El hermano que nadie mencionó

**Diario: El hermano del que nunca hablamos**

—Marta, ¿quién es este en la foto contigo? ¡Un tipo con esa chaqueta de cuero! —Víctor Martín señaló con el dedo una fotografía amarillenta dentro del viejo álbum familiar, con la cubierta de piel desgastada.

La nueva casa de los Martín, a la que se habían mudado la semana pasada, olía a pintura fresca, cartón de cajas y un ligero aroma a vainilla del ambientador que Ana había puesto en el alféizar. En el salón, lleno de cajas con vajillas, mantas y libros, Ana, de veinticuatro años, revisaba el álbum encontrado tras una pila de toallas. En la foto, una joven Marta, con vestido de flores y una larga trenza, sonreía junto a un hombre desconocido con chaqueta de cuero. Detrás de ellos, se veía una vieja fuente del parque rodeada de flores. Víctor, con la camisa arrugada y el pelo despeinado, frunció el ceño.

—Víctor, ¿en serio? —Marta, polvorienta, dejó una caja de porcelana—. ¡Es una foto de hace treinta años!

Ana, con su anillo de compromiso brillando bajo la luz, hojeaba el álbum.

—Papá, déjalo. Mamá, dinos quién es y listo.

Víctor cruzó los brazos.

—¡Nunca lo mencionaste! ¿Un antiguo novio?

Marta tiró un trapo al suelo, levantando polvo.

—¿Novio? ¡Estás loco! ¡Es mi pasado!

Ana se levantó, temblando.

—¡Basta! ¡Tengo mi boda en un mes y ustedes gritando por una foto!

La imagen se convirtió en la chispa de un conflicto familiar.

Por la tarde, la discusión continuó. Marta ordenaba la vajilla con brusquedad, Víctor bebía de su taza de “Mejor papá” y Ana intentaba distraerse con las fotos.

—No soy tonto, Marta. ¿Qué escondes?

—¡Nada! ¡Eres tú el que inventa secretos! —gritó ella, rompiendo un plato.

Ana, llorando, arrancó el álbum, rasgando la página.

Silencio.

—Era nuestro álbum… el mío y el de Alejandro —susurró Marta, con lágrimas—. Ahora está roto.

Víctor se sentó, pálido.

—Lo siento… me pasé.

—Yo tengo la culpa —lloró Ana—. Solo quería que fuéramos una familia.

Al día siguiente, Marta fue al parque donde se tomó la foto. Recordó a su hermano Alejandro, muerto en un accidente a los veinte años. No sabía cómo decírselo a Víctor.

Mientras, Ana hablaba con su amiga Lucía en una cafetería.

—Mis padres se pelean por una foto. Papá cree que fue un amor secreto de mamá.

—Habla con ellos —dijo Lucía—. Seguro hay otra explicación.

Esa noche, Víctor encontró el diario viejo de Marta pero no lo abrió. En el salón, ella pegaba el álbum con cinta.

—Perdón por lo de ayer —dijo él—. Pero dime, ¿quién era? No me enfadaré.

—No es lo que piensas —respondió ella, temblorosa—. Dame tiempo.

Él asintió.

—Te quiero, Marta. Aunque a veces parezca un viejo gruñón.

Ella sonrió.

—Yo también. Pero no rompas más el álbum. Era importante… para Alejandro y para mí.

—¿Alejandro? —preguntó él.

—Otro día.

Al día siguiente, Ana encontró una carta escondida en el álbum. Decía: “*Si lees esto, es que no pude contarlo. El hombre de la foto es mi hermano Alejandro. Murió en un accidente en 1990. Era mi mejor amigo. Cuídense y no discutan. Marta*”.

Corrió al salón, donde sus padres estaban.

—¡Mira, mamá! ¡Es sobre Alejandro! ¿Por qué no nos lo dijiste?

Marta leyó la carta en voz alta, llorando.

—Tenía miedo de que el dolor regresara.

Víctor la abrazó.

—Lo siento, Marta. Alejandro me ayudó una vez con el coche. ¿Por qué callaste?

—No quería sufrir —susurró ella—. Ustedes son mi familia ahora.

Ana los abrazó.

—Estamos aquí para ti. Alejandro también es parte de nosotros.

Pasó un mes. Reconstruyeron el álbum, añadiendo fotos de la boda de Ana. En una, pusieron la foto de Alejandro en un marco.

Una noche, tras comer un pastel de manzana, Marta miró a su familia.

—El álbum nos salvó. Y Alejandro estaría orgulloso de ustedes.

Ana asintió.

—Ahora estamos todos juntos. Con él.

Víctor alzó su vaso.

—Por la familia. Y por Alejandro. Que nos cuide.

La foto ya no era un secreto. Era un recuerdo, un corazón que les enseñó a confiar, quererse y honrar a quienes, aunque se fueron, viven en su amor.

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