El hombre de mis sueños dejó a su esposa por mí, pero jamás imaginé cómo todo se volvería en mi contra.

El hombre de mis sueños dejó a su esposa por mí, pero ni siquiera imaginé cómo todo se volvería en mi contra.

Lo admiraba desde los años de universidad. Podría decirse que fue un amor incondicionalingenuo y ciego. Y cuando, por fin, me prestó atención, perdí por completo la razón. Ocurrió, en realidad, unos años después de graduarnosterminamos trabajando en la misma empresa. Al fin y al cabo, compartíamos la misma especialidad, así que no era extraño. Pero yo creía que era el destino.

Me parecía que él era el hombre de mis sueños. Y, en mi juventud, no me molestaba en absoluto que ya tuviera esposa. Yo nunca me había casado y no sabía cómo era ver un matrimonio desmoronarse. Por eso, no sentí ni un ápice de culpa cuando Fernando decidió abandonar a su esposa por mí. ¿Quién hubiera pensado que aquello me traería tanto dolor? La gente tiene razónno se puede construir felicidad sobre la desdicha ajena.

Cuando me eligió a mí, estaba en el séptimo cielo y dispuesta a perdonarle todo. La verdad es que, en el día a día, no era el príncipe que aparentaba en público. Sus cosas siempre estaban esparcidas por toda la casa, y se negaba en redondo a fregar los platos. Todas las tareas domésticas caían sobre mis hombros. Pero en aquel entonces, no me importaba lo más mínimo.

Olvidó bastante rápido su anterior matrimonio. No tenían hijos, y aquel enlace, al final, había sido un arreglo de sus padres. Conmigo era diferenteal menos eso me decía él.

Mi felicidad duró poco, porque todo cambió cuando quedé embarazada. Al principio, Fernando se mostró encantado de que íbamos a tener un hijo. Incluso organizamos una gran fiesta familiar para celebrarlo. Todos nos desearon mucho amor y salud para nuestro futuro bebé.

Aquella noche permanece en mi memoria como uno de los recuerdos más hermosos. Y no me arrepiento de nada al evocarla. Pero, desde ese momento, mi amor ciego comenzó a apagarse.

Cuanto más crecía mi vientre, menos veía a Fernando. Entré en mi baja por maternidad, así que solo nos encontrábamos al caer la noche. Se quedaba cada vez más tarde en el trabajo y asistía a fiestas de la empresa. Al principio, no me molestaba, pero muy pronto empezó a agotarme. Las tareas de la casa se volvieron más difíciles, porque ya ni siquiera podía agacharme para recoger los calcetines tirados por el suelo.

En aquella época, me preguntaba a menudo: ¿nos habremos precipitado con este niño?

Sabía que, con el tiempo, los sentimientos se enfriaban, pero no esperaba que sucediera tan rápido. Fernando aún me traía flores y chocolates, pero en ese momento solo deseaba que estuviera a mi lado.

Pronto se hizo evidente que no iba a las fiestas de la empresa sin motivo. Mis compañeros mencionaron, casi al pasar, que había llegado una nueva empleada joven a nuestro departamento. De todas formas, ya faltaba personal, y cuando me fui de baja, la situación se volvió crítica. Qué ironía.

No estaba segura de si se trataba de ella, pero sin duda mi marido tenía a otra, porque ya no tenía tiempo libre. O estaba trabajando, o en una reunión de negocios, o en otra fiesta de la compañía que “no podía perderse”. Un día, encontré una nota en el bolsillo de su chaqueta, firmada con unas iniciales que no reconocía. No sé qué me llevó a hacerlo, pero la devolví a su sitio y decidí fingir que no sabía nada.

Fue espantoso quedarme sola en el séptimo mes de embarazo, mientras mi marido se quejaba de que me había vuelto demasiado irritable. Cada pelea terminaba con un suspiro decepcionado por su parte. No sé cómo, pero entendí que, si sacaba el tema, sin duda acabaría sola. El miedo a perderlo era tan grande que no podía pensar en otra cosa. Dicen que, si temes demasiado algo, acabará ocurriendo.

Por mucho que Fernando me hubiera cortejado, no era un verdadero caballero. Las peores palabras que escuché jamás fueron: “No estoy preparado para un hijo.” Y: “Tengo a otra.” Ni siquiera recuerdo exactamente cómo me lo dijo, pero en ese instante, sentí que enloquecía.

No esperaba encontrar en mí la fuerza para presentar la demanda de divorcio. Parece que él tampoco esperaba que dejara de tolerar su comportamiento. Y desde luego no se imaginó que al día siguiente arrojaría todas sus cosas a la calle. En ese momento, me alegré de que el piso fuera alquilado, así que no tuvimos que repartirlo.

¿Y el niño? Piensa en el niño. ¿Cómo lo mantendrás?

Encontraré la manera. Trabajaré desde casa. Además, mis padres me han ofrecido ayuda desde hace tiempo. Mi madre siempre dijo que era un mujeriegodebí haberla escuchado.

Quizás la responsabilidad por el futuro de mi hijo me dio valor. Sola, no habría tenido el coraje de irme.

Pero también entendí que no quería criar a mi hijo con un padre como él.

Su traición fue un acto tan ruin que ya no deseaba tener ningún vínculo con ese hombre. Era como si se me hubiera caído una venda de los ojos.

Los primeros meses tras el divorcio, incluido el parto, fueron durísimos. Me mudé de vuelta con mis padres, que estaban felices, sobre todo los abuelos, que siempre habían deseado un nieto. No puedo decir que no echara de menos a Fernando, pero intenté no pensar en él. En mi interior, sabía que había hecho lo correcto y que podría darle a mi hijo todo lo mejor.

Y entonces, de repente, reapareció.

Parece que Fernando se arrepiente profundamente. Quiere conocer a su hijo. Pero, ¿yo quiero eso? ¿O sería mejor mudarme a otra ciudad?

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MagistrUm
El hombre de mis sueños dejó a su esposa por mí, pero jamás imaginé cómo todo se volvería en mi contra.