Lo que siembras, cosechas: mi marido pidió el divorcio y volvió con su exmujer
Siempre me consideré una maestra del amor. Sin embargo, la vida me enseñó una dura lección: todo tiene su precio y el destino eventualmente nos devuelve nuestros actos.
A los veinticinco años, me casé no tanto por amor, sino por el deseo de quedarme en la gran ciudad, lejos de mi pueblo natal donde todos se conocían y la privacidad era un lujo. En la metrópoli, me sentía libre del escrutinio de vecinos y familiares.
Romance con el novio de mi amiga
Todo comenzó cuando mi amiga del colegio me presentó a su novio, Alejandro. Alto, de ojos marrones y con una sonrisa encantadora, me cautivó de inmediato. Tal vez el fruto prohibido me resultaba más apetecible, pero mi meta era conquistar su corazón. Alejandro no resistió mis encantos y pronto comenzamos a vernos a escondidas de su novia.
Nuestros encuentros estaban llenos de pasión y adrenalina. No me limitaba solo a Alejandro; seguía coqueteando con otros hombres, disfrutando de la atención y la sensación de poder. Alejandro conocía mis aventuras, pero al no ser libre, no podía reprocharme.
Un día, me vio bajando de otro coche. Fue un punto de inflexión: Alejandro dijo que no podía compartir más nuestra relación y me propuso dejar a su novia para vivir conmigo. Acepté, halagada por su determinación y la perspectiva de una vida juntos, lo que me libraba de pagar el alquiler.
Aburrimiento y vuelta a las viejas costumbres
Nuestra convivencia pronto se volvió rutinaria. Me faltaban las emociones y libertad de antes. Al encontrarme con un amor del pasado, Daniel, no resistí la tentación de revivir nuestras antiguas locuras. Nuestras citas se hicieron frecuentes y volví a sentir que vivía.
Poco a poco volví a mi anterior estilo de vida, lleno de coqueteos y relaciones fugaces. Un día, sin avisar a Alejandro, empaqué mis cosas y dejé solo una nota anunciando la ruptura.
Un giro inesperado del destino
Un mes después, descubrí que estaba embarazada. Comprendiendo que no estaba lista para criar a un hijo sola, volví con Alejandro. Al saberlo, me pidió matrimonio y acepté, con la esperanza de que juntos por el bien del bebé encontraríamos la felicidad.
Un año después del nacimiento de nuestro hijo, Sergio, volví a quedarme embarazada. Ahora teníamos dos hijos y mi vida se convirtió en un ciclo interminable de cuidados y tareas del hogar. Alejandro pasaba cada vez más tiempo en el trabajo y yo me sentía atrapada, privada de mi antigua libertad y alegrías.
Desmoronamiento familiar
Un día, al llegar a casa, encontré una nota de Alejandro: “He solicitado el divorcio. Entre nosotros todo ha terminado”. Se había marchado, dejándome sola con nuestros dos pequeños. Más tarde supe que había vuelto con su antigua novia, aquella amiga de la que lo aparté en su momento.
Ahora estoy sola con mis hijos, sin apoyo ni sustento. El destino me demostró que todo vuelve como un boomerang, y que los errores de juventud se pagan caros.