En séptimo curso, ella advirtió a sus amigas que este chico sería su marido.

En séptimo curso, ella advirtió a sus amigas que aquel chico sería su marido.

Lucía, aún en séptimo, les dijo a sus compañeras que Daniel era su novio y que, cuando llegara el momento, se casarían sin falta. Ninguna de sus amigas discutió con ella.

Ahora, incluso les daba miedo mirar a Daniel, pues la abuela de Lucía era considerada una bruja. Vivía en su aldea, ocupándose de sus asuntos oscuros, mientras Lucía aprendía poco a poco el arte negro en la ciudad, visitando de vez en cuando a su abuela.

¿Y Daniel? Daniel no prestaba la menor atención a Lucía. Pasaba todo su tiempo libre en el patio con Alba. Alba, desde pequeña, tenía una discapacidad y se movía en silla de ruedas.

No sé por qué, pero fue Alba quien conquistó el corazón de Daniel. Quizás por su humildad o su bondad, pero algo en ella lo cautivó. Además, Alba era muy lista, y con ella, Daniel se divertía. Juntos pasaban las tardes desde hacía años.

Un día, Daniel salió de su casa y se dirigió al patio, donde Alba esperaba. En el camino, Lucía lo detuvo.

Hola, Daniel.
Hola respondió él, intentando esquivarla.
¿Quieres dar un paseo por el pueblo? preguntó Lucía.
Hoy no es posible contestó Daniel. Perdona.

Lucía apretó los labios, furiosa, mientras veía cómo Daniel se acercaba a Alba, la saludaba y ambos comenzaban a hablar y reír. Una ola negra de rabia y celos inundó su corazón. Lloró en silencio, donde nadie la viera.

Pasaron los años. Daniel llevaba a Alba al río, al bosque, a los prados llenos de margaritas. Cada momento libre lo compartían juntos.

Lucía se transformó en una belleza de pelo negro. Todos los chicos la admiraban, tan esbelta y hermosa. Pero Daniel solo veía a Alba en su corazón. Ahora su amor era verdadero, no infantil como antes.

Y entonces, un día, cuando Daniel iba a ver a Alba, Lucía lo detuvo de nuevo.

Hola, Daniel. ¿Otra vez vas a ver a esa inválida? ¿Qué encuentras en ella? ¿Para qué la quieres? Mejor llévame a mí. Solo conmigo serás feliz en este mundo. Sabes que te quiero desde la escuela.

Lo sé respondió Daniel, pero yo quiero a Alba.

¿Qué tiene ella que yo no tenga, esa lisiada?

No lo sé. Pero que es mejor que tú, no lo dudes.

Daniel, sabes que no necesito esforzarme mucho para que me quieras. Mi abuela es la más poderosa. Pero no quiero eso. Quiero que me quieras por mí misma. Dime qué debo hacer. Lo haré todo.

Daniel se detuvo y la miró.

Haz que Alba pueda caminar. Entonces me casaré contigo dijo con firmeza.

Desde entonces, Lucía pasaba todo su tiempo con Alba. Iba por las mañanas y volvía tarde. Daniel casi no tenía oportunidad de verla. Y Alba no se quejaba. Hacía todo lo que Lucía le decía: tomaba infusiones, se untaba las piernas con ungüentos, se esforzaba con ejercicios.

Daniel, al ver el empeño de Lucía, comprendió cuánto lo amaba, si era capaz de hacer todo aquello por él.

Pasaron cuatro meses.

Una tarde, Daniel fue al patio, donde Lucía cuidaba de Alba. Notó que casi todos los vecinos estaban en sus balcones, observando con atención…

Lucía, tomando a Alba de las manos, la guiaba cada vez más lejos de la silla. Aquel día, tanto Lucía como Alba eran las chicas más felices del mundo. Agotadas pero radiantes, se sentaron en un banco. Daniel se acercó, asombrado por lo que veía.

Daniel, ¿puedo decirte algo? preguntó Lucía, alejándose un poco de Alba.

Él se acercó.

¿Qué pasa, es la hora? preguntó, bajando la cabeza.

¿Qué hora?

La de la boda susurró.

No, Daniel sonrió Lucía. Quería pedirte perdón por mi terquedad. La magia no puede contra el amor.

Al final, la magia no cambia nada en la vida si la persona no lo desea.

Ahora, Alba y Lucía son las mejores amigas. En la familia de Alba y Daniel nació una niña. Lucía tuvo un hijo con un hombre al que no soporta y al que no muestra a nadie. Dice que es piloto…

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MagistrUm
En séptimo curso, ella advirtió a sus amigas que este chico sería su marido.