El hombre de mis sueños dejó a su esposa por mí, pero ni siquiera imaginé cómo todo se volvería en mi contra.

El hombre de mis sueños dejó a su esposa por mí, pero ni siquiera imaginé cómo todo se volvería en mi contra. Lo admiraba desde los años de universidad. Podría decirse que fue un amor incondicionalingenuo y ciego. Y cuando, por fin, me prestó atención, perdí por completo la razón. Ocurrió años después de terminar la carrera, en la misma empresa donde ambos trabajábamos. Al fin y al cabo, compartíamos especialidad, así que no era extraño. Pero yo creí que era el destino.

Me parecía el hombre perfecto. Y en mi juventud, no me molestaba en absoluto que ya tuviera esposa. Yo nunca me había casado y no sabía lo que era ver un matrimonio desmoronarse. Por eso, no sentí ni un ápice de culpa cuando Álvaro decidió dejarla por mí. ¿Quién iba a pensar que aquello me traería tanto dolor? La gente tiene razónno se puede construir la felicidad sobre la desgracia ajena.

Cuando me eligió a mí, estaba en el séptimo cielo, dispuesta a perdonarlo todo. La verdad es que, en el día a día, no era precisamente el príncipe que aparentaba ser. Sus cosas siempre estaban desordenadas por toda la casa, y se negaba rotundamente a fregar los platos. Todas las tareas recaían sobre mí. Pero en ese momento, no me importaba.

Olvidó rápidamente su anterior matrimonio. No tenían hijos, y aquel enlace, según me contó, había sido impuesto por los padres de ella. Conmigo era diferenteal menos eso me decía él.

Mi felicidad duró poco, porque todo cambió cuando quedé embarazada. Al principio, Álvaro estaba encantado con la noticia. Hasta organizamos una gran fiesta familiar para celebrarlo. Todos nos desearon amor y salud para nuestro futuro hijo.

Aquella noche sigue siendo uno de mis recuerdos más hermosos. Y no me arrepiento de nada al recordarla. Pero desde ese instante, mi amor ciego empezó a apagarse.

Cuanto más crecía mi vientre, menos veía a Álvaro. Entré en baja por maternidad, así que solo nos encontrábamos al caer la noche. Se quedaba cada vez más tarde en el trabajo, asistiendo a eventos de la empresa. Al principio, no me molestaba, pero pronto empezó a agobiarme. Las tareas del hogar se volvían más pesadas, pues ya ni siquiera podía agacharme para recoger los calcetines tirados por el suelo.

En aquel tiempo, me preguntaba a menudo¿nos habremos precipitado con este bebé?

Sabía que, con el tiempo, los sentimientos se enfriaban, pero no esperaba que ocurriera tan rápido. Álvaro aún me traía flores y bombones, pero en ese momento solo deseaba que estuviera a mi lado.

Pronto fue evidente que no iba a los eventos de la empresa sin motivo. Los compañeros mencionaron, casi al pasar, que en nuestro departamento había entrado una nueva empleada, joven y fresca. En cualquier caso, ya faltaba personal, y cuando me fui de baja, la situación empeoró. Qué ironía.

No estaba segura de si se trataba de ella, pero mi marido definitivamente tenía a otra, porque ya no tenía tiempo libre. O estaba trabajando, o en una reunión, o en otra fiesta de la compañía que «no podía perderse». Un día, encontré una nota en el bolsillo de su chaqueta, firmada con unas iniciales que no reconocía. No sé qué me impulsó a hacerlo, pero la devolví y decidí fingir que no sabía nada.

Era aterrador estar sola en el séptimo mes de embarazo, mientras mi marido se quejaba de que me había vuelto demasiado irritable. Cada discusión terminaba con un suspiro decepcionado suyo. No sé cómo, pero entendí que, si sacaba el tema, acabaría completamente sola. El miedo a perderlo era tan grande que no podía pensar en otra cosa. Dicen que si temes demasiado algo, acabará sucediendo.

Por mucho que Álvaro me hubiera cortejado, no era un caballero. Las peores palabras que he escuchado fueron: «No estoy preparado para un hijo.» Y: «Tengo a otra.» Ni siquiera recuerdo exactamente cómo me lo dijo, pero en ese instante sentí que enloquecía.

No esperaba encontrar en mí la fuerza para poner la demanda de divorcio. Parece que él tampoco esperaba que dejara de tolerar su comportamiento. Y desde luego no esperaba que al día siguiente tirara todas sus cosas a la calle. En ese momento, me alegré de que el piso fuera de alquiler, así que no tuvimos que repartírnoslo.

¿Y el niño? Piensa en el niño. ¿Cómo lo mantendrás?

Encontraré la manera. Trabajaré desde casa. Además, mis padres llevan tiempo ofreciéndome ayuda. Mi madre siempre me dijo que era un mujeriegodebería haberla escuchado.

Quizá la responsabilidad por mi futuro hijo me dio valor. Sola, no habría tenido el coraje de irme.

Pero también entendí que no quiero criar a mi hijo con un padre como él.

Su traición fue tan ruin que ya no quise saber nada de ese hombre. Era como si se me hubieran quitado las vendas de los ojos.

Los primeros meses tras el divorcio, incluido el parto, fueron durísimos. Volví a casa de mis padres, quienes estaban encantados, sobre todo los abuelos, que siempre habían deseado un nieto. No puedo decir que no echara de menos a Álvaro, pero intenté no pensar en él. En mi interior, sabía que había hecho lo correcto y que podría darle a mi hijo todo lo mejor.

Y entonces, de repente, reapareció.

Parece que Álvaro se arrepiente profundamente. Quiere conocer a su hijo. Pero, ¿lo quiero yo? ¿O sería mejor mudarme a otra ciudad?

Rate article
MagistrUm
El hombre de mis sueños dejó a su esposa por mí, pero ni siquiera imaginé cómo todo se volvería en mi contra.