**Diario de un Hombre**
¿Es que no tienen familia? ¿Para qué los has traído? ¿Te dan lástima? ¿Lástima? ¿Y a nosotros no? ¡Aquí apenas cabemos! ¡Mañana mismo llamas a Servicios Sociales, te lo digo yo! Que se encarguen ellos.
Iván miraba con furia a su mujer. Había vuelto del funeral de su mejor amiga. Y no sola Junto a ella, dos niños. Nerea, de tres años, y Adrián, de trece, se quedaron parados en el umbral, sin saber cómo reaccionar ante el dueño de la casa, que no parecía muy hospitalario.
Lucía los empujó suavemente hacia la cocina y, sin levantar la voz, dijo:
Adri, sírvele zumo a Nerea y tómate algo tú también. Hay en la nevera.
Cuando los niños desaparecieron tras la puerta, se volvió hacia su marido, indignada:
¿No te da vergüenza? ¡Sofía era mi mejor amiga! ¿Crees que iba a dejar a sus hijos desamparados? ¡Imagínate lo que están sintiendo! Tienes treinta y ocho años y, ante cualquier problema, ¡llamas a tu madre! ¡Ponte en su lugar!
Vale, lo entiendo, pero ¿es que piensas dejarlos aquí? preguntó Iván, ya más calmado.
¡Sí! ¡Voy a pedir la tutela! No tienen a nadie, ¿no lo ves? Su padre ni siquiera apareció en el entierro.
Sofía perdió a sus padres muy joven. Tiene una tía, pero es mayor y no quiere hacerse cargo. Y nosotros, al fin y al cabo, no tenemos hijos.
Lucía, soy tu marido, ¿o te has olvidado? ¿No quieres saber mi opinión?
Venga, Iván, tú eres buena persona. Lo sé. Por eso los traje. ¿Qué pasa, tienes miedo de los gastos? ¡Nos arreglaremos! Además, no son tan pequeños. Adrián sigue en el instituto, y Nerea irá a la guardería. ¡Casi no cambiará nuestra vida!
Sí, pero mi madre ¡Lucía! ¡Me va a matar si se entera! Ya me reprocha que no tengamos nietos.
Pues tu madre no debe meterse en nuestros asuntos. Además, siempre quisimos adoptar. ¿Para qué buscar a un desconocido? Adrián y Nerea nos conocen. Y nosotros a ellos. Será más fácil para todos.
Quizá tengas razón, pero pensábamos en un bebé. ¡Uno solo! Nerea bueno, es pequeña. Pero Adrián es un adolescente. ¡Con él no habrá más que problemas!
Tú y yo también fuimos adolescentes. Todo se solucionó. Mira, ahora somos adultos normales.
Bueno, ya iremos viendo. Que se queden por ahora
Lucía le dio un beso en la mejilla y sonrió. Nunca había dudado de su marido. Siempre era igual: se quejaba, refunfuñaba, pero al final aceptaba las cosas y la apoyaba en todo.
Se fue a la cocina a preparar la cena mientras planeaba el día siguiente. Había que ir a Servicios Sociales, pedir documentos en el trabajo, en el banco
Y así comenzó un maratón de trámites. En las películas, los niños huérfanos encuentran familia enseguida. Pero en la vida real, hay que llenar montañas de papeles. Incluso amenazaron con llevar a Adrián y Nerea a un centro de acogida, pero Lucía e Iván lucharon y lograron que se quedaran con ellos.
Con Nerea no hubo problemas. A su edad, se distraía fácilmente con juguetes y dulces. Pero Adrián sufría en silencio. Iván lo notó y un día lo apartó, le puso una mano en el hombro y le dijo:
Adrián, sé que duele. Yo tampoco sé qué haría si le pasara algo a mi madre. Pero por Nerea tienes que ser fuerte. Si necesitas llorar o gritar, avísame. Iremos a algún sitio donde nadie nos vea. Pero no lo hagas delante de ella, ¿vale?
A partir de ese día, Adrián empezó a respetar a Iván. Lucía los veía salir juntos y volver como amigos.
Pasaron meses de inspecciones. Hasta pidieron un préstamo para reformar una habitación, comprar muebles y ropa. Lucía daba clases particulares de física para ganar algo extra.
Al fin, consiguieron la tutela. Iván trabajaba el doble para pagar las deudas, pero lo lograron.
Un año después, los niños ya estaban adaptados. Nerea incluso llamaba “mamá Lucía” a mi mujer. Hasta la madre de Iván, Carmen, que al principio se oponía, ahora los quería.
Un día, Iván propuso:
¿Y si nos vamos a la playa? No quiero Benidorm ¡Vamos a Croacia! Justo vi una oferta.
Lucía aceptó. Después de tanto estrés, merecían un descanso.
Pero una compañera de trabajo, al enterarse, comentó con envidia:
¡Qué suerte tenéis! Yo me quedo en el pueblo todo el verano ¿Os dan mucho dinero por la tutela?
Lucía no supo qué responder. De pronto, se sintió juzgada: la verían como una aprovechada.
¿Creen que lo hicimos por dinero? preguntó Iván más tarde.
Pues sí. Hasta mi jefe me dijo que no me daría días libres porque “no son mis hijos”.
Pues iremos igual. ¡Que piensen lo que quieran!
Y así fue. Disfrutaron del viaje, pero al volver, Lucía se sintió mal. La llevaron al médico.
Iván, ¡vas a ser padre! dijo ella por teléfono, riendo.
¿En serio? ¡Pero si los médicos dijeron que era imposible!
Cosas de la vida.
Cuando llegó a casa, Iván reunió a los niños:
¡Chicos, tendréis un hermanito!
¡¡¡Síiiii!!! gritaron, llenos de alegría.
Y en esa emoción había de todo: amor, esperanza y felicidad.
***Moraleja***: A veces, la vida te sorprende. Y lo que parece un sacrificio, acaba siendo la mayor bendición.