El soldado se desmayó en medio de la calle, y su leal perro no dejaba que nadie se acercara para ayudarlo. Cuando finalmente entendimos por qué actuaba así, quedamos profundamente conmocionados.
En el parque, todo transcurría con normalidad: niños riendo, personas paseando, algunos alimentando palomas. Parecía un día tranquilo, sin señales de algo siniestro.
Mi amigo y yo también estábamos caminando, disfrutando del aire cálido y charlando. De pronto, llamó nuestra atención un hombre con uniforme militar, una mochila grande y un pastor alemán a su lado.
Avanzaban hacia nosotros sin que nada pareciera fuera de lo común… hasta que ocurrió algo aterrador.
El soldado tambaleó y cayó al suelo, sin responder. Cuando intentamos acercarnos, el perro se interpuso, gruñendo ferozmente, mostrando los dientes. Nadie osó dar un paso más.
Cada movimiento nuestro era respondido con ladridos y miradas desafiantes. No entendíamos por qué el animal impedía que ayudaran a su dueño, quien claramente lo necesitaba.
Cuando se reveló la verdad, todos quedamos impactados.
Permanecemos allí, indecisos, sin saber qué hacer. El soldado yacía inmóvil, respirando débilmente. El perro rondaba alrededor, vigilante, alternando entre gruñir y observar a los curiosos.
Una mujer mayor, entendida en perros, dijo con firmeza:
“No es malo, solo teme perder a su amo. Debemos mostrarle que queremos ayudar”.
Se arrodilló lentamente y habló al animal con calma. El pastor dejó de gruñir, aunque temblaba. Poco a poco, dos hombres se unieron: uno llamó a una ambulancia, otro trajo agua.
Los minutos parecían horas. Cuando el perro permitió que lo voltearan, todos aliviados vimos que el soldado respiraba. Solo había perdido el conocimiento. Los paramédicos llegaron y lo atendieron.
El pastor permaneció a su lado, gimiendo suavemente, como si compartiera cada instante. Cuando se llevaron al hombre, el perro corrió tras la ambulancia, negándose a separarse.
Nos quedamos en el parque, conmocionados. Nadie olvidaría ese día, no solo por lo inesperado, sino por la lealtad infinita de aquel animal. A veces, las bestias comprenden y sienten más que los humanos.