Él tiene 12, ella 22 y su madre 32. Ayer se casó con su madre y hoy se lo dijeron a ella.

A Marta le dijeron que su madre tenía un nuevo marido. Ella no lo tomó bien y pasó todo el día encerrada en su habitación, sin responder a sus llamadas ni invitaciones al cine o al parque. Lloró al principio, luego se quedó dormida, y después simplemente miró al techo pensando. Por la tarde, el hambre la hizo salir de su habitación.

Le costó años acostumbrarse, criticando a su madre en cada ocasión. Observaba con desprecio la relación de su madre con el hombre nuevo, lanzando comentarios mordaces y presentando resistencia.

Rosa, la hermana menor de su madre, intentó hablar con Marta, pero ella no cedió. Un día, escapó. Pasó la noche en el edificio de al lado, en una escalera que lleva al desván. Cuando el frío se hizo insoportable, fue a casa de su tía Rosa.

Cuando su madre llegó para buscarla, Marta ya había entrado en calor y cenado. Su madre estaba sola, con lágrimas en los ojos y manos temblorosas.

Regresaron a casa en taxi. Marta observaba el perfil de su madre, que de repente le pareció envejecido. Al mes siguiente, el hombre desapareció sin dejar rastro. Marta no preguntó nada, y la madre tampoco ofreció explicaciones. La rutina en su hogar volvió, y las dos llegaron a mejorar su relación.

Un día, el marido joven volvió. Marta aceptó su permanencia en sus vidas.

Marta tenía 18 años, el hombre 28 y la madre 38. Durante una comida, al pasarle el cuchillo, sostuvo demasiado tiempo su mano sobre la de él y lo miró fijamente. Él le sostuvo la mirada. La madre, pálida, bajó la cabeza. Terminaron de comer en silencio.

Cuando la madre no estaba, Marta se acercó a él y apoyó su frente en su espalda. Él la apartó con suavidad, diciendo que dejara de comportarse de manera tonta.

Ella estalló en llanto, preguntando por qué eligió a su madre. Él, manteniendo la calma, le sugirió que pensara en su futuro. Marta, llena de confusión, sabía que necesitaba mudarse.

Con el tiempo, él regresó. Hablaron en la cocina. Marta compartió su dolor, pero él fue categórico: estaba enamorado de su madre. Esa noche, Marta no pudo dormir.

Después de un tiempo, su madre la apoyó para que se mudara a un piso.

Con 25 años, sus visitas se hicieron más comunes. Las comidas familiares eran ahora tranquilas, e incluso podía reír con su madre y el esposo.

Con el corazón roto por un amor imposible, Marta comparaba a otros hombres con él. Se sumió en un tumulto emocional.

Finalmente, encontró trabajo en otra ciudad y empezaron a estabilizarse nuevas relaciones. Cuando el marido de su madre la visitó allí, hablaron en un ambiente distendido. Él mencionó que siempre tendrían una amistosa relación de apoyo.

Luego le informó que su madre estaba enferma. Marta llamó a su madre, quien minimizó la situación, diciendo que la esperaría el próximo fin de semana.

Sorprendentemente, un día, estaba en el hospital. No alcanzó a despedirse de su madre, cuya muerte dejó un profundo vacío.

En el funeral, Marta observó el dolor en el rostro de él, algo que nunca pudo comprender del todo.

Después, organizando las pertenencias de su madre, se dio cuenta de que aún le quedaba mucho por entender sobre la vida y el amor.

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Él tiene 12, ella 22 y su madre 32. Ayer se casó con su madre y hoy se lo dijeron a ella.