¿Has llegado? ¿Quién te ha invitado sinceramente? Habrías hecho mejor en ayudar económicamente, respondió fríamente la tía.

¿Ya llegaste? ¿Quién te invitó, francamente? Mejor hubieras ayudado con dinero dijo fríamente la tía.

Elisa frunció el ceño al escuchar el insistente timbre del teléfono que la despertó de golpe. Miró la pantalla con sorpresa: era su prima Lucía, con quien no hablaba desde hacía más de dos años.

¿Estás durmiendo? Qué suerte, yo no paro de llorar

Claro que estoy durmiendo, son las tres de la madrugada contestó Elisa, viendo el reloj con fastidio.

Si duermes tan tranquila, es que no te has enterado de nada continuó Lucía, con un tono misterioso.

Lucía, ve al grano suspiró Elisa. Mañana me toca madrugar.

Podrás dormir luego. ¡Hay una desgracia en la familia! exclamó su prima, como si Elisa tuviera la culpa de algo.

¿Qué ha pasado? preguntó Elisa, temiendo lo peor.

El tío Javier ha fallecido esta mañana sollozó Lucía. Fue inesperado. Para la tía Carmen ha sido un golpe terrible. No hay dinero. Hay que poner entre todos para ayudar. Mañana vamos al pueblo con mi hermano. ¿Vienes con nosotros?

No puedo. Iré solo al velatorio.

Entonces, hazme una transferencia y le daremos el dinero a la tía mañana insistió Lucía. Setecientos euros.

Elisa envió el dinero al instante desde su móvil y volvió a dormirse. No le afectó demasiado la noticia; hacía años que no hablaba con esa parte de la familia.

Después de la muerte de su padre, ellos cortaron todo contacto, diciendo que ya no eran familia.

Aún así, Elisa pensó que sería de mala educación no colaborar.

Tras el envío, nadie la llamó. Lucía la olvidó al instante.

Elisa intentó contactarla varias veces para saber la fecha del velatorio, pero su prima no contestaba. Al final, lo supo por unos conocidos y fue a despedirse de su tío.

La tía Carmen la recibió con el ceño fruncido, como si su presencia le molestara más que la muerte de su marido.

¿Ya viniste? ¿Quién te avisó? Mejor hubieras puesto dinero dijo con desdén.

Les envié setecientos euros respondió Elisa.

Curioso, porque yo no he visto ni un céntimo replicó la tía con escepticismo.

Se lo di a Lucía

¡Vaya cuento! cruzó los brazos. Ella y Adrián solo me trajeron mil euros. Quinientos cada uno. De ti, ni rastro.

No entiendo nada murmuró Elisa, buscando a Lucía con la mirada.

Pero, como por arte de magia, había desaparecido. Al fin la encontró fuera, cerca de la verja.

Lucía, ¿no le diste el dinero a la tía? ¿Dónde está? exigió Elisa.

Sí, se lo di contestó ella, evasiva.

Ella dice que solo fue de ti y de Adrián

Está equivocada mintió Lucía sin mirarla.

¿Les diste mil euros?

Sí.

Era para los dos, no para tres.

¡Pues claro! ¿Y quién iba a pagar la gasolina? Lucía puso los ojos en blanco.

Setecientos euros por doscientos kilómetros. Además, ¿por qué tengo que pagar vuestro viaje? replicó Elisa.

¿Quieres que te devuelva el dinero, eso es? se burló Lucía.

¡Exacto!

Ahora no, luego te lo transfiero dijo, dándose la vuelta con aire arrogante.

Elisa, harta del comportamiento de su prima y la actitud de su tía, decidió marcharse. Llamó un taxi y se fue.

Una semana después, su madre la llamó llorando.

Hija, ¿es verdad que diste dinero para el funeral de Javier y luego lo reclamaste? preguntó entre sollozos.

Di el dinero, pero no lo recuperé.

La tía Carmen anda contando por todo el pueblo que lo retiraste. Le da rabia que no la recibieras con los brazos abiertos dijo su madre, apenada. Me da vergüenza salir, todos me miran mal.

Mamá, ¡no fue así! Elisa se indignó ante los chismes de su familia.

Le explicó toda la verdad.

Lucía nunca me devolvió el dinero concluyó.

¡Se lo quedó y dijo que fuiste tú quien lo exigió! ¡Qué cara más dura! ¡Ojalá se les atragante ese dinero! exclamó su madre, furiosa.

Elisa pensó en llamar a Lucía, pero prefirió ahorrarse el disgusto y dejó de hablarle.

Sin embargo, meses después, su prima resurgió.

Hemos decidido poner una lápida al tío Javier. Te tocan mil euros anunció con tono frío.

Ni un céntimo más.

¡Qué forma de tratar a la familia! protestó Lucía. Me has decepcionado.

Yo también. No esperaba que me estafaras y luego hablaran mal de mí.

¿De qué hablas?

Te quedaste el dinero de la tía sin devolvermelo y luego dijiste que fui yo. ¿Y crees que voy a volver a confiar en ti? Si después de morir mi padre dijisteis que mi madre y yo ya no éramos familia, ¡pues no os debo nada!

Y con eso, Elisa bloqueó su número para siempre.

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MagistrUm
¿Has llegado? ¿Quién te ha invitado sinceramente? Habrías hecho mejor en ayudar económicamente, respondió fríamente la tía.