El Despertar del Corazón

**El Despertar del Corazón**

En un pequeño pueblo perdido entre colinas y bosques de pinos, donde el viento otoñal arrastraba hojas secas por las calles, la vida transcurría con calma pero con un dejo de melancolía. En la casa al pie de la vieja montaña, donde el otoño olía a resina y leña quemada, vivía Lucía. Su vida parecía perfecta: su marido, Alejandro, la adoraba; su hija, Carmen; un amplio piso en el centro y una acogedora casa en el campo. Alejandro llamaba a su familia *mis estrellas* y las mimaba sin medida. Cuando Carmen era pequeña, él se levantaba de noche para que Lucía pudiera descansar. Su hogar rebosaba amor, risas y calor.

**La Sombra de la Idílica**

El negocio de Alejandro prosperaba, el dinero fluía como un río, y Lucía no carecía de nada. Él no quería que ella trabajara, y ella, feliz, dedicaba su tiempo a Carmen y al hogar. Paseaban por parques, compraban vestidos, decoraban con esmero. Pero, a veces, llamadas anónimas enturbiaban su paz. Voces susurraban: *Tu marido no es quien crees. Tiene otra mujer, le paga un piso, satisface todos sus caprichos*. Lucía apartaba esos pensamientos, achacándolos a envidia. Alejandro a veces llegaba tarde o viajaba por trabajo, pero al volver, los abrazos y besos borraban las dudas como niebla al amanecer.

**El Mundo se Desmorona**

Los años pasaron. Cuando Carmen cumplió dieciséis, la vida de Lucía se vino abajo. Alejandro murió en un accidente. Su coche derrapó en una carretera helada y chocó contra un camión. Pero lo peor fue descubrir que no venía de un viaje de negocios, sino de visitar a su amante en otra ciudad. Ninguno de los dos sobrevivió. La verdad, negada durante años, la hundió como un mazo de hielo. *Los “bienintencionados” tenían razón*. Alejandro había llevado una doble vida, y todo su mundo era mentira.

—¿Cómo no lo vi? —musitó, mirando al vacío—. Me mintió, me engañó, y yo le creí cada palabra.

Las miradas compasivas de los empleados de la empresa donde trabajaba la amante quemaban como brasas. Todos lo sabían, menos ella. El dolor y la vergüenza le destrozaban el alma.

El notario leyó el testamento. Alejandro dejaba todo a Lucía: el negocio, el piso, la casa rural, los ahorros. Carmen tenía una cuenta aparte para estudiar en el extranjero. Pero el dinero no trajo alegría. Lucía no quería el negocio ni la comodidad. Su mundo se volvió gris, la vida, hueca. No deseaba vivir.

**La Rebelión de la Hija**

Carmen, su pequeña dulce, se convirtió en una extraña. Exigía caprichos como si su madre estuviera obligada a cumplirlos.

—Mamá, necesito un móvil nuevo —dijo Carmen—. No me digas que el viejo sirve.

—Carmen, Alejandro te regaló el último modelo antes de… —Lucía se atragantó, incapaz de decir *morir*.

—¡Nunca me niegues nada! —gritó su hija—. Papá hacía todo por mí, ¡y tú te quedaste con su empresa y eres una egoísta! Él me quería, y tú… —Carmen estrelló el móvil contra la pared y se encerró en su habitación.

Lucía se dejó caer en el sofá, sintiéndose vacía. *¿Por qué es así? ¿Dónde está mi niña risueña?*

**El Despertar**

Lucía pasó un año como en un sueño. Hasta que una noche soñó con Alejandro. Sonreía, pero callaba. Al despertar, algo cambió. *No quiero vivir anclada en su traición. Alejandro y yo estudiamos juntos, sé manejar su negocio. Es hora de vivir*. Se arregló el pelo, se puso un traje elegante y fue a la oficina.

Los empleados la recibieron con murmullos: *¿Lucía triunfará o fracasará?* Pero pronto tomó el control. Los clientes volvieron, el negocio resurgió. Se sintió útil, viva.

Solo Carmen no creía en ella. —Mamá, ¿tú y el negocio? —se reía—. Toda la vida en casa y ahora te haces la ejecutiva. Véndelo antes de quebrar. Aunque te hayas arreglado, no rejuveneces. ¿O crees que alguien caerá por ti? A lo mejor un cazafortunas.

Lucía aguantó el dolor. —Carmen, yo decido cómo vivir. Tú, preocúpate de tus exámenes.

**Una Nueva Vida**

Carmen se fue a estudiar fuera. Lucía se hundió en el trabajo, y el negocio floreció. Disfrutaba de su independencia, sus éxitos, sus ganancias. Hablaban por teléfono, pero Carmen seguía hiriente. Lucía le advertía que tuviera cuidado, y recibía burlas.

Decidida a reformar la casa rural, encargó a su ayudante Luis que encontrara albañiles. —Luis, busco calidad —dijo. Pronto le dio el contacto de Jorge. —Tiene buenas referencias —aseguró.

Lucía se reunió con Jorge en la casa. —Quiero una chimenea nueva, paredes claras, suelo radiante —explicó. Él anotó todo y prometió enviar un diseño.

**Un Encuentro del Pasado**

De vuelta a la ciudad, Lucía entró en un café. Un hombre le resultó familiar. —¡Lucía! —él se levantó, y reconoció a Javier, un compañero de clase que estuvo enamorado de ella.

—¡Hola! No te reconocí al principio —sonrió.

—¡Qué elegante estás! —él dijo—. ¿Cómo está Alejandro? ¿Y su empresa?

—Murió —respondió ella en voz baja—. Ahora llevo yo el negocio.

—Lo siento —se entristeció Javier—. Yo me divorcié. Aguanté por los hijos, pero no funcionó. Ahora tengo un taller mecánico.

Hablaron horas, intercambiaron números. Esa noche, Javier llamó: —¿Cenamos? —aceptó, con el corazón acelerado por su voz y sus ojos verdes.

Javier la recibió con un ramo de claveles. —¿En marzo? —se sorprendió—. ¡Hace frío!

—Los vi en el mercado y pensé en ti —sonrió—. ¿Recuerdas cuando los recogíamos de niños?

La cena voló. Luego, él la invitó a su casa. Y después… Lucía despertó con aroma a café. Javier estaba ahí, sonriente. —No pienso dejarte ir —dijo. Ella sintió que volvía a vivir.

**Luz y Sombras**

Javier le pidió matrimonio, pero Lucía dudó, temiendo la reacción de Carmen. Aún así, la invitó a la boda. —Voy, a ver qué tal tu nuevo hombre —refunfuñó Carmen.

Llegaron a la casa reformada. —Mola —dijo Carmen al ver el dormitorio, pero luego, mirando a Javier, añadió—: Yo no diría que no a un hombre así en esta cama. Lucía fingió no oír, pero le dolió.

Más tarde, mientras Lucía hablaba por teléfono, Carmen susurró a Javier: —Te ofrecí probar la cama, pero eres un cobarde. Prefieres a mi madre. Y soltó una carcajada.

Al día siguiente, Carmen se marchó. —Aquí no me ata nada. Envíame dinero, me quedo fuera —dijo.

Ahora, Lucía y Javier viven felices en el campo. Ella no abandonó el negocio, pese a los ruegos de él. El amor le devolvió la vida, y no la soltará. Carmen llama poco, pero Lucía espera que algún día entienda qué esCon el tiempo, Carmen maduró y entendió que el amor verdadero no se mide en regalos ni caprichos, sino en la honestidad y el tiempo compartido.

Rate article
MagistrUm
El Despertar del Corazón