**Diario de a bordo**
Siempre he procurado no molestar a nadie. Sí, soy una mujer con sobrepeso tengo problemas de salud que arrastro desde hace años. Para no llamar la atención y por respeto a los demás, siempre compro dos asientos en el avión. Mi espacio es mi responsabilidad. No es un capricho, es consideración hacia mí y hacia los demás.
Esta vez no fue diferente. Me acomodé en mis dos asientos junto a la ventana, me puse los auriculares y me preparé mentalmente para el vuelo. Todo iba bien hasta que ella subió. Una chica guapa. Delgada, cintura estrecha, piernas largas, vaqueros ajustados y una melena rubia que parecía sacada de un anuncio. Todo en ella gritaba: *”Soy perfecta”*.
No le presté atención, pero noté cómo aminoró el paso al pasar por mi fila. De repente, resopló y dijo en voz alta:
Qué asco.
Me quité lentamente un auricular.
Perdona, ¿me lo has dicho a mí?
No respondió. Solo me miró como si fuera una mancha en un lienzo impecable.
No pienso sentarme a tu lado.
Respiré hondo.
No hace falta. Estos son mis asientos. Aquí están los billetes.
¿Cómo puedes permitir estar así? ¿Te has visto al espejo alguna vez?
Por un momento, todo se volvió negro. Lo había escuchado antes. En la calle. En tiendas. En internet. Pero nunca así directamente, en un espacio cerrado, sin escapatoria.
Tengo problemas de salud respondí con calma. Y no te debo explicaciones.
Me giré hacia la ventana, esperando que se marchara. Pero no cedió. Su voz subió de tono, la gente empezó a mirar.
Gente como tú no debería volar. ¡No es natural!
Por dentro, hervía. Estaba furiosa. Y entonces hice algo de lo que no me arrepiento ni un ápice. Esta chica recordará ese día durante mucho tiempo.
Me levanté y, con dedos temblorosos, pulsé el botón para llamar a la azafata. Llegó enseguida alta, segura, impecable en su uniforme.
¿Ocurre algo?
Sí. Quiero denunciar acoso e insultos mostré mis dos billetes. Esta chica me está faltando al respeto y exige mi asiento.
La azafata pareció sorprendida, pero al ver mi serenidad y mis labios temblorosos, se dirigió a *la perfección*.
Señorita, ¿puede enseñarme su tarjeta de embarque?
Hizo una mueca y la entregó. Ni siquiera estaba sentada a mi lado solo no quería *”estar cerca de alguien como yo”*.
La azafata le pidió con firmeza, pero educadamente, que volviera a su sitio. Pero la chica puso los ojos en blanco, empezó a discutir y se quejó en voz alta de *”la discriminación hacia las delgadas”*. Entonces ocurrió algo que no esperaba.
Minutos después, el sobrecargo se acercó:
Señorita, por orden del capitán, debe abandonar el avión debido a su comportamiento inapropiado y su negativa a seguir instrucciones. Recoja sus pertenencias, por favor.
Se puso pálida. Gritó. Amenazó con denunciar. Pero diez minutos después, la escoltaron fuera. La misma azafata se acercó y me susurró:
Perdone por lo ocurrido. Y gracias por mantener la calma.
Tras el despegue, incluso me dieron un postre gratis y una nota de la tripulación: *”Eres fuerte. Y digna. Gracias por tu amabilidad”*.
No busco aprobación. Solo estoy harta de vivir bajo los estándares ajenos.
**Lección del día:** La elegancia no está en el cuerpo, sino en el trato. Y a veces, la mejor venganza es dejar que el orgullo ajeno se derrumbe solo.