Hace 25 años, un hombre se marchó al extranjero… El estrés y la angustia me provocaron cáncer

Hace 25 años, mi marido se fue al extranjero El estrés y la angustia me provocaron un cáncer.
Hace 25 años, mi esposo partió a trabajar fuera El estrés y la ansiedad terminaron por enfermarme.
Buenos días. Dudé mucho antes de escribir mi historia, quizá alguien la lea y reflexione Tal vez alguien se reconozca en ella, o quizá otro evite los errores que yo cometí.
Prefiero guardar el anonimato, pero necesito un consejo. Solo otra perspectiva.
Me casé por amor
Era joven cuando me enamoré de él. Tenía apenas 18 años, y él, 22. Era un amor puro, lleno de confianza mutua. Creíamos que superaríamos cualquier obstáculo, que nada nos asustaría si estábamos juntos.
Un año después de la boda, nació nuestro hijo. En ese momento, era feliz pero, como descubrí después, no por mucho tiempo. Llegaron tiempos difíciles. El dinero escaseaba, mi sueldo era bajo y el suyo apenas cubría las facturas. Vivíamos con humildad, como muchas familias, pero él creía que no era suficiente.
Me iré al extranjero. Allí pagan mejor, podremos vivir bien me dijo un día.
Le rogué que no se fuera. Le decía que saldríamos adelante. Mucha gente lo hace, estando juntos. Pero no me escuchó.
Me quedé sola con el niño.
Los años pasaron.
Esperé que volviera, pero no quiso. Decía que ganaba más allí. Que solo un poco más y todo mejoraría.
Supliqué, le pedí que se quedara. Ya había trabajo aquí, yo también ganaba algo. Mis padres me ayudaban con el niño. Podríamos vivir como cualquiera Pero él no quiso regresar.
Criando a un hijo sola, deseé tener otro, soñaba con una familia grande, pero él me dijo:
No hay dinero. Mantener a uno ya es un esfuerzo.
Pero ni siquiera con uno quiso estar cerca. Venía una semana o dos y volvía a marcharse.
Crié a mi hijo sola, asistía a las reuniones del colegio, pasaba noches en vela cuando enfermaba. Nunca le dije a mi marido que el niño estaba mal, no quería preocuparlo y él ni siquiera preguntaba.
No regresó
Si hubiera ganado una fortuna, si viviéramos en la abundancia, quizá diría: “Valió la pena”. Pero no. El dinero apenas alcanzaba para vivir con dignidad.
Sin embargo, había préstamos: para el techo, para el coche, para la lavadora nueva. Como en todas partes.
Intenté explicarle una y otra vez que el dinero no lo era todo, que nuestro hijo necesitaba a su padre, que estaba agotada pero no escuchaba.
Él vivía allí. Nosotros, aquí.
Los años pasaron.
Han pasado 25 años.
Regresó.
Pero no con ahorros, sino con deudas.
Cubrí parte de ellas vendiendo la casa de mi abuela. Me dio las gracias, dijo que me amaba, que por fin estaríamos juntos.
¿Pero a qué precio?
Demasiado tarde
Parecería que, al fin, había llegado el puerto deseado. Mi marido en casa, sin viajes, sin excesos Debería alegrarme.
Pero de pronto me di cuenta de que no podía respirar en esta casa.
Para mantener la paz, tuve que renunciar a mí misma.
Dejé de ver a mis amigasno le gustaban. Decía que él no tenía amigos, así que yo tampoco los necesitaba. No me lo prohibía, pero su mirada mataba cualquier deseo de salir.
Dejé de arreglarme. No le gustaban los colores llamativos, el maquillaje, los tacones. Decía que a nuestra edad no iban.
Dejé de reír, de contar historias divertidas, de soñar.
Vivía. Trabajaba. Limpiaba. Cocinaba. Dormía.
Una o dos veces al año nos íbamos de vacaciones. Solos, claro. Sin amigos, sin compañía. Porque él no soportaba a nadie.
Y lo aguanté todo. Todo.
Pero mi cuerpo no resistió
La rutina, la tensión constante, la soledad me aplastaron.
Enfermé.
El diagnóstico fue devastador. Cáncer.
Mi mundo se desmoronó en un instante.
No sé cuánto tiempo me queda.
Pero sé una cosa: si pudiera volver atrás, no viviría así.
Nunca permitiría ser una sombra.
Nunca dejaría que mi esposo controlara mi vida.
No renunciaría a mí misma por la ilusión de una familia.
Ahora es tarde.
Mi hijo ya es adulto, tiene su propia vida. Mis padres son mayores, los cuido como puedo.
Y mi marido Dice que me ama. Que estará a mi lado.
Pero ya no me conmueve.
No viví como quería.
Fui una esposa fiel. Paciente. Tierna. Lo esperé. Lo amé.
Y él Simplemente vivió como quiso.
Si pudiera volver atrás
Elegiría

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