Encuentro Inesperado: Una Verdad Reveladora

**El encuentro inesperado: una verdad reveladora**

Rocío viajó a Córdoba por trabajo. Alojada en un hotel, se sumergió en reuniones y proyectos. Agotada, escribió a su marido antes de dormir:

*— Todo bien. Muerta de cansancio. Voy a descansar.*

Santiago contestó al instante:

*— Yo también. Los arreglos en casa de mis padres son un suplicio.*

Tras un baño, Rocío se durmió. Pero al día siguiente, al salir de su habitación, se topó con quien menos esperaba ver.

*— ¿Santi? — exclamó, desconcertada. — ¿Qué haces aquí?*

*— ¡Sorpresa! — sonrió él, incómodo. — Quise verte…*

No terminó. La puerta se abrió, y apareció Javier, su compañero de trabajo, con quien compartía algo más que proyectos.

Rocío palideció. Nunca creyó capaz de una aventura, pero Santiago, frío y ausente, la ahogaba. Su hijo adolescente, Hugo, se había distanciado. Se sentía sola.

Javier, más joven y soltero, le devolvió la alegría con sus atenciones. Juntos viajaron, fingiendo compromisos laborales. Esa noche cenaron, rieron y se sintieron libres. Ella durmió en su habitación, mintiendo a Santiago con un mensaje: *«Voy a dormir.»* Pero por la mañana…

…en el pasillo, Santiago salía de la habitación contigua, acompañado de una rubia esbelta.

*— ¡¿Qué pasa aquí?! — gritaron al unísono.*

*— ¡Dijiste que estabas con tus padres! — acusó Rocío.*

*— ¿Y tú con tu compañero? — rugió él. — ¿Por qué te llama *«cariño»*?*

*— ¿Y ella? ¿Quién es Lucía?*

*— Vive aquí. Vine a verla. Recoge tus cosas. Nos vamos.*

Entonces, llegó un mensaje de Javier: *«Me marcho. Esto no es lo mío. Suerte.»*

Temblando, Rocío empaquetó sus cosas. El viaje de vuelta fue tenso. Santiago no dejaba de sermonearla:

*— No te creía capaz. Eres madre, esposa…*

*— ¿Y tú? Ambos fallamos. Quizá este matrimonio ya no tiene sentido.*

*— No quiero divorciarnos. Solo necesitaba… algo distinto. Pero lo superaré. Por la familia. Por Hugo.*

Ella calló. Sabía que el amor se había esfumado. Sin él, ni su aventura ni la de él habrían ocurrido.

*— Ya no nos queremos — dijo al fin. — Dos engaños son el fin. Separémonos en paz. Repartamos el piso. Hugo lo entenderá.*

Santiago suspiró:

*— Pensé que lucharías por esto… que llorarías.*

*— Se acabó, Santi. Sin rencor. Ya no somos los mismos.*

*— Quédate el piso con Hugo. Yo me buscaré algo.*

Rocío se sorprendió. Santiago nunca fue mezquino, pero este gesto era inusual.

*— Gracias.*

**Un año después**

Rocío volvía a casa bajo el cielo otoñal de Madrid, disfrutando del aire fresco.

*— ¡Rocío! — una voz conocida la detuvo.*

*— ¿Santiago? ¿Qué haces por aquí?*

*— Pasaba cerca. ¿Cómo está Hugo?*

*— Bien. Tiene una novia con el pelo morado… modas juveniles. ¿Y tú?*

*— Solo. Ahorro para una hipoteca. Te extrañé… ¿Recuerdas cuando nos perdimos en la playa de Málaga y bebimos cava en la arena?*

*— Lo recuerdo todo, Santi.*

Caminaron largo rato. Las heridas se desvanecieron. Solo quedaban ellos, sin reproches.

*— Te eché de menos — confesó él. — Temía decírtelo.*

*— Yo también. Creí que la libertad me haría feliz, pero…*

*— ¿Volvemos a casa? — susurró.*

Ella le tomó la mano, riendo.

*— Vamos. Empecemos de nuevo. Quién sabe… quizá hasta cuidemos nietos de la chica del pelo morado.*

Volver a intentarlo… A veces, es lo único que hace falta.

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