En mi primera cita, mi nuevo amor vio mi cabeza rapada e hizo algo completamente inesperado

Durante mi primera cita, mi nuevo enamorado vio mi cabeza al descubierto e hizo algo inesperado.
Nunca pensé que una enfermedad cambiaría tanto mi vida. Cuando empecé a perder el pelo, intenté restarle importancia. Pero con el tiempo desapareció por completo y no volvió a crecer. Al principio lo escondía con pelucas, luego me acostumbré a llevar pañuelos. Parece una tontería, pero se convirtió en mi secreto más doloroso.
Notaba las miradas de la gente, llenas de pena o curiosidad. Pero lo más difícil eran las relaciones. En cuanto un hombre veía mi cabeza sin pelo, desaparecía. Sin explicaciones, sin llamadas, sin despedidas.
Dolía tanto que decidí que prefería estar sola antes que vivir otra traición. Pero a veces solo quiero amar y ser amada. Quiero cosas sencillas: que alguien me coja la mano, me mire a los ojos y me diga: «Para mí eres la más guapa».
Hace poco me animé a intentarlo otra vez. Nos conocimos por internet y hablamos mucho. Luego pasamos a las llamadashoras riendo, compartiendo sueños y pensamientos.
Parecía ser justo el tipo de persona que esperaba. Educado, atento, fácil de tratar. Y un día me invitó a salir.
Acepté pero el miedo me carcomía por dentro. «¿Y si es como los demás? ¿Y si me quedo sola otra vez, pero con el corazón roto?», me repetía.
El día de la cita me preparé con esmero: me puse un pañuelo elegante, un traje bonito y me maquillé cuidadosamente. Quería verme bien.
En el café llegó con un ramo de flores, sonriente, tan luminoso y sincero como en nuestras conversaciones. Pero antes de sentarnos, sentí que no podía guardar el secreto ni un minuto más.
Lo miré directamente a los ojos y le dije en voz baja:
Hay algo importante que debes saber.
Y, sin darme tiempo a arrepentirme, me quité el pañuelo.
Vi cómo su sonrisa se desvanecía. Sus ojos recorrieron la sala como buscando la salida. El corazón se me hundió. «Aquí vamos otra vez», pensé.
Y entonces hizo algo que jamás me esperaba.
Perdonasusurré. Puedes irte. No me enfadaré. No es la primera vez que pasa.
Un silencio eterno. Me miró, mi cabeza, mis ojos. Ya me preparaba para verlo levantarse pero de pronto habló.
Miradijo con calma pero firme. Cuando empezamos a hablar, ni siquiera sabía cómo eras físicamente. Me daba igual si eras alta o baja, delgada o no. Nunca me importó. Me gustaba conversar contigo. Eres inteligente, divertida, sabes escuchar. Y entendí que lo que más vale es lo que hay dentro.
Esbozó una sonrisa y añadió:
Si no te importa ¿puedo sentarme y pedirnos algo rico? La verdad es que tengo un hambre de lobo.
Me quedé paralizada, sin creer lo que oía. El corazón se me aceleró como un tambor. Tantos años esperando esas palabras, esa reacción. Ni lástima, ni falsos halagos, solo aceptación.
Sonreí de verdad por primera vez y asentí.
Sí claro.
Y en ese instante entendí: por primera vez en mucho tiempo, era feliz. Y creo que pronto nos casaremos.

Rate article
MagistrUm
En mi primera cita, mi nuevo amor vio mi cabeza rapada e hizo algo completamente inesperado