Gente de buen corazón: encontré una familia en un hogar ajeno

Hace tres años llegué a la capital desde un pequeño pueblo de provincia. No conocía a nadie aquí. Las calles eran extrañas, el ritmo de vida frenético, la gente desconocida.

Tenía miedo.

Sabía que estaba comenzando una nueva etapa de mi vida, pero en lo más profundo de mí me sentía perdido.

Sin embargo, tía Carmen, fue entonces cuando me dijiste:
— No te preocupes, hijo, te ayudaremos. Seremos como tus padres.

Ya sabías que no tenía a mis padres.

No, están vivos, pero para mí dejaron de existir. Hicieron todo lo posible para separarme de Lucía. Estaban en contra de nuestro amor, la humillaban, me presionaban para elegir. No les perdoné por eso.

Por suerte, tenía a mi abuela. La única persona que siempre me apoyó. Gracias a ella pude permitirme alquilar un piso y no vivir en una residencia.

Pero sin vosotros, tío Paco, no sé cómo hubiera superado esos primeros meses difíciles.

Os convertisteis en mi familia
Recuerdo mi primer día de clases.

Fuiste tú, tía Carmen, quien pidió a tío Paco que me llevara en coche a la universidad, para que me acostumbrara al trayecto. Recuerdo que al salir de clases él me esperaba en la entrada con un helado en la mano —hacía un calor insoportable y decidió alegrarme un poco.

Y cuando volvimos, la casa ya olía a repostería fresca.

Preparaste tus dulces caseros característicos, me invitaste a cenar. Al día siguiente lo mismo. Y luego se convirtió en tradición.

Escuchaba a mis compañeros quejarse de sus caseros malvados y codiciosos, de los altos precios y los problemas eternos. Pero yo hablaba con orgullo de vosotros.

Ellos no creían que personas como vosotros aún existían.

No solo me disteis un techo, sino también calidez
Nunca olvidaré mi primer Día del Estudiante – 8 de diciembre.

Por la tarde sonó el timbre de la puerta.

Abrí… y vi a Lucía.

A unos pasos estaba tío Paco, sonriendo con picardía.

Resulta que la localizasteis y hablasteis con ella, la convencisteis de volver conmigo, la subisteis al coche y la trajisteis aquí.

¡No podía creerlo!

Ni siquiera de mis propios familiares recibí tanto cuidado y apoyo sincero.

De no ser por vosotros, Lucía quizá nunca habría llegado a esta ciudad. No habría ingresado aquí. No estaríamos juntos.

Pero no solo nos reunisteis.

La acogisteis como a mí. No subisteis el alquiler, no pusisteis trabas. Simplemente estuvisteis ahí.

Y por eso os estoy agradecido.

Me enseñasteis a ser hombre
Tío Paco, te admiro profundamente.

No solo me ayudaste a sobrevivir en esta ciudad. Me mostraste lo que significa ser hombre, asumir la responsabilidad de mi vida.

Me ayudaste a encontrar un buen trabajo, gracias al cual ya no dependo de la ayuda de mi abuela.

Me enseñaste cosas importantes – no con palabras, sino con hechos.

Me enseñaste a actuar correctamente en la vida.

Y ahora me siento más fuerte.

Os alegraremos como vosotros nos alegrasteis
Ayer Lucía y yo recordamos una vieja canción, donde el protagonista por las mañanas recibe de la casera una taza de café con bollo vienés.

Y decidimos: a partir del Año Nuevo os recibiremos por las mañanas con café aromático.

Por ahora, es lo que podemos hacer por vosotros.

Pero creednos, os agradeceremos como os lo merecéis.

Y ahora – nuestro mayor regalo
Por último.

Decidimos daros esta noticia por carta.

¡Lucía está embarazada!

Cuando vimos las dos rayas en la prueba, gritamos de alegría.

Os preocupasteis, pensasteis que habíamos discutido…

No, ¡fue felicidad!

En algún momento me disteis una oportunidad. Luego ayudasteis a que Lucía regresara.

Ahora es tiempo de dar la bienvenida a una nueva vida.

Estamos seguros de que os sentiréis tan felices como nosotros.

Nuestro bebé nacerá en agosto.

Y de no ser por vosotros, tal vez nada de esto hubiera sido posible.

Gracias.

Cuidaos, queridos míos. Sin vosotros nuestra vida no sería tan luminosa.

Rate article
MagistrUm
Gente de buen corazón: encontré una familia en un hogar ajeno