Embarazada a los 44 años y soltera: ahora no sé qué hacer

**Diario Personal**

A los 44 años, embarazada y sola. No sé qué hacer.

Vivo en Madrid, en un piso pequeño, donde el silencio pesa más que las paredes. Mis hijos, Álvaro y Lucía, tienen sus propias vidas: trabajos, parejas, hijos. Soy abuela, sí. Con mi marido nos separamos hace años, aunque el divorcio llegó tarde—esperamos a que los niños terminaran la universidad, a que fueran independientes. Pero él no aguantó más. Encontró a otra, más joven, sin tantas cargas. No le guardo rencor. Quizás, de haber tenido a alguien entonces, yo también habría tomado esa decisión. Pero fui fiel. Siempre. Por la familia, por ellos. Y ahora que al fin soy libre, que debería disfrutar, me siento invisible.

Mantengo una relación cordial con mi ex, hablamos por los nietos, pero cada uno sigue su camino. Esperaba que mis hijos vinieran más, pero están ocupados. No les culpo—lo importante es que estén bien. Pero la soledad se hace densa. Mañanas en el balcón con el café, tardes frente al televisor… Perdí el rumbo.

Entonces apareció él. Javier. Atento, cercano, sin promesas vacías. Con él me sentí mujer otra vez. Me puse vestidos bonitos, me reí, me miré al espejo sin miedo. Por un instante, volví a respirar. Hasta que desapareció. Sin una palabra. Dos semanas después, supe que estaba embarazada.

Cuarenta y cuatro años. Sola. Con un bebé en camino.

No lo planeé, pero supe al instante: abortar no era una opción. Ni por moral ni por convicción. Sin embargo, el miedo crece. ¿Y si algo sale mal? ¿Podré con los gastos? Vivo de mi pensión y algún trabajo esporádico. No hay ahorros. Los pañales, la cuna, las consultas… Todo asusta. Pero también siento que este niño me dará un propósito. Lo amaré como nadie. Aprenderé de mis errores.

Aún así, la duda me corroe. ¿Se avergonzará de una madre mayor? ¿Llegaré a verlo graduarse? ¿Y si enfermo? ¿Y si no puedo?

Cuando Lucía y Álvaro lo supieron, fue peor de lo imaginado. Lucía lloró, Álvaro gritó. Dicen que no podré, que mi lugar es con mis nietos, no criando a otro hijo.

—Mamá, ¿estás loca? ¡A tu edad! ¡Con tu tensión! —repetía Álvaro.

Me presionan para abortar. Buscan estudios, médicos, cifras. Dicen que soy egoísta, que arriesgo mi vida y la del bebé. No sé qué responder. Oscilo entre el terror y la fe. Entre la razón y el corazón. Siento esa vida crecer dentro de mí, frágil pero testaruda. Si la pierdo, sé que no volveré a ser la misma.

Pero si sigo adelante, será sin su apoyo. Con el desprecio de mis hijos y un futuro incierto.

No sé qué hacer. No sé si tendré fuerzas. Solo sé que esto no es solo un susto. Es una prueba. Una oportunidad. Quizá la última.

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