Era la opción secundaria

21 de octubre de 2023

Hoy ha sido uno de esos días que te rompen el alma en mil pedazos. El teléfono sonó mientras preparaba el café, y al otro lado de la línea escuché la voz de Laura, mi supuesta mejor amiga. “Carmencita, por favor, entiéndelo… Pablo me llamó anoche. Él mismo. ¿Qué querías que hiciera?”

La taza me tembló en las manos. Pablo, mi prometido. Mi boda era dentro de quince días en el Palacio de Congresos de Sevilla. El vestido de novia, comprado en “Nova Novias”, colgaba en el armario. Los invitados confirmados, el menú elegido, hasta la luna de miel en Costa del Sol reservada.

“No puede ser verdad…” balbuceé, desplomándome en el sofá de casa. “Laura, es mi boda, ¡mi boda! Llevamos año y medio planeándolo todo.”

Pero ella siguió con esa voz dulce que ahora me daba náuseas: “Es que… él dice que se ha dado cuenta de su error. Que me quiere a mí, no a ti. Lo siento, Carmina, pero al corazón no se le manda.”

Colgué de golpe. Afuera, la lluvia otoñal de octubre caía sobre los naranjos de la calle Sierpes. En la mesita, la carpeta con los papeles para el registro civil parecía burlarse de mí. Mamá entró en el salón y al verme así, se sentó a mi lado sin decir nada, envolviéndome en sus brazos como cuando era niña.

“¿Qué pasa, hija?”

“Pablo… se casa con Laura. Mañana van al registro.”

Mamá suspiró, acariciándome el pelo como hacía siempre. “Entonces no era el hombre para ti, corazón. Más vale ahora que después, con hijos de por medio.”

Pero el dolor no se iba. “¿Por qué siempre soy la segunda opción, mamá? En el instituto, Javier estuvo conmigo hasta que llegó esa chica nueva de Madrid. En la residencia de enfermería, Ángel me cortejó tres meses… hasta que su ex, la de Toledo, volvió. Y ahora Pablo…”

Recuerdo cómo mamá me sirvió un té de manzanilla con esa calma suya que tanto me envidiaba. “Tu padre tampoco era mi primer amor, ¿sabes? El primero era un abogado pijo del barrio Salamanca. Hasta que su familia le presentó a ‘una chica de su clase’. Pero ese desengaño me trajo a tu padre, un mecánico que me regalaba claveles robados del jardín municipal.”

Al día siguiente, en el hospital donde trabajo, el doctor Emilio -cardiólogo, divorciado, con un niño de siete años- me invitó a tomar un café en la cafetería. “Conozco esa mirada, Carmina. Mi ex se fue con un cirujano de Barcelona. Pero mira, ahora tengo a Lucas, mi enano, y cada domingo vamos al parque de María Luisa a dar de comer a los patos.”

Emilio no era como Pablo, con sus trajes caros y frases sacadas de películas. Era real. Cuando me trajo un ramito de margaritas tres semanas después, me sonrojé como una adolescente.

Hoy, mientras escribo esto, mi hijo Diego duerme en la habitación de al lado. Emilio ronca a mi lado, con una mano sobre mi vientre donde crece nuestra hija. Ayer Pablo llamó al hospital (se divorció de Laura a los ocho meses). Quería quedar. Colgué sin dudar.

Por primera vez en mi vida, sé lo que es ser el destino de alguien, no su plan B.

(Fin)

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