En Nuestro Aniversario, el Amigo de Mi Pequeño Llamó a Mi Esposo “Papá” — Y Mi Mundo se Desmoronó

Oye, tengo que contarte esto que pasó en nuestro aniversario. Fue una locura. La copa de champán se me cayó de las manos y se hizo añicos en el suelo de mármol, igual que mi vida en ese momento. Me quedé paralizada en la puerta, viendo a mi marido de siete años arrodillado junto al niño pequeño de mi mejor amiga, que lloraba. Lo que dijo ese crío destrozó todo lo que creía saber de mi matrimonio.

“Papá, ¿nos vamos a casa ya?” susurró la pequeña Lucía, abrazando el cuello de mi marido con una confianza que solo se tiene con alguien que te ha leído mil cuentos antes de dormir. El salón se quedó en silencio. Todos los invitados nos miraron.

Claudia, mi mejor amiga, se puso blanca. Y Pablo—mi marido, mi supuesto apoyo—tenía la cara descompuesta. Pero lo que dejó de latir fue mi propio corazón.

Tres horas antes, yo estaba feliz. La fiesta de nuestro séptimo aniversario era perfecta. Rosas blancas en todas las mesas, jazz de fondo, nuestra casa llena de amigos celebrando lo que yo creía un amor inquebrantable. Llevaba el vestido verde esmeralda que hace brillar mis ojos—el que a Pablo siempre le encantaba.

“Estás radiante esta noche”, me susurró mi hermana Marta mientras ayudaba con los postres. “Parece que sigáis siendo recién casados”. Sonreí, sintiéndome la mujer más afortunada del mundo.

Qué equivocada estaba. Pablo era el anfitrión perfecto—encantador, atento, asegurándose de que todos tuvieran la copa llena. Arquitecto de éxito, con ojos cálidos y carisma, todo el mundo lo adoraba, especialmente yo. “¡Un brindis, un brindis!”, gritó su socio. Pablo rio y me abrazó.

“Siete años casado con mi mejor amiga, mi alma gemela, mi todo. Teresa, haces que cada día sea mejor solo por existir”. Los aplausos resonaron mientras me besaba la mejilla.

Entonces llegó Claudia con Lucía en brazos. Se veía agotada. Mi mejor amiga desde el instituto había criado a Lucía sola después de que su novio desapareciera. Yo siempre estaba ahí para ayudarla—cuidando a la niña, llevándole la compra.

“La fiesta es increíble”, dijo Claudia, meciendo a Lucía. “Quería que fuera perfecta”, respondí. La niña se durmió en sus brazos.

Más tarde, los llantos de Lucía resonaron desde arriba. “Voy yo”, dijo Pablo, subiendo las escaleras. Luego los escuché bajar… y ahí empezó todo.

Lucía, llorando, se aferraba a él. “Papá, ¿nos vamos a casa ya?”. Papá. No tío Pablo. No el amigo de mamá. Papá.

El champán se me cayó de las manos. Claudia parecía a punto de desmayarse. Pablo palideció.

“Fuera”, susurré.

“Teresa, déjame explicarte—”.

“¡FUERA!”, grité.

Se marcharon los tres—mi marido, mi mejor amiga y la hija que debería haber sido mía.

Al día siguiente, revisé las cuentas. Pablo había gastado 40.000 euros en Lucía y Claudia—juguetes, guardería, ropa—mientras yo ahorraba para las vacaciones.

“Te vas hoy”, le dije cuando volvió. Mostré los comprobantes.

“No es robar, es mi dinero también”, balbuceó.

“Pues ahora es mío”, le espeté.

Llamé a mi abogada, Carmen. “Quiero el divorcio. Y que no se lleve nada”.

Después, seguí a Claudia y Lucía. La niña tenía sus gestos—su ceño fruncido, sus ojos marrones. Los de Pablo. ¿Cómo no lo vi antes?

Pablo perdió su mejor cliente. Claudia fue despedida de su ONG. Enviamos la prueba de ADN—era su hija.

Monté una cena con amigos y les conté todo. Sus reputaciones quedaron hechas polvo.

Claudia me escribió: “Estás haciendo daño a Lucía”.

Le contesté: “La verdad duele menos que la mentira”.

Ahora la casa es solo mía. Pablo está arruinado. Claudia vive con sus padres.

A veces pienso en Lucía. Algún día sabrá la verdad.

Y yo… ya no soy la tonta que creía en cuentos de hadas.

Algunos dirán que fui cruel.

Pero ellos no saben lo que es la traición.

Pablo y Claudia lo perdieron todo.

Yo gané mi libertad.

Y me aseguré de que pagaran.

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En Nuestro Aniversario, el Amigo de Mi Pequeño Llamó a Mi Esposo “Papá” — Y Mi Mundo se Desmoronó