¿Eres un hombre o qué?

**Diario de Damián**

Otra vez los vecinos de arriba están de fiesta. ¡Ya estoy harto! ¡Las tres de la madrugada! —Carmen zarandeó a Damián, que dormía plácidamente—. ¿Oyes cómo gritan? ¡Ve a decirles algo!

—Cariño, estaba durmiendo tan bien… Mañana tengo ruta —murmuró él, adormilado—. Ya se calmarán, vuelve a dormir.

Justo cuando Damián intentó acomodarse para seguir durmiendo, su mujer le clavó el codo en las costillas.

—¿Eres un hombre o qué? —le espetó entre dientes—. ¡Ve a callarlos! Mañana quedo con las chicas, y por supuesto, vendrá Lorena a fardar de sus labios rellenos y su rinoplastia. ¿Y yo qué? ¿Me presento con ojeras y cara de no haber pegado ojo? ¡A Lorena ya le ha caído la treintena y ni una arruga!

—Es que su marido es cirujano plástico, no camionero —intentó calmarla Damián—. Tú eres preciosa tal como eres. Además, vives en el centro de estética, podrías empadronarte allí.

Pero Carmen se enfureció todavía más. Se incorporó en la cama y lo miró con rabia.

—¿Te estás riendo de mí? ¿Ir un par de veces a la estética es un lujo? ¡Yo también quiero esos labios y esa nariz! ¿Y el abrigo de visón? ¿Cuándo me lo comprarás?

—Acabo de terminar de pagar la hipoteca del piso que compraste antes de casarnos. Todavía quedan plazos del coche. Lo hablamos: primero el coche, luego el abrigo. ¿Por qué te pones así?

—¡Pero a tu madre le compraste un plumífero! —insistió Carmen, terco.

—Se le fueron todos los ahorros en medicinas, y su pensión es mínima. Además, no costó tanto.

Damián intentó abrazarla, pero ella estaba demasiado furiosa.

—No me compras el abrigo, no me pagas la cirugía… ¡Al menos haz que pueda dormir! ¡Ve a callar a esos gamberros!

Damián entendió que no le dejaría descansar y, sintiéndose culpable, se puso el chándal.

…Hace cinco años, nadie de sus amigos habría creído que acabaría casado con Carmen, su engreída compañera de clase. Aunque llevaba enamorado de ella desde tercero de la ESO, ella nunca le correspondió, prefiriendo chicos más guapos y con más dinero. Incluso cuando él terminó el módulo y encontró un buen trabajo, en la reunión de antiguos alumnos Carmen ni siquiera lo miró. Presumía de que pronto se casaría con un chico de familia adinerada. Damián tragó saliva y no dijo nada.

Medio año después, ocurrió el milagro: Carmen le llamó de la nada y le propuso quedar. Él, por supuesto, estaba en el séptimo cielo.

—Qué bien te ves. ¿Por qué no me fijé antes? ¿Tienes hambre?

Carmen estaba sentada en una cafetería con dos cafés y unos pasteles. Damián se sorprendió por el gesto y sintió un rayo de esperanza.

Aquella cena derivó en un desayuno en su casa. Dos días después, ella le confesó que había dejado a su rico novio por él.

—Algo no cuadra —dijo entonces su madre, Isabel—. ¿Qué le pasa? Tanto tiempo detrás de ella y solo te humillaba. Ahora llega de repente. Mira a Claudia, la del tercero, que sigue suspirando por ti. Una chica trabajadora, buena…

—Mamá, el corazón no elige. Yo quiero a Carmen.

—Bueno, allá tú. Allá te las arregles cuando ella muestre su verdadero yo.

Isabel acertó como una pitonisa. Dos meses después de la boda, Carmen anunció que estaba embarazada. Pero las fechas no cuadraban. Damián lo descubrió al curiosear en su historial médico.

—¡Ya estabas embarazada cuando quedamos por primera vez! —gritó, rojo de rabia.

—No lo sabía, era muy pronto —mintió Carmen—. Luego tuve miedo de decírtelo.

—¡Vaya, tu ex te dejó y solo querías colocarle su hijo a un pardillo como yo! ¡Mi madre tenía razón!

—¡Siempre me mira como si le debiera un millón!

—¡Te mira como te mereces! ¡Y no hables de mi madre!

Damián, avergonzado, sintió que se hundía. Carmen, temiendo el qué dirán, urdió un plan.

—¡Ay! ¡Me duele! —gritó, agarrándose el vientre.

Damián, asustado, olvidó su furia.

—¿Qué pasa? ¿Dónde te duele?

—¡El vientre! ¡Es por tu culpa! ¡No puedo estresarme!

Él la llevó al hospital. Esperó hasta que un conserje lo echó.

Carmen aprovechó para deshacerse del bebé, pagando una buena suma. Luego le dijo a Damián que había sido un aborto natural.

—Perdóname, Carmen —dijo él, poniéndole un brazalete de oro—. Empecemos de nuevo.

—De acuerdo —respondió ella, admirando el regalo—. Cuando salga del hospital, necesitaré mi propio coche. Para no depender de taxis cuando sea tu hijo de verdad.

Damián sonrió. La idea de un bebé le alegró el corazón.

—Te lo compraré.

Para ganar más, dejó su trabajo y se hizo camionero. Aceptaba rutas extras para satisfacer los caprichos de Carmen. Ahora, medio dormido, subía al tercer piso.

—Chicos, bajad la música y no gritéis tanto. Llevamos noches sin dormir —les dijo a un grupo de adolescentes ebrios.

—¿Y qué, tío? —dijo el más desgreñado—. Lárgate antes de que te partamos la cara.

—¿Así se habla a los mayores? ¿Dónde están tus padres?

—De vacaciones. Vete de una vez.

—Apagad la música o llamo a la policía.

—¡Que le den! —Uno de ellos le dio una patada en el estómago.

Damián se dobló del dolor. Al ver que no reaccionaba, el gamberro le golpeó de nuevo. Intentó retroceder, pero lo arrastraron al balcón y lo empujaron.

—Vuela, tío.

Cayó sobre unos geranios. La música cesó, y Carmen, sonriendo, se durmió plácidamente. Alguien llamó a la puerta, pero ella no se movió.

—Damián, abre, por si es importante.

Por la mañana, las vecinas la miraron mal.

—Descarada. Le han destrozado al marido y ella tan tranquila.

Carmen las llamó “viejas locas” y se fue a quedar con sus amigas, mantenidas como ella.

—Te llamamos y no contestabas —se quejó Lorena.

—Lo puse en modo avión para dormir. Perdonad.

Ni siquiera recordó a Damián, acostumbrada a que él preparara el desayuno y se fuera sin hacer ruido.

Al ver diez llamadas perdidas de su suegra, pensó: «¿Qué querrá? Luego la llamo».

Tres horas después, ya de vuelta, llamó a Isabel.

—¿Damián está en la UVI —dijo su suegra con voz fría—. Los vecinos le pegaron. ¿Dónde estabas? Los médicos dicen que quizá no vuelva a caminar.

Carmen colgó, asustada. Sabía que era culpa suya. «Adiós al abrigo —pensó—. Y el coche no está pagado. Y ahora un marido inválido. Qué mala suerte».

Visitó a Damián tres días después, cuando salió del coma.Con el tiempo, Damián recuperó la movilidad, se casó con Claudia, y encontró la felicidad que nunca tuvo con Carmen, quien, tras ser abandonada por su nuevo amor, terminó sola, recordando con amargura todo lo que había perdido.

Rate article
MagistrUm
¿Eres un hombre o qué?