¿Has llegado? ¿Quién te ha invitado, sinceramente? Hubieras hecho mejor en ayudar económicamente, respondió fríamente la tía.

¿Ya llegaste? ¿Quién te invitó, sinceramente? Mejor hubieras ayudado económicamente respondió fríamente la tía.

Lucía frunció el ceño al escuchar el insistente timbre del teléfono que la despertó de golpe. Miró la pantalla con sorpresa: era su prima Carla, con quien no hablaba desde hacía más de dos años.

¿Estás dormida? Qué suerte, yo no paro de llorar

Claro que estoy dormida, son las tres de la madrugada contestó Lucía, mirando el reloj con fastidio.

Si duermes tan tranquila, es que no te has enterado de nada replicó Carla con un tono enigmático.

Carla, ¿puedes ir al grano? suspiró Lucía. Mañana tengo que madrugar.

Podrás dormir después. ¡Tenemos una desgracia en la familia! exclamó su prima, como si Lucía tuviera la culpa de algo.

¿Qué clase de desgracia? preguntó Lucía, con un nudo en el estómago, temiendo por su madre.

El tío Javier murió esta mañana sollozó Carla. De repente. Para la tía Carmen ha sido un golpe terrible. No hay dinero. Hay que colaborar. Mañana, mi hermano y yo vamos al pueblo. ¿Vienes con nosotros?

No puedo. Iré solo al velatorio.

Entonces, háznos una transferencia, le daremos el dinero a la tía mañana insistió Carla. Setecientos euros.

Lucía envió el dinero al instante desde su móvil y volvió a dormirse. No le afectó demasiado la noticia; hacía años que no hablaba con la familia de su padre. Tras su muerte, la habían apartado, diciendo que ya no eran familia. Aun así, creyó que sería de mala educación no ayudar.

Después del ingreso, nadie la llamó. Carla la olvidó en seguida. Lucía intentó contactarla varias veces para saber la fecha del velatorio, pero su prima no contestaba. Al final, lo supo por unos conocidos y fue a despedirse de su tío.

La tía Carmen la recibió con el ceño fruncido, como si su presencia molestara más que la muerte de su marido.

¿Viniste? ¿Quién te llamó? Mejor hubieras mandado dinero le espetó con desdén.

Les envié setecientos euros replicó Lucía.

Qué raro, yo no he visto ni un céntimo respondió la tía, incrédula.

Se lo di a Carla

Ah, vaya cuento cruzó los brazos. Ella y Daniel solo me trajeron mil euros. Quinientos cada uno. De ti, ni palabra.

No lo entiendo Lucía buscó a Carla con la mirada, pero como por arte de magia, había desaparecido.

Al final, la encontró fuera, junto a la verja.

¿No le diste mi dinero a la tía? ¿Dónde está? exigió Lucía.

Sí, se lo di mintió Carla, evasiva.

Ella dice que solo fue de ti y Daniel

Está confundida se encogió de hombros.

¿Le diste mil euros?

Sí.

Era para los dos, no para tres.

¡Pues claro! ¿Y quién iba a pagar la gasolina? Carla alzó la barbilla con desafío.

Setecientos euros por doscientos kilómetros. Además, ¿por qué tengo que pagar yo vuestro viaje?

¿Quieres que te devuelva el dinero, es eso? se burló.

¡Sí!

Ahora no, luego te lo transfiero dio media vuelta y se alejó con aire arrogante.

Lucía, indignada, no aguantó más. Llamó un taxi y se marchó. Una semana después, su madre la llamó llorando.

Hija, ¿es verdad que diste dinero para el funeral de Javier y luego lo reclamaste? preguntó, angustiada.

Dí el dinero, no lo recuperé.

La tía Carmen está contando por todo el pueblo que te lo llevaste. Le molestó que no la abrazaras dijo su madre, apenada. Me da vergüenza salir, todos me miran.

Mamá, no fue así Lucía, furiosa, le explicó la verdad.

Carla nunca me devolvió el dinero.

¡Se quedó con él y luego dijo que fuiste tú quien lo reclamó! ¡Qué sinvergüenza! ¡Ojalá ese dinero les atragante! exclamó su madre, indignada.

Lucía pensó en llamar a Carla, pero prefirió ahorrarse el disgusto y la borró de su vida.

Sin embargo, meses después, su prima reapareció.

Hemos decidido poner una lápida al tío Javier. Te tocan mil euros anunció con tono empresarial.

No, no pienso dar ni un céntimo más.

Vaya forma de tratar a la familia se burló Carla. La verdad, me sorprende.

A mí también me sorprendió que me estafaras y luego difamaras.

¿De qué hablas?

Te quedaste con el dinero de la tía, no me lo devolviste, y mentiste ¿Y crees que voy a seguir tratando contigo? Si después de morir papá dijisteis que mamá y yo ya no éramos familia, ¡pues no nos debéis nada! colgó y la bloqueó para siempre.

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MagistrUm
¿Has llegado? ¿Quién te ha invitado, sinceramente? Hubieras hecho mejor en ayudar económicamente, respondió fríamente la tía.