuestra boda, la acabó. ¡Y todo por ti! reprochó Pablo.
Pues ya está terminada, ¿y qué? se encogió de hombros Carmen. ¿Cuál es el problema?
Su marido no pudo responder, pues su madre volvió a llamar. Pero tomó una decisión astuta: le entregó el teléfono a Carmen.
Toma, habla tú con ella.
En cuanto Antonia oyó la voz de su nuera, atacó sin miramientos.
¡Devuélvanme el dinero de la casa! exigió.
¿Qué dinero? ¿Estás loca? respondió Carmen, irritada.
¿Construimos esa casa para nada por tu culpa? se indignó la suegra. ¡Entonces devuélvanme la mitad de su valor!
¡Ni hablar! murmuró Carmen.
¡Cincuenta mil euros! ¡Me deben cincuenta mil euros! gritó Antonia. ¡O si no!
¿O qué? ¡No firmé ningún papel! replicó con sorna.
¡Pues entonces no volveremos a dirigirte la palabra! amenazó.
¡Mejor! sonrió Carmen y colgó.
Antonia empezó a reclamar dinero a Pablo, quien terminó pagándole mil euros al mes.
¡Con esto tardarás años en devolverlo! se quejó. O te mudas a la casa, o aumentas la cantidad.
Como Pablo no tenía más dinero, aceptó. Carmen, sin embargo, se negó, y tras seis meses, la pareja se separó para siempre.






