¡Tendríamos que habernos preparado antes para la llegada del bebé!
Mi salida del hospital fue bastante particular. Mi marido estaba trabajando y vino a buscarme directamente desde la oficina. Le había pedido que pidiera unos días libres, pero el jefe no se lo permitió. Le supliqué varias veces que lo dejara todo listo para el nacimiento del niño, y me aseguró que se encargaría de todo. Si no hubiera sido así, habríamos hecho la colada antes, comprado todo lo que hacía falta y dejado el piso bien organizado. ¡Pero nada de eso pasó! se lamentaba la treintañera Almudena.
¿No cumplió con lo prometido?
Me fui al hospital sin tener nada preparado. Cuando regresé a casa, aquello era un desastre. Me dio vergüenza frente a la familia que vino a vernos. Había tanto polvo que podía dibujar en las estanterías con el dedo. Ni carrito de bebé, ni cómoda para la ropa, ni si quiera se tomó la molestia de comprarle un par de mudas al niño. Menos mal que unas amigas me trajeron pañales continuaba contando Almudena.
Almudena se casó hace seis años. Ahora, por fin, ella y su marido se habían convertido en padres. Postergaron mucho el tener hijos, intentando conseguir cierta estabilidad. Cuando las cosas mejoraron un poco, por fin se animaron.
Avisé a mi jefa de que esperaba un bebé y, nada más enterarse, me despidió. Otros se habrían defendido, pero lo tomé como una señal. Me dediqué a preparar todo con tranquilidad, bordando y disfrutando del tiempo libre. No necesitábamos demasiado dinero porque mi marido acababa de recibir un ascenso explicaba.
El embarazo fue perfectamente. Almudena aprovechaba para leer, pasear largas horas y elegir todo para el bebé sin prisas.
Mi marido decía que no comprara nada hasta que naciera el niño. Según él, era mejor así, como dicen nuestras abuelas. Mi hermana prometió cedernos una cómoda y una cuna. También guardó otras cosas pequeñas para nosotros y me insistía que, cuanto antes, debía pasar a recogerlas, limpiarlas y lavar la ropita. Pero al final, sólo pude preparar la maleta del hospital; no me dejaron hacer nada más suspiró Almudena.
Pero al comenzar el parto, el futuro padre casi se echa las manos a la cabeza al darse cuenta de la cantidad de cosas que hacía falta comprar. Almudena, mientras tanto, preocupada porque ni siquiera había tendido la ropa, recordaba que seguía todo en la lavadora desde hacía días hasta que regresó a casa.
Menos mal que algunas amigas me trajeron ropa y pañales, al menos tenía cambios para el bebé. Mi marido se puso a correr por Madrid recogiendo lo que le iban dejando conocidos y familiares, pero todo estaba sucio, lleno de polvo o con manchas. Tuve que lavarlo todo y esperar a que se secara. En aquella situación hubiera echado a todos los familiares de casa y me habría divorciado de mi marido casi rompe a llorar.
Durante varios días, Almudena se dedicó a limpiar y ordenar el piso. Han pasado ya dos meses desde que nació el niño, pero aún se niega a invitar a nadie.
Ahora los familiares creen que, como ha pasado bastante tiempo, ya pueden venir a vernos. ¡Y pretenden que les prepare una comida especial! Vamos, ¡que ya me han montado el trabajo! decía indignada.
La madre de Almudena no entiende por qué su hija no está feliz. Es evidente que no prepararon la casa a tiempo. ¡Ella misma tenía que haberlo previsto! Nueve meses en casa y ¿en qué se le fue el tiempo? Podría haber pedido a su marido que subiera los muebles y limpiara todo. Y seguro que habría podido convencerle para comprar las cosas antes. Si uno no se ocupa de sus cosas ¿quién va a hacerlo? ¿Quién de verdad espera algo de los hombres?
¿Qué opináis? ¿Creéis que Almudena debería reprocharle algo a su familia o fue culpa suya? ¿Realmente tendría que haberse encargado ella de todo? ¿Qué habríais hecho vosotros en su lugar?







