He entendido lo que hice. Quería volver con mi exmujer, con quien viví durante 30 años, pero ya era demasiado tarde…

Hoy, por fin, he entendido lo que hice. Quería volver con mi exmujer, con quien viví treinta años, pero ya era demasiado tarde…
Tengo cincuenta y dos años y no tengo nada. Ni esposa, ni familia, ni hijos, ni trabajo. Nada.
Me llamo Víctor. Pasé treinta años casado con Lucía. Siempre me encargué de mantener a la familia, mientras ella se ocupaba de la casa. No quería que trabajara, prefería que estuviera en el hogar. Con el tiempo, sin embargo, empezó a irritarme.
Aunque nos respetábamos, el amor se apagó. Pensé que era normal, que así era la vida. Pero todo cambió una noche en un bar, donde conocí a Sofía. Era veinte años más joven que yo, hermosa, amable y divertida. Como un sueño hecho realidad.
Empezamos a vernos y pronto se convirtió en mi amante. Dos meses después, ya no soportaba mentirle a Lucía. No quería volver a casa después del trabajo. Me di cuenta de que amaba a Sofía y quería que fuera mi esposa.
Cuando se lo confesé a Lucía, no hubo drama. Se mantuvo serena. Creí que ella tampoco me quería, por eso lo tomó con tanta calma. Solo ahora entiendo cuánto la herí.
Nos divorciamos. Vendimos el piso donde habíamos vivido tantos años. Sofía insistió en que no le dejara nada a mi exmujer. Y así lo hice. Lucía compró un pequeño estudio, mientras que con mis ahorros adquirí un apartamento para Sofía.
No ayudé a mi exmujer, no le di un solo euro. Sabía que no tenía dinero y que le costaría encontrar trabajo, pero en ese momento me dio igual. Mis hijos dejaron de hablarme. Sintieron que traicioné a su madre y no me perdonaron.
En aquel momento, no me importó. Sofía estaba embarazada y esperábamos con ilusión al bebé. Nació un niño, pero no se parecía ni a mí ni a ella. Mis amigos dudaban que fuera mío, pero no quise escucharlos.
La vida con Sofía fue un infierno. Trabajaba sin descanso, cuidaba de la casa y del niño. Ella solo pedía dinero y siempre estaba de fiesta. La casa era un caos, nunca había comida. Volvía a altas horas de la madrugada, borracha, buscando pelea por cualquier cosa.
Al final, perdí mi empleo. Estaba agotado, amargado, y mi rendimiento cayó. Así pasaron tres años. Hasta que mi hermano, que nunca confió en Sofía, me obligó a hacer una prueba de ADN. El niño no era mío.
Nos divorciamos al instante. Mientras tanto, había perdido todo contacto con Lucía y mis hijos. Después de separarme de Sofía, quise volver con mi primera esposa. Compré flores, vino, un pastel y fui a su casa. Pero ya no vivía allí. El nuevo dueño me dio su dirección.
Cuando llegué, un hombre abrió la puerta. Lucía había encontrado un buen trabajo y se había casado con un compañero. Era feliz, tenía una vida nueva.
Días después, la encontré en una cafetería. Le pedí que volviera conmigo. Me miró como si fuera un idiota y se fue. Ahora lo entiendo. ¿Qué quería? ¿Qué gané? ¿Por qué abandoné a mi esposa por una chica joven?
Tengo cincuenta y dos años y no tengo nada. Ni esposa, ni trabajo, ni siquiera mis hijos me dirigen la palabra. Lo perdí todo, lo que más importaba. Y es culpa mía. Por desgracia, algunos errores no tienen remedio.

Rate article
MagistrUm
He entendido lo que hice. Quería volver con mi exmujer, con quien viví durante 30 años, pero ya era demasiado tarde…