He casado con un chico humilde y toda mi familia se ha reído de mí.

Almudena, te cuento lo que pasó con mi vida, y cómo al final todo salió bien, aunque al principio muchos se rieron de mí. Hace siete años me casé con Javier, un chico sin nada de dinero. Mis tíos y primos no lo entendían y hasta se burlaban de mí en la cara. Sé que muchas mujeres tienen una idea fija de cómo debería ser su marido, y suelen fijarse en la cartera. Algunas buscan al príncipe azul, como si fuera un modelo de portada. Yo también tenía mis criterios: lo primero para mí era que no bebiera, porque sé que el alcohol solo trae problemas y no quería que mis hijos vieran a un padre siempre borracho.

También buscaba que fuera trabajón, sin flojera, y honesto. Las cosas materiales nunca fueron mi prioridad. No me importaba si tenía coche o piso. Vengo de una familia humilde, mi madre, Concepción, crió a mi hermano Luis y a mí sola, así que el lujo nunca fue una opción. Estuvimos juntos un año antes de casarnos; él tenía seis hermanos y trabajaba en su área en la Universidad Complutense de Madrid.

Vivía en la casa de sus padres, junto a su hermano y su madre. La boda fue íntima, solo los familiares más cercanos y unos cuantos amigos. Después del enlace empezamos a vivir bajo el mismo techo. Nos dimos cuenta de que teníamos personalidades distintas y tardamos unos seis meses en acostumbrarnos. La primera vez que vi a Javier llorar de verdad fue cuando nació nuestro bebé. Hoy tenemos dos niños, y aunque él cambió de sector, gana un buen sueldo en euros.

Al principio alquilábamos un piso en el centro de Madrid, pero ahora hemos comprado una casa en las afueras y nos va bastante bien. Claro que a veces no nos entendemos, pero siempre hablamos de los malentendidos y aprendemos a resolver los roces. No somos millonarios, pero lo que más vale para nosotros es estar sanos y contentos. Hoy celebramos el aniversario de hace siete años y medio, el día en que nos dijimos sí, quiero. Con los años he sentido que lo amo más y más y no quiero soltarlo nunca.

Me llena el corazón verlo jugar con los niños, cuidarme, llamarme para preguntar si tengo hambre. Es todo tan bonito. Por ejemplo, una amiga se casó con un hombre rico, todo parecía perfecto al principio, pero luego la engañó, le pidió dinero a sus padres y se volvió desobediente. Ella piensa divorciarse, pero no quiere que sus hijos se queden con él. Yo sé que esa vida no es la mía y me alegro de haber tomado la decisión correcta.

De verdad, les deseo a todas las mujeres que amen a sus hombres y se sientan amadas. No importa el tamaño de la cartera, lo que cuenta es el amor y la sinceridad. ¡Un abrazo grande!

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He casado con un chico humilde y toda mi familia se ha reído de mí.