En Nochevieja, cuando toda nuestra familia se reunió en la mesa festiva, mi hija y su esposo decidieron dar una sorpresa.

**31 de diciembre**

Esta Nochevieja, cuando toda la familia estaba reunida alrededor de la mesa, mi hija Lucía y su marido Alejandro nos sorprendieron con algo especial. Sacaron un sobre en el que se revelaba si iban a tener un niño o una niña. Cuando anunciaron que sería nuestra segunda nieta, sentí una alegría mezclada con un leve asombro. ¿Otra niña en la familia? No es ningún problema, ¿verdad? Pero, en el fondo, me pregunté cómo cambiaría nuestras vidas.

Mi marido, Francisco, y yo siempre quisimos una familia grande. Lucía es nuestra única hija, y cuando se casó con Alejandro, nos llenó de felicidad. Son una pareja maravillosa: ella es maestra de primaria, dulce y atenta, y él, programador, tranquilo y responsable. Hace dos años nació su primera hija, Marta, nuestra pequeña princesa. Se convirtió en el centro de nuestro mundo: sus primeros pasos, sus palabras, su risa… Todo nos llenaba de emoción. Francisco y yo íbamos a menudo a su casa para ayudar, y a veces nos la llevábamos a casa para darles un respiro.

Cuando Lucía nos dijo que estaba embarazada otra vez, nos emocionamos. ¿Otra nieta o, quizá, un nieto? Da igual, lo importante es que el bebé esté sano. Pero ellos quisieron hacer del anuncio algo especial. Lo llamaron “fiesta de revelación de género”, algo moderno que yo desconocía. La idea era reunir a la familia y abrir juntos un sobre con los resultados de la ecografía. Eligieron Nochevieja para hacerlo aún más memorable.

La cena del 31 de diciembre fue mágica. Su casa brillaba con luces, la mesa estaba llena de platos típicos: croquetas, langostinos y cava. Marta corría alrededor del árbol intentando atrapar espumillón mientras todos reíamos y brindábamos por el año que terminaba. Cuando empezó la cuenta atrás, Lucía aplaudió y anunció: “¡Es el momento!”. Alejandro trajo un sobre blanco con una cinta dorada. Todos enmudecieron, incluso Marta, como si sintiera la importancia de ese instante.

Lucía, sonriendo, dijo: “Alejandro y yo estamos felices de compartir con vosotros quién llegará pronto”. Él abrió el sobre y juntos sacaron una tarjeta: “¡Es una niña!”. Lucía rió, Alejandro la abrazó y Marta empezó a aplaudir, aunque probablemente no entendía qué ocurría. Francisco y yo intercambiamos una mirada antes de unirnos a los aplausos. “¡Otra niña! ¡Qué maravilla!”, dije, abrazándola.

Pero, confesaré que, por un segundo, pensé: ¿esperaban un niño? Noté que Alejandro sonrió, pero sus ojos tenían algo más… ¿Quizás decepción? ¿O me lo imaginé? Más tarde, mientras recogíamos, le pregunté a Lucía: “¿Os alegráis de que sea niña?”. Asintió: “¡Claro, mamá! Marta tendrá una hermanita, serán compañeras. Y Alejandro ya dice que las malcriará a las dos”. Sus palabras me tranquilizaron, pero seguí dándole vueltas.

Francisco y yo nunca tuvimos preferencias; lo importante era que fuese un hijo deseado. Pero sé que algunos padres le dan importancia al género. Alejandro una vez mencionó que le gustaría un niño para jugar al fútbol o arreglar el coche. Lo veo peinando a Marta, pero… ¿quizás en el fondo anhelaba un hijo? Y Lucía, aunque siempre quiso una familia numerosa, últimamente parecía cansada. Marta aún es pequeña y demanda mucha atención. ¿Y ahora otra niña?

Al día siguiente hablé con Francisco. Él, sereno como siempre, dijo: “Carmen, lo importante es que sean felices. Dos niñas es maravilloso: serán hermanas, amigas”. Pero yo no podía dejar de darle vueltas. Recordé cuando esperábamos a Lucía. No existían las ecografías; solo celebrábamos que un bebé viniera al mundo. Ahora todo es más complicado: fiestas de revelación, expectativas… ¿Nos estamos haciendo problemas innecesarios?

Una semana después, Lucía llamó para contarme que estaban eligiendo nombres. Seguro que la llamarán Sofía. Marta, al escuchar sobre su hermanita, pregunta todos los días cuándo “llegará”. Lucía ríe y dice que todo irá bien, pero percibo cierta inquietud en su voz. El embarazo, Marta, el trabajo… No es fácil. Le ofrecí ayuda, ir más a menudo o quedarme con Marta los fines de semana. Aceptó, y me alivió. Quiero que sepa que Francisco y yo estaremos siempre ahí.

Esta Nochevieja quedará grabada en mi memoria. No solo por el anuncio, sino por cómo nos unió. Miré a Lucía, Alejandro y Marta, y pensé: qué familia tan bonita tenemos. Sí, habrá noches sin dormir, pero también risas y alegrías. Ya imagino a las dos hermanas corriendo, peleando y reconciliándose. Y nosotros, Francisco y yo, estaremos ahí para apoyarlos.

Otra niña no es un problema, sino una bendición. Sé que Lucía y Alejandro saldrán adelante, y nosotros haremos lo posible por ayudar. Quizás el próximo año, en nuestra mesa, haya otra pequeña princesa llenando la casa de más felicidad.

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MagistrUm
En Nochevieja, cuando toda nuestra familia se reunió en la mesa festiva, mi hija y su esposo decidieron dar una sorpresa.