El esposo ajeno

**El Marido Ajeno**

—Lucía, lo siento, tengo que irme.
—¿Te ha llamado tu mujer? Vete, claro. Estoy acostumbrada.

A Lucía le costaba dejar marchar a Álvaro cada vez. Soñaba con que se quedara por la noche. Podrían ir a una cafetería, ver una película arropados bajo una manta, mientras ella preparaba un café delicioso. Pero todo eso solo existía en su imaginación. Álvaro nunca ocultó que estaba casado, que tenía un hijo. No amaba a su mujer, solo seguía con ella por el niño. Esperaba a que terminara el instituto para, al fin, irse con Lucía.

A ella no le importaba su esposa. ¿Por qué debía preocuparse por la felicidad de otra mujer? Si el marido ya no la quería, se notaba en su actitud, que lo dejara libre. Álvaro era buen padre, no podía herir a su hijo abandonando el hogar.

Dos años pasaron rápido. Lucía esperaba que cumpliera su promesa, pero siempre había excusas.

—¿Entiendes? La madre de Elena está grave, la hemos acogido en casa. Ahora no puedo irme.

Lucía suspiraba y asentía. ¿Hasta cuándo esperaría? ¿Hasta la jubilación?

Un retraso. ¿Un fallo? Compró un test. Dos rayas. Quizás era para mejor. Al médico, a confirmarlo.

En la consulta, al fondo del pasillo, esperó su turno. La puerta se abrió: una mujer embarazada salió del gabinete, acompañada de un hombre. Imposible. Era Álvaro. ¿Qué pasaba?

Salieron. Él no la vio. Entró.

—Señorita, ¿se encuentra bien? Está pálida.
—Sí, bien. Solo quiero un chequeo.

El médico confirmó el embarazo.

—A sus 35 años, el primer hijo es algo tardío, pero normal. Antes salió una paciente de 40, con un hijo ya mayor, y ahora esperan una niña. Familia sólida, ¿por qué no?

Lucía sonrió amarga. Un remolino de ideas la ahogaba. ¿Por qué mintió? ¿Cuánto iba a ocultarlo?

—Zorrita, hoy no puedo ir.
—Yo tampoco. Salgo con Marina.
—¿Adónde?
—De fiesta. Cansada de esperar.
—¿Fiesta? ¡No me gusta!
—No tengo familia. Tú eres un marido ajeno, no mandas aquí.

Colgó. ¿Prohibirle salir? Como si fuera su perra fiel, esperando al amo que cría hijos con otra. Todo lo mejor para ellos; ella, solo el descarte.

Ahora entendió su papel vergonzoso. Los años pasaban, su fertilidad también. Pero tendría a su hijo.

Álvaro apareció sin avisar, borracho, llorando. Durante el parto, la hija murió. Su mujer perdió la cordura. No sabía qué hacer.

—Quédate con ella. Es vuestro dolor. ¿Por qué mentiste? Si todo iba bien…
—Dios me castigó por ti.
—Solo eres tú el culpable. Miente a tu esposa, a mí, a ti mismo. Vete con ella.

Lo echó. Lloró. Él no supo que nació Marcos, su hijo, idéntico a él.

Según estadísticas, el 10% de los hombres deja a su esposa por la amante. La mitad vuelve. ¿Cuántas jamás ven cumplida la promesa?

**Lección:** Un hombre que traiciona a su familia, tarde o temprano, te traicionará a ti.

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El esposo ajeno