En séptimo curso, ella advirtió a sus amigas que ese chico sería su marido.
Alicia, ya en séptimo, les dijo a sus compañeras que Mateo era su novio y que, cuando llegara el momento, se casarían sin falta. Ninguna de sus amigas discutió con ella.
Ahora, las chicas incluso temían mirar a Mateo, porque la abuela de Alicia era considerada una bruja. Vivía en su pueblo, dedicándose a sus oscuros asuntos, mientras Alicia aprendía el arte negro poco a poco en la ciudad, visitando de vez en cuando a su abuela.
¿Y Mateo? Mateo no le hacía ni caso a Alicia. Pasaba todo su tiempo libre en el patio con Elena. Elena, desde pequeña, tenía una discapacidad y se movía en silla de ruedas.
No sé por qué, pero fue Elena quien se ganó el corazón de Mateo. Quizás por su modestia o su bondad, pero algo en ella lo hechizó. Además, Elena era muy inteligente, y con ella, Mateo se divertía. Llevaban años compartiendo cada momento juntos.
Un día, Mateo salió de casa y se dirigió al patio, donde estaba Elena. En el camino, lo detuvo Alicia.
Hola, Mateo.
Hola, respondió él, intentando esquivarla.
¿Te apetece dar un paseo por la ciudad? preguntó Alicia.
Hoy no hay chance, contestó Mateo. Lo siento.
Alicia apretó los labios con rabia, viendo cómo Mateo se acercaba a Elena, saludándola antes de empezar a hablar y reírse con ella. Una negra ola de envidia le inundó el corazón. Lloró en silencio, donde nadie la viera.
Pasó un año. Mateo llevaba a Elena al río, al bosque o al campo, donde crecían las margaritas. Cada minuto libre lo pasaban juntos.
Alicia se había convertido en una belleza de pelo oscuro. Todos los chicos se volvían a mirarla, tan elegante y esbelta. Pero Mateo solo veía a Elena en su corazón. Ahora su amor era verdadero, no como el infantil de antes.
Un día, cuando Mateo iba a ver a Elena, Alicia lo detuvo de nuevo.
Hola, Mateo. ¿Otra vez con la inválida? ¿Qué le ves? ¿Para qué la quieres? Llévame a mí. Solo conmigo serás feliz en este mundo. Sabes que te quiero desde la escuela.
Lo sé contestó Mateo, pero yo quiero a Elena.
¿Qué tiene ella que yo no tenga, esa tullida?
No lo sé. Pero que es mejor que tú, no hay duda.
Mateo, sabes que no necesito esforzarme mucho para que me quieras. Mi abuela es la más poderosa. Pero no quiero eso. Quiero que me quieras por mí. Dime qué hacer para que eso pase. Haré lo que sea.
Mateo se detuvo y la miró.
Haz que Elena camine. Entonces me casaré contigo soltó él.
Desde entonces, Alicia pasaba todo su tiempo con Elena. Iba por las mañanas y volvía de noche. Mateo casi no podía ver a Elena, y ella no se quejaba. Hacía todo lo que Alicia le decía: tomaba infusiones, se untaba las piernas con ungüentos, hacía ejercicios.
Mateo, al ver el empeño de Alicia, entendió cuánto lo amaba, si era capaz de hacer todo aquello.
Pasaron cuatro meses.
Una tarde, Mateo fue al patio, donde Alicia cuidaba de Elena. Notó que casi todos los vecinos estaban en sus balcones, observando
Alicia, sosteniendo a Elena de las manos, la alejaba poco a poco de la silla. Hoy, ambas eran las chicas más felices del mundo. Agotadas pero contentas, se sentaron en un banco. Mateo se acercó, asombrado.
Mateo, ¿puedo decirte algo? dijo Alicia, apartándose de Elena.
Él se acercó.
¿Qué, es hora? bajó la cabeza.
¿Hora de qué? preguntó ella.
De casarnos susurró él.
No, Mateo sonrió. Quería disculparme por mi insistencia. La magia no puede contra el amor.
Al final, la magia no cambia nada en la vida si la persona no lo desea.
Ahora, Elena y Alicia son mejores amigas. Elena y Mateo tienen una hija. Alicia tuvo un hijo con un hombre al que no soporta y al que no muestra a nadie. Dice que es piloto