El Único

**Diario de una vida inesperada**

Cuando era joven, Lucía llegó a trabajar como secretaria en una empresa de construcción. No pudo estudiar después del instituto porque su padre estaba muy enfermo y su madre había fallecido al dar a luz. Su padre la crió solo. En el instituto, estudió francés, un idioma que le encantaba. Tomó clases extra y lo perfeccionó, esperando que algún día le sirviera.

**Amor secreto y no correspondido**

La primera vez que vio a su jefe, Adrián Martínez, quedó paralizada. Él entró en la recepción, la saludó con educación y sostuvo su mirada un instante antes de entrar en su despacho. “Dios mío, qué hombre más guapo”, pensó, pero enseguida se reconvino: “Es mi jefe, está casado y es mayor que yo”.

Adrián tenía cuarenta años, atractivo, de voz suave y ojos azules. Cuando la llamó a su despacho para darle indicaciones, Lucía se perdió en su mirada, pero logró asentir con profesionalidad. Al salir, se dejó caer en su silla, intentando calmar su corazón acelerado.

“No puedo hacer esto. Vine a trabajar. Él ama a su mujer, Sofía”.

Adrián era fiel a su esposa. No tenían hijos, pero su amor era evidente. Las compañeras murmuraban: “¿Qué le ve a esa mujer tan sencilla? Ni siquiera es guapa”. Pero para él, solo existía Sofía. Lucía escuchaba los rumores y soñaba en secreto: “Algún día me verá, sabrá cuánto lo quiero y tendremos hijos juntos”.

Aunque él solo la trataba como una empleada eficiente, una vez le regaló flores por su cumpleaños. Ese pequeño gesto la hizo feliz durante meses.

**Un reencuentro inesperado**

Veinte años después, Lucía se lo encontró por casualidad en la calle. Casi no lo reconoció: canoso, arrastrando los pies, demacrado. Su corazón latió con fuerza, pero él pasó de largo sin verla.

“¿Qué le ha pasado?”, murmuró en voz alta. Una vecina que pasaba comentó: “Desde que enterró a Sofía hace dos años, se ha dejado caer. Vive solo y malgasta su pensión en alcohol”.

Lucía se alejó con el corazón encogido. Esa noche no pudo dormir, recordando cada momento junto a él.

**Un viaje inolvidable**

Tres años después de empezar a trabajar con Adrián, él le anunció: “Necesito que me acompañes a Francia para unas negociaciones. Sé que hablas francés perfectamente”.

Lucía estaba emocionada. Allí, tras una cena de celebración, él bebió demasiado. Ella lo ayudó a llegar a su habitación, pero de repente él la tomó de las manos y la besó, murmurando: “Gracias, mi amor”.

Aunque la llamó “Sofía”, Lucía no se resistió. A la mañana siguiente, él, avergonzado, se disculpó. Ella fingió indiferencia: “No se preocupe, no pasó nada”.

**Un secreto guardado**

Poco después, Lucía descubrió que estaba embarazada. Decidió renunciar para no complicar su vida. “No quiero arruinar su matrimonio”, pensó.

Adrián quedó sorprendido al recibir su dimisión. “¿Te vas? ¿Es por el sueldo?”, preguntó. “No, me caso y me mudo”, mintió. Él le deseó suerte.

Crió a su hijo, Mateo, con ayuda de su padre. Años más tarde, al reencontrarse con Adrián, ya viudo y destrozado, no pudo evitar contarle la verdad: “Tienes un hijo”.

**La redención**

Adrián, incrédulo, rompió a llorar. Al día siguiente, Lucía llevó a Mateo a conocerlo. El joven, ya adulto, lo abrazó: “Hola, padre”.

Desde entonces, viven juntos. Adrián recuperó las ganas de vivir. “Gracias por este regalo”, le dice a Lucía. “Gracias por esperarme”.

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