En nuestra primera cita, mi nuevo amor vio mi cabeza rapada e hizo algo que no me esperaba

Durante nuestra primera cita, mi nuevo amor hizo algo inesperado al ver mi cabeza rapada.
Nunca imaginé que una enfermedad cambiaría tanto mi vida. Cuando empecé a perder el pelo, intenté restarle importancia. Pero con el tiempo, desapareció por completo y nunca volvió a crecer. Al principio, lo ocultaba con pelucas; después, me acostumbré a llevar pañuelos. Parecía un detalle sin importancia, pero se convirtió en mi secreto más doloroso.
Sentía miradas ajenas cargadas de lástima o curiosidad. Pero lo más difícil fueron las relaciones. Cada vez que un hombre veía mi cabeza sin pelo, desaparecía. Sin explicaciones, sin llamadas, sin despedidas.
Dolía tanto que decidí que prefería estar sola antes que sufrir otra traición. Pero a veces solo quería amar y ser amada. Quería cosas sencillas: que alguien me cogiera de la mano, me mirara a los ojos y me dijera: *”Para mí, eres la más hermosa.”*
Hace poco, decidí intentarlo de nuevo. Nos conocimos en internet, hablamos durante semanas. Luego pasamos a llamadashoras riendo, compartiendo sueños y pensamientos.
Parecía el hombre que había esperado. Educado, atento, fácil de tratar. Y un día, me invitó a salir.
Acepté pero el miedo me corroía por dentro. *”¿Y si es como todos? ¿Y si me quedo sola otra vez, pero con el corazón destrozado?”* repetía mentalmente.
El día de la cita, me preparé con cuidado: me ajusté el pañuelo, me puse un traje elegante, me maquillé con esmero. Quería verme digna.
En el café, llegó con un ramo de flores, sonriente, tan cálido y sincero como en nuestras conversaciones. Pero antes de sentarnos, supe que no podía seguir ocultándolo.
Lo miré fijamente y susurré:
Tengo que decirte algo importante.
Y sin darme tiempo a arrepentirme, me quité el pañuelo.
Vi cómo su sonrisa se desvanecía. Sus ojos recorrieron la sala, como buscando la salida. Mi corazón se hundió. *”Aquí vamos otra vez”* pensé.
Y entonces, hizo algo que jamás esperé.
Perdonamurmuré. Puedes irte. No me enfadaré. No es la primera vez.
El silencio se hizo eterno. Me observó, mi cabeza, mis ojos. Estaba segura de que se levantaría y se iría. Pero de pronto, habló:
Sabesdijo con calma, pero firme. Cuando empezamos a hablar, ni siquiera sabía cómo eras físicamente. No me importaba si eras alta, baja, delgada o no. Nunca fue relevante. Me gustaba conversar contigo. Eres inteligente, divertida, sabes escuchar. Y entendí que lo único que importa es cómo eres por dentro.
Esbozó una sonrisa y añadió:
Si no te molesta ¿puedo sentarme y pedirnos algo rico? La verdad, tengo mucha hambre.
Me quedé inmóvil, sin creer lo que oía. Mi corazón latía tan fuerte que casi lo escuchaba. Después de años, alguien por fin me daba lo que necesitaba: aceptación, no lástima ni falsedad.
Sonreí, de verdad, por primera vez en mucho tiempo, y asentí.
Sí claro.
Y en ese instante, lo supe: por fin era feliz. Y quizás pronto nos casaríamos.

Rate article
MagistrUm
En nuestra primera cita, mi nuevo amor vio mi cabeza rapada e hizo algo que no me esperaba